Somos naturaleza

Cada árbol plantado y cada río limpiado son actos de amor hacia nuestra casa y hacia nosotros mismos. La naturaleza no es solo un recurso por explotar, sino un hogar que merece ser protegido

El joven maijuna Segundo Jeinsen se baña en un arroyo en Sucusari, en la Amazonía peruana, en mayo de 2024.Rodrigo Abd (AP)

La palabra “naturaleza” se deriva del griego “physis”. En la antigua filosofía griega, “physis” no solo se refería a lo físico, sino que englobaba la esencia de todas las cosas, el principio vital que anima el universo. La naturaleza era vista como manifestación de la belleza, la armonía y el orden. En ese sentido, los griegos comprendían que este principio nos habla, nos enseña y nos conecta con algo más grande que nosotros mismos. De hecho, diferentes culturas han impregnado la naturaleza de un sentido de sacralidad y respeto. Preguntémonos, entonces: ¿...

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La palabra “naturaleza” se deriva del griego “physis”. En la antigua filosofía griega, “physis” no solo se refería a lo físico, sino que englobaba la esencia de todas las cosas, el principio vital que anima el universo. La naturaleza era vista como manifestación de la belleza, la armonía y el orden. En ese sentido, los griegos comprendían que este principio nos habla, nos enseña y nos conecta con algo más grande que nosotros mismos. De hecho, diferentes culturas han impregnado la naturaleza de un sentido de sacralidad y respeto. Preguntémonos, entonces: ¿En qué momento dejamos de sentirnos parte de ella? ¿Hemos dejado de estremecernos ante la belleza de un bosque, la majestuosidad de un árbol centenario, la vastedad de un océano o la delicadeza de una flor? ¿Hemos olvidado lo pequeños que somos como parte de un todo que es el universo?

Estas preguntas son pertinentes para nuestra meditación personal en el contexto de la COP16 que se celebra por estos días en Colombia, y que tiene entre sus objetivos poner en marcha un marco global de biodiversidad, además de hacer seguimiento a las acciones que los líderes mundiales han propuesto para promover la vida en armonía con el planeta. Estos temas, que parecen alejados del ciudadano común, habitan en la cotidianidad de nuestras acciones como parte de la naturaleza que somos. Desconectarnos de ella no solo nos aleja del respeto y cuidado que merece, también nos priva de su sabiduría.

Reencontrarnos con esa sabiduría es esencial; ser y sentirnos parte de la naturaleza adquiere un sentido de urgencia. Por ello, es conmovedor encontrar iniciativas como la de los niños, las niñas y los jóvenes del país, quienes han construido un manifiesto titulado Somos uno con la naturaleza: propuestas para reimaginar el futuro y cambiar el presente. En un momento crítico para el futuro del planeta, hacen un poderoso llamado a la acción. El documento, además de proponer soluciones, nos inspira a todos para ser parte de un cambio necesario y urgente para la supervivencia de nuestro hogar.

Este manifiesto, liderado por cuatro universidades —Eafit, Icesi, Uninorte, Cesa—, resuena con la idea presentada en la encíclica Laudato Si, del papa Francisco, que nos invita a considerar la Tierra como nuestra “casa común” y hace un llamado a la interconexión entre todos los seres vivos para actuar con responsabilidad y compasión. Cada árbol plantado y cada río limpiado son actos de amor hacia nuestra casa y hacia nosotros mismos. En este sentido, la naturaleza no es solo un recurso por explotar, sino un hogar que merece ser protegido. Se trata de una ecología de la vida cotidiana, basada en el amor como acción política referida al cuidado del entorno.

La meditación sobre la biodiversidad es una preocupación por la sacralidad de la vida en todas sus formas. Karen Armstrong, en La naturaleza sagrada, nos propone ver el mundo no solo a través de un lente utilitario, sino como un espacio en el que cada ser tiene un propósito y un valor intrínseco. Esta perspectiva nos desafía a replantear nuestras prioridades y a reconocer que proteger la naturaleza es una cuestión de ética y justicia.

Precisamente, en el manifiesto los niños, las niñas y los jóvenes nos proponen soluciones concretas para mitigar el impacto del cambio climático y promover un consumo responsable. Desde la reforestación masiva hasta el fomento de la pesca sostenible, al exigir una adecuada gestión de residuos y la limpieza de los recursos hídricos, nos instan a reconsiderar nuestras prácticas diarias y a actuar en consecuencia. Iniciativas como “Hoteles para insectos” son ejemplos creativos que buscan aumentar la población de polinizadores y mejorar la biodiversidad urbana. Cada acción, por pequeña que sea, cuenta en el propósito de preservar nuestro entorno.

Ante el inmenso desafío que enfrentamos, la educación ambiental emerge como un pilar esencial para el cambio. La formación de una conciencia ecológica desde la infancia es un acto de sabiduría que nos prepara para ser guardianes responsables de nuestro mundo. La educación, en su esencia más pura, implica la transmisión de valores que nos conectan con nuestra humanidad y con el entorno que habitamos. La naturaleza nos ofrece un refugio que enlaza la ciencia con la humanidad, y las preguntas sobre los fenómenos físicos y biológicos también forman parte de las cuestiones sobre el ser. Es un campo magnífico para aprender a vivir, activar la curiosidad y alertarnos sobre la salud del planeta como parte de nuestra vida en comunidad.

Es así como nos enfrentamos a la pregunta crucial: ¿Qué pasos estamos dispuestos a dar hoy para contribuir a un futuro más sostenible? La voz de los niños, las niñas y los jóvenes es una invitación a reflexionar sobre nuestro papel en este vasto tejido de vida. Escuchemos sus preocupaciones y trabajemos juntos para construir un futuro donde la naturaleza y la humanidad coexistan en armonía.

El momento de actuar es ahora. Cada uno de nosotros tiene el poder de marcar la diferencia y contribuir a la creación de un mundo que honre la belleza y la complejidad de la vida. Al hacerlo, transformamos nuestro entorno y cultivamos la esperanza de un futuro más brillante para las generaciones venideras. Sentir que somos naturaleza es encontrarnos con el sentido del buen vivir, un vivir que convoca el cuidado del ser, de los que nos son cercanos y de aquello que se constituye en bien común.

Encuentra y comparte el manifiesto Somos uno con la naturaleza: propuestas para reimaginar el futuro y cambiar el presente en https://alianza4u.co/manifiesto-cop16-en-4u/

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