Una rebelión interna del Gobierno amenaza con quemar el final de la presidencia de Petro
El mandatario enfrenta las críticas de sus ministros y el desconcierto de la ciudadanía tras el caótico Consejo de Ministros que se retransmitió en directo
Gustavo Petro vive sus días más aciagos como presidente. A la crisis de violencia y el enfrentamiento con Donald Trump, se suma una rebelión interna de un grupo de ministros que amenaza muy seriamente con quemar el final de su Presidencia. Le han cuestionado de una manera muy rotunda que haya nombrado a Armando Benedetti como el asesor principal del Gobierno. Además, se sintieron humillados el martes en la noche, cuando mandó retransmitir sin previo aviso un Consejo de Ministros en el que los culpó de incumplir las promesas de Gobierno, como si él no tuviera nada que ver. Petro llegó a decir que es un revolucionario, pero no así su Gobierno. En las horas siguientes, han renunciado un ministro, el director de la Presidencia y la secretaria jurídica de Petro; otros altos funcionarios se han reunido para discutir el camino a seguir.
En la caótica retransmisión de seis horas, los funcionarios no se quedaron callados y le acusaron de incluir en el Gabinete a Benedetti, al que consideran un conservador que puso en peligro todo el proyecto progresista al filtrarse unos audios en los que amagaba con ir a la justicia con las pruebas que supuestamente se probaría que la campaña electoral se financió con dinero ilegal. Según fuentes consultadas, a los ministros les sorprende que lejos de apartarlo de Gobierno, ahora lo nombre encargado de la agenda del presidente y de ser enlace con ellos mismos y el Congreso.
Sobre Benedetti también pesa un caso de supuestos malos tratos a su pareja que ocurrió en España, donde ella lo denunció. Él niega los hechos y ella ahora también lo hace. Sin embargo, esto no resulta suficiente explicación para algunos miembros de la administración. Susana Muhamad, la reputada ministra de Medio Ambiente, ha amenazado con dimitir si el presidente no da marcha atrás. El ministro de Cultura, Juan David Correa, ha presentado su dimisión de manera irrevocable y también se ha marchado de manera abrupta Jorge Rojas, el encargado de la Presidencia que solo llevaba una semana en el cargo.
La reunión de Petro y sus ministros ha dejado a todo el mundo en shock. Se demostró que el Gobierno está partido. La vicepresidenta Francia Márquez acusó al presidente de permitir la corrupción y a Laura Sarabia, la 2 del Gobierno y ahora canciller, de maltratarla. Gustavo Bolívar, un libretista de narconovelas metido a funcionario público, acusó a Sarabia de mentir. Ella, de solo 30 años y con dos de conocer al presidente, ha acumulado un enorme poder en el Gobierno y eso ha provocado el disgusto de muchos que han acompañado a Petro durante toda su trayectoria política. Sarabia, criada en una base militar, tiene puntos de vista más centrados que el resto. Empresarios y miembros de otros partidos la defienden porque sienten que es una funcionaria eficiente que responde a diferencia del silencio que suele guardar el presidente.
El comienzo de año está siendo eléctrico para Colombia. Arrancó con una ofensiva criminal del ELN en la región del Catatumbo, en la frontera con Venezuela. La guerrilla atacó los frentes de las disidencias de las FARC y cometió asesinatos selectivos en pueblos. Se publicaron imágenes de camiones de carga llenos de cadáveres. Petro decretó el estado de excepción llamado conmoción interior en esa zona, pero el ministro de Defensa dijo en la reunión que no habían podido entrar en determinadas áreas por “falta de articulación” y, más tarde, la ministra de Justicia afirmó que la paz total, el proyecto de pacificar todos los grupos armados al mismo tiempo, no funciona. De paso dijo que el sistema carcelario es un desastre.
Sin embargo, el punto de quiebre que ha generado esta gran ola ha sido el enfrentamiento que mantuvo Petro con Trump en público. La firmeza del presidente en enfrentarse al magnate se ha aplaudido en algunos sectores de izquierdas, sobre todo a nivel internacional, pero la crítica interna ha sido muy fuerte. La decisión de Petro de impedir aterrizar dos aviones con colombianos deportados, esposados de pies y manos, tratados como ganado, hizo que Trump diera comienzo a una guerra comercial. Al final, entre Sarabia y el canciller de ese momento, Luis Gilberto Murillo, apaciguaron las aguas con Washington, con quien se comprometieron a continuar permitiendo la llegada de deportados -un pulso comercial con Estados Unidos sería fatal para la economía colombiana-. Petro no quedó contento con la resolución de la crisis y desde entonces se le ha visto excitado. Basta con consultar su Twitter. Dijo que le estaba costando dormir.
Algunos de sus más cercanos también le han afeado su proceder de las últimas semanas, que consideran errático. No ha escuchado los consejos de ninguno de ellos, según fuentes al tanto. Primero, intentaron que apartase a Sarabia, como llevan haciendo casi desde el principio del Gobierno. Y segundo, trataron de evitar la llegada de Benedetti a un puesto de primer nivel. No han conseguido ni una cosa de otra. Augusto Rodríguez, encargado de los escoltas, íntimo de Petro, amigo desde hace 30 años, se indignó cuando el presidente comparó a Benedetti con Jaime Batemán, un histórico guerrillero que fue comandante de él y del mandatario, y se lo dijo en su cara, durante el consejo.
No todos consideran que Petro naufragó en el show que montó en primer time. Sus más fieles explican que volvió a imponer el debate y que expuso ante todo el mundo que en su Gobierno hay ministros que trabajan en beneficio propio. “No fue fortuito lo que ocurrió. El presidente no da puntada sin dedal, las dobles agendas son una realidad”, cuenta uno de sus más cercanos. En cualquier caso, más allá de las motivaciones del presidente, la realidad es esta: el gabinete vive una crisis mayúscula y ha perdido credibilidad entre los ciudadanos. Petro tiene el reto de que su mandato no naufrague con todavía año y medio por delante. Lo contrario sería catastrófico para la nación.