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Petro da comienzo a la campaña del referéndum con una importante movilización

El presidente busca la movilización de la izquierda y pone como ejemplo de parálisis institucional el rechazo a una reforma laboral que beneficia a millones de trabajadores

Una sensación de euforia recorre la Casa de Nariño, la residencia presidencial. Gustavo Petro parece flotar por los pasillos de palacio. Armando Benedetti, su mano derecha, no puede ocultar su felicidad. El Gobierno considera que ha sido un éxito la marcha del martes y que sus planes de organizar una consulta popular para aprobar sus reformas más importantes ha comenzado con buen pie.

Petro fue el político, no el gobernante. Regresó a uno de los escenarios que más le gusta, la tarima. Callado, tímido en el cara a cara, sobre una tribuna se transforma y se convierte en un orador que sabe conectar con un segmento de la población. “Fue grandiosa”, dice Petro a este periódico. Horas antes, en la concentración de Bogotá, dio por iniciada la campaña: “Arranca la consulta popular”. En otras ciudades como Medellín, Barranquilla y Cali también se observó una movilización considerable.

La oposición le resta importancia. Acusa al Gobierno de haber aprovechado los recursos del Estado para movilizar a sus seguidores, sobre todo sindicalistas, estudiantes e indígenas. Algunos publicaron también imágenes donde se relativiza que la marcha haya sido un éxito. Resultó polémico que el presidente decretara día cívico este martes. Alcaldes de muchas ciudades y empresarios se opusieron, como era su derecho, y negaron a sus trabajadores que pudieran cogerse el día para marchar. Se le reprocha a Petro también que use un lenguaje beligerante que polariza todavía más la situación política.

Petro no se olvidó de los legisladores que en estos dos años y medio han tumbado varias de sus grandes propuestas: “La movilización es permanente y creciente. Tendrá su máximo el día de hoy. Los votos de los que ya vendieron su corazón a la codicia. [La convocatoria a la consulta popular] irá a la plenaria del Senado, donde cada senador debe recordar que es un representante del pueblo y debe obedecerlo. De no ser así, se cree tirano sobre el pueblo que representa. Entonces el pueblo lo sacará del Congreso, como tiene que ser”, dijo, en un tono que algunos opositores consideran amenazante.

En el Congreso también reinaba la crispación. Una comisión hundió minutos después la reforma laboral que otorgaba más derechos a millones de trabajadores. Petristas y miembros de la oposición se enfrentaron a gritos porque el rechazo se votó antes de debatir los artículos. Petro esgrime que las cámaras promueven un bloqueo en contra de su Gobierno que no permite avanzar sus proyectos. Benedetti se ocupa de arreglar mayorías, pero no le está resultando fácil, igual que a los ministros de Interior anteriores. Entre Petro y los demás partidos se han volado casi todos los puentes.

En resumen, la campaña ha comenzado. En un país en el que los presidentes solo tienen un periodo de cuatro años, los tiempos de proselitismo electoral se superponen unas a otros. En este caso se va a hacer aún más. Después de la consulta, que podría celebrarse hacia septiembre, vendrá la precampaña, más tarde las primarias y las legislativas, en menos de lo que uno imagina, la primera vuelta de las presidenciales. De salir bien la consulta, la izquierda tendría más opciones en 2026. Todavía no hay un nombre, pero comienzan a tejerse alianzas para presentar un proyecto común.

Tanto Petro como Benedetti saben de movilizaciones. Al presidente, con el rechazo a una reforma laboral que parecería de evidente aprobación fuese cual fuese el color político, le dan una excusa para mover a su electorado. Mira, les dice, no tienen interés por los derechos de la clase obrera, no permiten que nada se mueva en este país. Vengan y marchen conmigo, vengan y voten por mi sucesora o sucesor. Petro ha sufrido un enorme desgaste como gobernante. Varios escándalos han afectado de lleno a gente de su entorno. Él mismo ha señalado a su Gabinete de no ser capaz de cumplir las promesas. No han sido años fáciles. Las redes clientelares le rodean, las mañas de la vieja política. Ministros que se han marchado de su gobierno, como Alejandro Gaviria o Álvaro Leyva, se han convertido en grandes opositores. Su hijo, procesado por corrupción. Su hermano, metido en asuntos que no le competen. No ha recibido mucha ayuda del exterior.

Sin embargo, ni siquiera sus enemigos lo dan por muerto de cara al 2026. Vicky Dávila, candidata presidencial de derecha con un año de antelación, basa su estrategia en hacerle campaña en contra. Lo mismo Claudia López, la exalcaldesa de Bogotá ubicada más hacia el centro. Incluso Gaviria, exministro de Educación y liberal a carta cabal, en redes sociales. Solo Luis Gilberto Murillo, excanciller y ubicado más hacia la centroizquierda, utiliza un tono menos agresivo con el presidente, seguramente para no encasillarse en el centro o la derecha, en las que ya hay un sinfín de candidatos. Con una aprobación del 37%, Petro difícilmente puede colocar a un sustituto, como ha hecho el derechista Álvaro Uribe varias veces, pero la cifra no es menor si consigue trasladar ese apoyo a alguien de su confianza. Se vienen meses de apelaciones al pueblo, de llamar tirano a Petro. La veda electoral se ha abierto y los decibelios van a ir en aumento. Se vienen meses de tormenta.

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