La crisis de salud mental de los niños y los adolescentes aumenta las cargas de los adultos y los expertos
Los cambios acelerados en el mundo, el uso excesivo de los dispositivos y las redes sociales y las consecuencias de la pandemia están afectando a los menores
Las cifras sobre depresión y ansiedad en niños y adolescentes son contundentes. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2021 uno de cada siete jóvenes de 10 a 19 años padecía algún trastorno mental, y la depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento estaban entre las principales causas de enfermedad y discapacidad entre los adolescentes. Además, el suicidio era la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. En Colombia, ...
Las cifras sobre depresión y ansiedad en niños y adolescentes son contundentes. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2021 uno de cada siete jóvenes de 10 a 19 años padecía algún trastorno mental, y la depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento estaban entre las principales causas de enfermedad y discapacidad entre los adolescentes. Además, el suicidio era la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. En Colombia, un informe de la Procuraduría General de la Nación revela que en el primer semestre del 2023 se reportaron 479 suicidios en jóvenes, 142 en adolescentes y 1 en un niño, y que las edades con mayor índice de problemas en salud mental son de 17 a 24 años, seguido por 12 a 16 años y 6 a 11 años.
Esos datos no lo explican todo. Detrás de ellos están las razones de lo que está pasando, pese a que todavía no se conocen todas las consecuencias que están dejando los acelerados cambios en el mundo ni las que dejó la pandemia. En todo caso, la crisis tienen nombres propios con dramas familiares, como el que está tras la reciente noticia del posible suicidio de una niña de 12 años en un paseo de su colegio a Villa de Leyva. Una crisis que se nota en los comentarios de muchas madres o padres que, en grupos de Facebook u otras redes sociales, preguntan si alguien conoce a un experto en salud mental para su hijo o hija que está teniendo ataques de pánico, que no puede dormir solo aunque ya lo debería hacer, que es un adolescente que se está autolesionando. Muchos comentan que sus hijos llevan semanas apáticos y muy irritables, o que expresan que no quieren seguir viviendo.
Los expertos consultados por EL PAÍS coinciden en que ahora problemas del estado del ánimo, como la ansiedad y la depresión, están apareciendo en edades más tempranas, en niños de 6 o 7 años, y que sus consultas están desbordadas. Muchas familias no encuentran una cita médica, o solo consiguen para enfrentar una espera muy larga. Como resume Juana Morales, psicóloga de niños, niñas y adolescentes, “nunca habíamos tenido estas cifras”. En el caso del psiquiatra infantil y de adolescentes Christian Muñoz Farías, la consulta ha aumentado en más del 60%.
El también miembro de la Asociación Americana de Niños y Adolescentes explica que hoy en día hay más estresores psicosociales y medioambientales que hace 30 años, lo que lleva a los niños a estar sujetos a una mayor exigencia. José Posada Villa, médico psiquiatra, docente universitario e investigador, lo explica de la siguiente manera: “Todos los cambios, sociales, culturales, familiares y económicos que están pasando en el mundo están incrementando factores de estrés, especialmente en niños, niñas y adolescentes que están viviendo estos cambios de manera muy rápida, por lo tanto, los están llevando a unos niveles de estrés que pueden desencadenar, ansiedad, depresión y cambios comportamentales”. El experto afirma que esta población está viviendo en una sociedad completamente distinta a la de sus padres en lo que respecta a asuntos como el género, las fuentes de trabajo, o las formas de estudiar, vivir el mundo o pensar el futuro. Eso los está presionando, afirma, en lo emocional y en lo mental.
A estos cambios históricos estructurales, dice Muñoz, se suman las consecuencias puntuales de la pandemia: “El aumento de la depresión y la ansiedad en niños y adolescentes es una realidad postpandemia, el impacto de haber estado aislados, de haber estado sin la posibilidad del escenario ideal para el neurodesarrollo generó cambios en la percepción de desempeño de ellos mismos y les ha costado mucho trabajo volver nuevamente a adaptarse”, resume. Juana Morales concuerda, y explica que durante la pandemia los adolescentes “perdieron oportunidades para una de las experiencias más importantes que deben tener y es las relaciones sociales con sus pares. Esta falta de exposición también pareciera que puso a nuestros niños y adolescentes en menos escenarios de práctica para manejar tolerancia, resistencia al malestar y desarrollar estrategias en resolución de conflictos”.
Al parecer, sostiene la psicóloga, también redujo su ventana de tolerancia, es decir, el espacio que tienen todos los seres humanos para transitar por el malestar. Con la pandemia, experiencia del malestar es mayor. Por ejemplo, continúa Morales, los adolescentes o niños que no los invitan a una fiesta pueden tener una sensación de muchísimo malestar, pero con una ventana de tolerancia más amplia y mayor exposición a experiencias en la vida, antes podían transitar por la situación con tristeza y aburrición. Ahora, afirma, este mismo hecho puede generar desesperanza y depresión, “una incapacidad de tolerar el sufrimiento”. Su hipótesis es que, de nuevo, hay elementos más de fondo que se suman a las consecuencias de la pandemia: “hemos entrado en una cultura donde las familias no queremos que nuestros niños sufran. Confundimos el sufrimiento con el malestar y el malestar con la incomodidad, como si todo estuviera metido en el mismo saco”.
El efecto de la tecnología
El psiquiatra Muñoz explica que a los nuevos estresores que menciona se han sumado las redes sociales y los dispositivos, que están afectando la forma en que niños y adolescentes ven el mundo y viven su vida. Siempre se ha dicho que la familia, el colegio y la ciudad educan a los niños, pero la psicóloga Morales señala que ahora las redes sociales también juegan un papel muy importante. Especialmente en la adolescencia, una etapa de la vida en la que la apariencia física, el qué dirán y la pertenencia a un grupo son muy importantes. Los expertos consultados concuerdan en que las redes muestran estándares muy altos de vida que no coinciden en la realidad, y que esto afecta la manera en que los adolescentes se ven a sí mismos, pues muchas veces se perciben como personas que no cumplen con lo que la sociedad les exige.
Adicionalmente, el uso frecuente de las redes sociales genera dopamina, un neurotransmisor que activa un sistema de recompensa en el cerebro. Eso lleva a que la persona quiera repetir la experiencia una y otra vez. Esto, según los expertos, está afectando la manera en que el cerebro regula los estados de ánimo.
¿Qué hacer?
Los expertos coinciden en que la depresión en niños y adolescentes no se presenta de la misma manera que en los adultos y no siempre es fácil de identificar. Los niños pueden perder su interés en jugar, revertir el control de esfínteres, rechazar el dormir solos, o tener manifestaciones físicas, como dolores frecuentes de estómago o de cabeza. Los adolescentes pueden volverse irritables, introvertidos, dormir más de la cuenta o descuidar su apariencia física.
Es importante que los adultos presten atención cuando un niño o un adolescente diga que se quiere morir o que le ha perdido el gusto a la vida, dicen los consultados. Aconsejan no tener miedo a hablar del tema y preguntarles claramente si han pensado en quitarse la vida. Muchas veces, el hecho de poder compartir las emociones y los sentimientos alivia su carga. Morales sostiene que las habilidades emocionales se aprenden con la experiencia y no con las palabras, por lo tanto, los padres deben dejar que sus hijos se expongan a las situaciones normales de la vida, no solo hablarles.
La sociedad, por lo pronto, explica Posada Villa, debe entender que esta generación es diferente. En lugar de juzgarla, los adultos deben conocerla y mirarla con unos nuevos lentes, que le permitan aceptar una realidad diferente y apoyarla, darle contención en términos psicológicos. Por eso, los expertos consultados recomiendan a los padres que consulten a un profesional de la salud mental si sospechan que algo no anda bien con sus hijos. La prevención es muy importante, afirman, y los adultos deben tener claro en algunos casos la medicación puede ser necesaria, siempre acompañada de psicoterapia.
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