Antonio Negri y el poder constituyente: el marco teórico de Petro para sus ministros

El presidente ha citado al filósofo italiano desde que era alcalde de Bogotá. Ahora, cuando intenta nuevamente explicar sus conceptos, se enfrenta con su propia ambigüedad y críticas de la oposición

Gustavo Petro y el filósofo Antonio Negri.Getty

Poder constituyente y asamblea constituyente son dos de los términos más frecuentes en el actual debate político en Colombia. El presidente Gustavo Petro menciona a menudo al primero, los críticos entienden que se refiere a lo segundo, y el mandatario dice que no, que no es eso, que aún no le han entendido lo primero. Y si bien no toda la ciudadanía le entiende, le pide al menos comprensión a su gabinete: “El próximo ministro del Interior realizará los contactos necesarios para que se concrete el poder constituyente”, dijo cuando sacó a Luis Fernando Velasco de esa cartera. Cuando Petro habla de poder constituyente, y lo hace seguido, intenta explicar —sin éxito, casi siempre—, un concepto de filosofía política del pensador italiano Antonio Negri, quien dedicó buena parte de sus 94 años a moverse entre la academia y la lucha política. Lo que le quedó a Petro de leer a Negri es que el poder constituyente no es una reforma, una asamblea, o una ley. El poder constituyente es una actitud.

“Esa es una actitud de la población, no un medio. La Constitución dice que el poder emana del pueblo”, dijo el presidente a la revista Cambio el mes pasado. El medio le recordó que algunos de sus ministros se oponían a la posibilidad de convocar una Asamblea Nacional Constituyente. Petro replicó que eso tiene que ver con las leyes, y él está pensando en otra cosa: “Una constituyente está reglada por la Constitución. No necesariamente tiene que configurarse en mi Gobierno. No la hemos presentado al Congreso y no pienso presentarla”, aseguró. “Sin embargo, hay un pueblo que sí quiere los cambios y que se está convocando para discutir de qué manera se puede expresar un poder constituyente que no quiere ser convocado por las élites colombianas”, dijo, quizás oscureciendo más que aclarando.

En su propio círculo hay confusión. Ángela María Buitrago, su nueva ministra de Justicia, a los pocos días de ser designada, admitió que no sabía muy bien cuál era la propuesta concreta del presidente. Aunque tiene claro que no se trata de una Asamblea Nacional Constituyente, no entiende aún el proyecto. “Me toca esperar, llegar para conocerlo”, fueron las palabras de la nueva ficha del gabinete a El Tiempo.

En medio de la ambigüedad sobre lo que quiere el presidente, EL PAÍS conversó con tres expertos acerca de cómo las ideas de Negri pueden entenderse en medio de la coyuntura nacional. Todos coinciden en que, a partir del trabajo del italiano, es equivocado equiparar la idea de poder constituyente con la búsqueda de una nueva Constitución, que, si bien podría ser uno de sus desenlaces, no es necesariamente el único. Se trata de algo más conceptual, que va más allá de la expedición de una nueva normativa o la aprobación de una reforma.

El poder constituyente, en síntesis, es una fuerza permanente y continúa que pretende generar cambios en el orden establecido. Rodrigo Uprimny, abogado constitucionalista, lo define de forma más sencilla: “Es una idea que el pueblo, aunque Negri hablaba de ‘la multitud’, logra constantemente transformar instituciones existentes con una dinámica organizativa”. Eso explica por qué Petro insiste en que sus seguidores se manifiesten en las calles o cabildos, episodios que aprovecha para referirse a ellos como “poder constituyente”. “Lo que creemos es que hay que levantar la bandera del poder constituyente”, afirmó desde una tarima en la Plaza de Bolívar frente a miles de personas, en su mayoría favorables a su gestión, durante la marcha del pasado Primero de Mayo.

Para Nicolás Figueroa, profesor de Jurisprudencia en la Universidad del Rosario, el poder constituyente no es esporádico, es activo. “Básicamente, es un llamado a una movilización constante de la sociedad o, si se quiere, a una politización constante de la sociedad en todos los aspectos. Se busca, entonces, que exista una relación de horizontalidad con otros ciudadanos, actuando colectivamente para alcanzar mayores niveles de igualdad social y para mover la historia hacia adelante”. Óscar Mejía, miembro de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, recuerda que Negri relaciona al poder constituyente con las revoluciones en Estados Unidos, Francia y Rusia, así como las protestas de mayo de 1968. “El poder constituyente, en esencia, se identifica con los procesos de transformación radical en una sociedad”, dice.

Los términos en los que se expresaba Negri eran diferentes, propios del léxico de un filósofo. “El paradigma del poder constituyente es el de una fuerza que irrumpe, quiebra, interrumpe, desquicia todo equilibrio preexistente y toda continuidad posible. El poder constituyente está unido a la idea de democracia como poder absoluto”, escribió en una de sus obras.

Pero aún manteniendo a Negri como base conceptual, no se disipa la duda de si convocar al poder constituyente puede culminar con la redacción de una nueva Constitución. Incitar a que la gente se manifieste bien puede motivar a que se lleven a cabo asambleas comunitarias, protestas, cabildos u otras formas de reunión y expresión, pero también preparar el ambiente para que la posibilidad de celebrar una Asamblea Nacional Constituyente no sea descabellada. Y en caso de que se materialice este último escenario, surge la duda de qué pasaría con el poder constituyente, a qué se dedicaría si, en principio, nunca se acaba y sigue impulsando luchas sociales.

Uprimny lo ve poco viable: “La noción de poder constituyente es como la noción de milagro en teología, que es un concepto que es difícilmente domesticable”. Considera que ese poder constituyente eventualmente, una vez conseguido algún cambio, se duerme (por mucho o poco tiempo), y califica de “riesgoso” el camino emprendido por el presidente. “Petro ha sido supremamente ambiguo en la relación entre el poder constituyente, proceso constituyente y asamblea constituyente. El poder constituyente, en el 99% de las teorías y autores, es para hacer algo con la Constitución. Es extraño que él diga que no está hablando de Asamblea Constituyente o reforma constitucional. ¿De qué está hablando, entonces? Yo creo que está tratando de inventarse un momento constituyente”, dice.

Figueroa, por otro lado, cree que es posible mantener una iniciativa popular sin recurrir a una Asamblea Nacional, por lo menos desde la teoría de Negri: “Se desafía el poder actual bajo las mismas reglas, no hay que cambiarlas necesariamente. La salud, en la que no se ha aprobado la reforma, es un ejemplo de eso. Se han dado cambios sin tocar la Constitución, estrictamente hablando. La sociedad que vamos a tener en dos años, cuando ya Petro no esté, va a ser una sociedad muy distinta a la que teníamos antes, independientemente de que la constitución siga siendo la misma”.

Mejía coincide y analiza la discusión desde las recientes decisiones del Gobierno. “Por lo que ha dicho Juan Fernando Cristo, el nuevo ministro del Interior, se identifica una intención por abrir una instancia de deliberación ciudadana, que es un concepto nuevo en Negri, que denomina ‘democracia asamblearia’ y se fundamenta en asamblea, foros y discusiones. Nuestra tradición jurídica ha restringido la Constitución a lo que los abogados dicen, pero la teoría constitucional es mucho más amplia”, explica.

La palabra final la tiene Petro. Sólo él sabe lo que verdaderamente planea. Si únicamente busca poner en marcha el poder constituyente, involucrando políticamente a la ciudadanía y dejando de lado cualquier intención de cambiar la Constitución, está teniendo éxito. Es difícil encontrar indiferentes a su Gobierno. Prueba de ello son las multitudinarias marchas a favor y en contra de su gestión en los últimos siete meses. Pero si quiere ir más lejos y reformar la Constitución de 1991, de la que aún ensalza sus virtudes, tendrá un camino mucho más pedregoso.

Un lector asiduo

No está claro desde hace cuánto Antonio Negri entró a ser una de los autores habituales que estudia el jefe de Estado, pero sí existen algunas pistas. En las semanas previas a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2018, en las que obtuvo la segunda votación, Petro agradecía en su cuenta de X —Twitter, por entonces— la declaratoria de apoyo por parte de un académico y aseguraba que en su juventud solía leer los textos del sociólogo brasileño Michael Löwy “sobre los intelectuales y la transformación social”, y “ahora” se había convertido en “un lector asiduo” de Negri. En esa misma red social hay registro de un evento en el que ambos participaron en noviembre de 2012. A través de una resolución de ese mismo día, Petro, en su primer año como alcalde de Bogotá, declaró “huésped ilustre” de la ciudad al italiano y reconoció “sus extraordinarios aportes a la filosofía política mundial”.

Para Petro no se trata sólo de admiración y simpatía por la producción de un intelectual. Su deseo, ha dicho, es incorporar esas ideas a su quehacer. “La acción política sin teoría es un estrellón mortal”, afirmaba en octubre de 2016 ante un auditorio de estudiantes de la Universidad Nacional. Había sido invitado a dictar una conferencia, la cual tituló ‘Poder constituyente, Gramsci y Negri en la paz de Colombia’. Vistiendo un suéter amarillo y parado detrás de una larga mesa, reconocía la influencia de Negri en su etapa gobernando la capital del país. “Fue el espíritu teórico detrás del progresismo, de la versión que nos llevó a ser alcaldes”, dijo.

En el prefacio de su libro El poder constituyente, cuya primera edición se publicó en 1992, Negri escribió que “el poder constituyente consiste, como hemos sostenido, en la capacidad de instaurar un ordenamiento de libertad e igualdad, haciendo de ese fundamento pasional e ideal una máquina multitudinaria, esto es, un dispositivo de composición de la multiplicidad encaminado a la creación de instituciones comunes”. Las multitudes sin duda se han movilizado, pero falta tiempo para saber si será para la creación de algo nuevo que tenga la cara, o no, de una Asamblea Constituyente.

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