La caída de Rodolfo Hernández, el candidato extravagante que estuvo muy cerca de derrotar a Petro

El político que revolucionó la campaña presidencial de Colombia acaba de ser condenado por corrupción y una resolución disciplinaria le impidió competir en una gobernación a pesar de ser el favorito

Rodolfo Hernández llora durante la audiencia al conocer su condena, cuando ha revelado que tiene un cáncer terminal.

Gustavo Petro se tiene en mucha estima, pero incluso cuando era ya un político adulto, veterano, fajado en el Congreso, reconocido por ser antiuribista en un tiempo en el que Álvaro Uribe era amado por el colombiano medio ―Uribe había sabido captar como nadie el espíritu de su tiempo―, no albergaba la convicción profunda de que podía llegar a ser presidente de Colombia. Solo era un pensamiento que se le cruzaba a veces por la cabeza y se esfumaba como polvo en el aire. Entendió que esa posibilidad existió cuando, sin tener muchas esperanzas, pasó a la segunda vuelta en 2018 y se enfrentó a Iván Duque, el candidato que había puesto ahí Uribe sin que no se le conocieran muchos méritos ni mucho bagaje político. Igualmente, la ola conservadora que se opuso al proceso de paz llevó a Duque a la presidencia. Su mandato fue muy discreto y en 2022 el viento soplaba a favor de la izquierda. Ahí estaba Petro, en primera línea. Solo le quedaba un último paso, una campaña que parecía hecha a su medida.

De la nada, sin embargo, surgió un oponente inesperado. Empezó con un 3% de intención de voto en primera vuelta y una fórmula vicepresidencial que renunció al cabo de cinco días, pero poco a poco fue escalando hasta pulverizar al candidato de las corrientes conservadoras y los conglomerados empresariales que había sido alcalde de Medellín, Fico Gutiérrez. En su tierra, la ciudad de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, un señor mayor dedicado a la construcción, era querido y respetado. Cuando dejó de ser alcalde allí rozaba el 85% de popularidad, números que solo alcanzan personajes como Nayib Bukele. El resto del país apenas lo conocía, salvo por un par de noticias de carácter sensacionalista que había protagonizado, como un bofetón a un concejal de la oposición, un cantautor de buen corazón al que recibir ese golpe le cambió la vida. El compositor tuvo que dejar de salir de casa porque lo abucheaban y lo increpaban por la calle y en los restaurantes. En cambio, a Hernández le aplaudían la agresión: la gente lo interpretó como la constatación de que era un ciudadano normal que combatía a los políticos corruptos de toda la vida. La realidad es que el cantautor era un artista modesto e idealista que quería fomentar la cultura, y Hernández, que ahora tiene 78 años, un empresario millonario que durante su alcaldía hizo negocios y favoreció a conocidos. En el tiempo de las verdades alternativas, los hechos carecen de importancia.

En ese mundo regional, lejano a Bogotá, Hernández había construido un mito. Lo querían a derecha e izquierda. Petro, en la campaña de la primera vuelta, lo veía al principio como un elemento extraño, pero como no le falta intuición política se le encendió el sentido arácnido muy pronto. “Rodolfo es a quien hay que temer”, le dijo a sus asesores. A Fico lo daba por derrotado de antemano. La noche en la que ganó Petro la primera vuelta, en un hotel con historia llamado Tequendama, su cara era de preocupación. No pudo celebrar su primera victoria en unas presidenciales. Él y su equipo subieron a una habitación de una de las últimas plantas y constataron que estaban ante un rival peligroso, inesperado, que entraba por el mismo ojo de aguja de Trump y Bukele, por poner dos ejemplos. En ese momento, y esta no es ninguna exageración, Petro pensó que no iba a ganar las elecciones.

Pero Hernández se fue a Miami, alegando amenazas en su contra y al final, Petro le ganó por muy poco, apenas 3% del total de la votación. Tras los comicios, Hernández se fue de safari a África, o al menos eso dijo que iba a hacer. Era el tipo de cosas extravagantes que hacía y le sacaba una sonrisa a la gente, como consultar decisiones políticas a su madre, que ahora tiene 99 años. ¿Había nacido un jefe de la oposición que fiscalizaría a Petro a la manera en la que Petro fiscalizó a Duque? La duda se disipó enseguida: no. Renunció a su cargo como senador, volvía a Bucaramanga, no le interesaba Bogotá. Pero no era el fin de sus ambiciones políticas, él quería ser gobernador de esa región y se preparó para ello de cara a las elecciones regionales de 2023. Su tiempo, sin embargo, se había acabado, el pasado le atrapó de lleno. El Consejo Nacional Electoral (CNE) revocó su candidatura después de confirmar que estaba inhabilitado para competir, ya que la Procuraduría lo había sancionado disciplinariamente en tres ocasiones, una de ellas por la agresión al cantante, que se llama John Claro. Conste en acta.

Ese fue el primer revés de su lento declive, que se manifestó con todo su poder devastador este jueves. La tardía carrera política, volcánica, inesperada, ha llegado a su fin. En una audiencia por videollamada, fue condenado por corrupción por un viejo caso que tiene que ver con el tratamiento de las basuras durante su tiempo como alcalde. En esa trama hay algo sorprendente: su hijo le cobró a la empresa concesionaria un millón de dólares como mediación y el trato aparece en un contrato fechado, estipulado y con la firma de las partes. Es decir, la corrupción por escrito. Él decía que no conocía esa transacción, pero la justicia no le cree. Nunca unos jueces lo han tenido tan fácil. Su condena puede rondar, con el código en la mano, entre los 4 y los 12 años de prisión. Próximamente se sabrá con certeza qué pena le cae. La decisión es de primera instancia y puede ser apelada.

Hernández se quebró al conocer la resolución, se echó a llorar y reveló algo que pone los pelos de punta: “Tengo cáncer terminal. De todo pensaba, menos terminar procesado por cosas que yo no hice”. La noticia opacó su condena, la compasión en casos como este pasa por encima de las ganas de revancha por un caso bastante claro de aprovechamiento de los recursos públicos. Hernández surgió de la nada, brilló y se convirtió en un político de éxito si se atiende a su popularidad y los 10 millones de votos que sacó como candidato a la presidencia. Le faltó poco, muy poco para enfundarse la banda presidencial. La caída ahora ha sido dura y coincide con su estado delicado de salud. Pasa, seguramente, por el peor momento de su vida.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS sobre Colombia y aquí al canal en WhatsApp, y reciba todas las claves informativas de la actualidad del país.

Sobre la firma

Más información

Archivado En