Una plaza de Bolívar repleta aplaude las reformas de Petro
Más de 55.000 manifestantes en Bogotá acuden al llamado del presidente y lo impulsan en su búsqueda por la aprobación de su agenda de cambio
La gente llega por borbotones al Parque Nacional de Bogotá, en esta mañana de miércoles feriado. Son las ocho y media y miles de asistentes ya ondean las banderas de los principales partidos de izquierda y sindicatos del país. Camiones con bocinas expresan su apoyo al paquete de reformas del Gobierno y grupos de percusión, conformados en su mayoría por jóvenes, dan un tono más festivo a la tradicional jornada de reivindicación. El Primero de Mayo, fecha en la que anualmente se conmemora el Día Internacional de los Trabajadores, fue elegido por el presidente Gustavo Petro ...
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La gente llega por borbotones al Parque Nacional de Bogotá, en esta mañana de miércoles feriado. Son las ocho y media y miles de asistentes ya ondean las banderas de los principales partidos de izquierda y sindicatos del país. Camiones con bocinas expresan su apoyo al paquete de reformas del Gobierno y grupos de percusión, conformados en su mayoría por jóvenes, dan un tono más festivo a la tradicional jornada de reivindicación. El Primero de Mayo, fecha en la que anualmente se conmemora el Día Internacional de los Trabajadores, fue elegido por el presidente Gustavo Petro para invitar a sus simpatizantes a las calles. Acuden masivamente al llamado.
La unión de fuerzas entre las organizaciones obreras y la Administración resulta en una multitudinaria marcha. La movilización parece dejar sin piso las versiones sobre un supuesto debilitamiento en el poder de convocatoria del jefe de Estado, por lo menos entre sus bases. Demuestra que tiene cómo pelearle la calle a la oposición, que hace 10 días también protagonizó una inmensa manifestación, en la que participaron más de 400.000 personas en todo el país. Este miércoles, al menos 55.000 han salido solo en Bogotá, según la Alcaldía. Al momento de publicar este artículo, no existen cifras oficiales sobre la cantidad de asistentes en las demás ciudades.
De los cuatro puntos de partida determinados para la movilización en la capital, el Parque Nacional es el que más gente recibe. Es el lugar escogido por varios funcionarios del Gobierno para hacer acto de presencia. Uno de ellos es Néstor Osuna, el ministro de Justicia. Camina entre la multitud, rodeado por sus guardaespaldas, que tratan de controlar a quienes se acercan a pedirle una fotografía. “Vine a acompañar a los trabajadores en su día, a compartirles el respaldo del Gobierno y reiterar nuestro compromiso de seguir trabajando por sus causas de reivindicación y un país más igualitario”, afirma tras ser interpelado por EL PAÍS.
Un grupo de asistentes está uniformado de camisetas con mensajes que exigen la aprobación de la reforma a la salud, una obsesión de Petro y la iniciativa que más debate ha suscitado entre la ciudadanía. Luis Carlos Leal, superintendente de Salud, destaca entre ellos. El rol de este político de izquierda ha sido clave debido a que la institución que preside intervino hace un mes a Sanitas, una EPS con cerca de seis millones de afiliados y que ha expresado abiertamente su desacuerdo con la reforma. Semanas más tarde, el Gobierno anunció un acuerdo con ocho de las principales EPS del país para presentar una “nueva” reforma. Las facultades de la Superintendencia sobre las entidades del sector planean sobre las negociaciones.
“El reconocimiento de que la salud puede transformarse y que las personas puedan acceder a un sistema preventivo, que piense en atenderlas antes de que sufran una enfermedad, es más que razonable. Es importante que en el día que se conmemora la defensa de los derechos de los trabajadores se reclame un derecho fundamental como la salud”, explica Leal. Unos pasos adelante están Gloria Inés Ramírez, ministra de Trabajo y miembro del Partido Comunista, y Luis Carlos Reyes, director de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN), un académico que se ha hecho conocido en las redes sociales como Mr. Taxes.
Todos van en dirección al sur, por la carrera séptima, arteria vial de la capital colombiana. Unas cuadras más adelante aparece su jefe, el presidente Gustavo Petro. La aparición del primer mandatario dispara la algarabía de los asistentes. Petro se mueve entre empujones, su equipo de seguridad y una multitud que grita por su atención. Es casi el mediodía y está por cumplirse el momento que el jefe de Estado lleva esperando una semana y media.
Luciendo la gorra que no se ha quitado en un mes, Petro hace su ingreso a la Plaza de Bolívar, el corazón histórico de Bogotá. Cruza un mar de miles de personas y pancartas que lo esperan al canto de “¡Petro, amigo, el pueblo está contigo!”, y sube a una tarima contigua al Capitolio. Un funcionario del Gobierno anuncia su llegada y aumenta la euforia. A la par suena el himno nacional. Son las 12 en punto, la hora que había anunciado el Gobierno; una prueba de puntualidad inusitada en un mandatario famoso por sus demoras. Momentos después, Petro se acerca al micrófono. “Gracias a todas y todos ustedes”, dice. Así da inicio a su discurso, que se mueve entre demandas y confrontación. Mientras habla siguen llegando personas a la plaza.
A lo largo de la próxima hora, el mandatario defiende sus cuestionadas reformas, ataca sorpresivamente al expresidente Álvaro Uribe —desde su posesión en el cargo, había evitado formularle recriminaciones públicas— y propone “un acuerdo nacional” con la oposición. Pero, antes, comparte una decisión que despierta júbilo y celebración entre la muchedumbre, repleta de banderas de Palestina. “A partir de mañana, Colombia romperá relaciones diplomáticas con Israel. No pueden volver las épocas de genocidio y exterminio de un pueblo entero. Si muere Palestina, muere la humanidad”, declara. El público, feliz, contesta con gritos de “¡Petro se queda!”. Es una respuesta al cántico más empleado en las marchas opositoras del pasado 21 de abril: “¡Fuera Petro!”.
Tras terminar de criticar a Israel y a su primer ministro, Benjamín Netanyahu, el mandatario colombiano se enfoca en la política local. Hace honor al Día del Trabajador y habla sobre su reforma laboral. Alega que Colombia es el país con los horarios laborales más largos de América Latina y la menor productividad de todos los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). A continuación, responsabiliza de esa práctica a su viejo rival político: “Uribe se ha equivocado de cabo a rabo”. Los asistentes, muchos de ellos integrantes de los principales sindicatos del país, vitorean en respaldo.
“Esta manera de pensar, que dice que la ganancia de los empresarios se extrae de extender la jornada hasta cuando físicamente es imposible, es un pensamiento del siglo XIX. La élite colombiana es nostálgica de la esclavitud”, continúa. En cambio, Petro y su Gobierno han abogado por una reforma laboral que, según él, “busca mejores salarios, más descanso y mayor estabilidad”. La propuesta no ha avanzado mucho; se enfrenta a su primer debate en la Comisión Séptima de la Cámara.
Petro pasa a comentar la polémica reforma a la salud, el más sonado de sus proyectos legislativos. Justamente, agrupaciones de médicos fueron parte activa de la marcha en contra del Gobierno 10 días antes. Ese domingo, cientos de doctores salieron a las calles vestidos de batas blancas para demostrar su rechazo a esa propuesta, que finalmente se hundió en el Senado. Sin embargo, Petro insiste en el cambio. El respaldo que algunas EPS le han dado a un texto nuevo, en el que les asegura su supervivencia, puede ser definitivo para que sus intenciones se materialicen. En la Plaza de Bolívar este miércoles, sin una bata blanca visible, el presidente repite su discurso sobre la necesidad de transformar el sistema de atención médica: “La salud no puede ser un negocio. Tiene que ser un derecho universal de todas las colombianas y los colombianos”. Lo dice y otro cántico pro Petro se apodera de la plaza. La voz del presidente se pierde en los gritos.
Cuando sus palabras vuelven a oírse, Petro está enfocado en la reforma pensional. Dedica un par de minutos a la importancia de que “las viejas y viejos puedan descansar”, luego de una vida entera de trabajo. Enseguida arremete otra vez contra Uribe y la marcha del 21 de abril. “Yo no pertenezco a esa oligarquía colombiana”, señala. Para Petro, esa “oligarquía” fue la que salió a la calle hace 10 días.
Enfatiza en que son ellos, los uribistas, los que critican sus políticas y sus reformas. “Quieren volver a los [gobernantes] de antes. A los que mataron a 6.400 jóvenes con dinero público”, ataca, en referencia a los asesinatos de civiles disfrazados de guerrilleros que cometieron militares en los primeros años del mandato de Uribe, escándalo conocido como los falsos positivos. Finalmente, admite que esta marcha es su “respuesta” a la del 21 de abril; la multitud estalla en alegría. El presidente explica que no les hará caso a los 400.000 colombianos que se manifestaron en contra de él. En cambio, seguirá adelante con lo que ha propuesto: “No vamos a retroceder. Vamos por el camino del cambio”.
Tras más de una hora de discurso y casi cinco de marcha, los asistentes empiezan a vaciar la plaza antes de que Petro termine de hablar. Las banderas y camisetas de la selección nacional salen por donde entraron: la icónica carrera séptima. Cuando Petro finalmente acaba, la energía vuelve subir una vez más. Gritos de “¡Petro se queda!” llenan el aire. Los acompaña el sonido de tambores; algunos simpatizantes incluso terminan el día bailando. Es una especia de final feliz a una marcha pácifica y multitudinaria, pero que no parece haber superado en asistencia a la de hace 10 días.
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