Petro se apunta su mayor victoria cerca del ecuador de su mandato

El presidente colombiano logra sacar adelante con facilidad la reforma pensional en el Congreso y encara ahora asuntos que se le resisten como la paz con el ELN, la transición energética o el sistema de salud

Gustavo Petro, presidente de Colombia.Luisa Gonzalez (REUTERS)

Al Gobierno de Gustavo Petro todo le ha costado mucho trabajo, como si llevase atado un fardo a la espalda. Cada paso que ha dado ha encontrado resistencias externas y a menudo también internas. Por eso ha sorprendido tanto que haya logrado aprobar la reforma de las pensiones con tanta facilidad, sin debate ni modificaciones en el Congreso. Además, no es que se trate de un asunto menor: supone cambiarlo casi por completo y así incid...

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Al Gobierno de Gustavo Petro todo le ha costado mucho trabajo, como si llevase atado un fardo a la espalda. Cada paso que ha dado ha encontrado resistencias externas y a menudo también internas. Por eso ha sorprendido tanto que haya logrado aprobar la reforma de las pensiones con tanta facilidad, sin debate ni modificaciones en el Congreso. Además, no es que se trate de un asunto menor: supone cambiarlo casi por completo y así incidir de manera directa en el futuro de todos los ciudadanos, sobre todo los más pobres. Este ha sido uno de los grandes empeños de Petro, que en muchos de sus discursos, en campaña y después como presidente, se ha referido a “los viejos y las viejas” que no contaban con una asignación mensual por haberse dedicado al trabajo informal. El caso es que ha tocado algo que era necesario y urgente: la OCDE destacaba que Colombia era el único país de América Latina cuyo sistema de pensiones incrementaba la desigualdad.

De paso, ha dejado sin argumentos a algunos de sus críticos. Parecía que el presidente había decidido dejar de entablar acuerdos con el resto de partidos en el Congreso y ejecutar los cambios por la fuerza de los hechos, como ha actuado con la reforma a la Salud, que se la rechazaron en la Cámara. Pero la verdad es que ha seguido tratando de aglutinar mayorías legislativas. La gente que lo rodea ha estado estas semanas tejiendo estos pactos. Cuando suena un teléfono en el Congreso y alguien lo descuelga, a menudo al otro lado de la línea se encuentra Laura Sarabia, la número dos de Petro. La Casa de Nariño, la residencia presidencial, no está tan aislada y encerrada en sí misma como muchos quieren hacer ver.

No ha sido el único proyecto que el Gobierno ha tratado de sacar adelante. En los últimos 10 días de periodo legislativo apretó el acelerador para aprobar las reformas educativa y laboral, pero aún no ha logrado los consensos suficientes. De aprobar la educativa en los próximos días y avanzar con la laboral, el Ejecutivo cumplirá dos años con resultados destacables. La pensional no es poca cosa, pero resulta insuficiente si se tiene en cuenta todos los frentes que abrió Petro desde que llegó al Gobierno. Esta conclusión no asusta nadie. El propio presidente ha dicho más de una vez que todo va más lento de lo que a él le gustaría y a menudo ha azuzado a sus ministros, siente que no son todo lo eficientes que podrían ser. Por eso, a pesar de que en el Congreso pueda conseguir algunas victorias importantes, no se le quita de la cabeza un proceso constituyente con el que hacer un cambio total, radical, la clase de país que lleva en la cabeza.

Esta victoria que se ha apuntado con las pensiones no tapa que otros asuntos en los que ha puesto Petro mucho empeño se le resisten. El proceso de paz con el ELN se ha vuelto tan enrevesado y camina tan despacio que ha perdido el interés. El presidente se desespera con los jefes guerrilleros y les insta a que den muestras de querer alcanzar la paz, pero ellos siguen enfrascados en un discurso setentero que obvia que al otro lado de la mesa tienen a un presidente de izquierdas que incluso integró de joven un grupo armado. Querer transformar las institucionalidad colombiana desde la selva, con un fusil en el hombro, resulta anacrónico. El caso es que difícilmente se les presentará otra oportunidad parecida. A día de hoy, no hay mucha esperanza de que se llegue a un acuerdo en el corto plazo. Se tiene la sensación de que los dos años que quedan de Gobierno, hasta el 2026, no serán suficientes para dar por finiquitada la última guerrilla de América Latina.

Otros retos quedan en el aire: la transición energética, la reforma agraria, la modificación del sistema de salud. Cada uno de ellos presenta sus propia dificultad. Paradójicamente, el último buen resultado en el Congreso contradice al Petro que se queja del bloqueo institucional y asegura que todo está montado para que nada cambie, para que el sistema “ultraliberal” que cree que impera en Colombia se perpetúe por los siglos de los siglos. Cuando ha llegado a mayorías, sus reformas han pasado. Aún así, cree que no es suficiente y que todo el sistema necesita un gran empujón. Le quedan dos años para tratar de mover esa pesada roca.

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