Petro enfrenta una encrucijada ante las nuevas denuncias en contra de su amigo Hollman Morris

Pese a las acusaciones por acoso laboral y sexual, el presidente no le ha dado la espalda a uno de sus más fieles escuderos. Los recientes señalamientos ponen otra vez a prueba esta relación

Gustavo Petro y Hollman Morris.AP / Getty

Los señalamientos en contra de Hollman Morris son otra vez noticia. El asunto, que por años fue barrido debajo de la alfombra por algunos sectores de la izquierda, vuelve a tomarse la agenda nacional a raíz de las quejas formales presentadas por Lina Moreno y Silvia Ordanelli, las directoras de dos canales de televisión que pertenecen al Estado colombiano. Ambas manifiestan que han sido maltratadas por Morris, quien desde septiembre del año pasado fue apuntado por el presidente Gustavo Petro como subgerente de ...

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Los señalamientos en contra de Hollman Morris son otra vez noticia. El asunto, que por años fue barrido debajo de la alfombra por algunos sectores de la izquierda, vuelve a tomarse la agenda nacional a raíz de las quejas formales presentadas por Lina Moreno y Silvia Ordanelli, las directoras de dos canales de televisión que pertenecen al Estado colombiano. Ambas manifiestan que han sido maltratadas por Morris, quien desde septiembre del año pasado fue apuntado por el presidente Gustavo Petro como subgerente de RTVC, el sistema de medios públicos. “El panorama a nivel laboral se tornó hostil, agresivo, ofensivo y con permanentes abusos y faltas de respeto en contra de la dignidad y derecho que tengo como trabajadora oficial”, señala Ordanelli en una carta dirigida a sus superiores. Esta acusación se suma a las denuncias de otras cuatro mujeres, que desde 2019 responsabilizan a Morris de acoso sexual y maltrato psicológico, y reaviva la pregunta sobre si seguirá contando con el respaldo de Petro —como hasta ahora— o finalmente este soltará su mano.

Morris es petrista desde antes de que el término petrista existiera. Inició su carrera de periodista a principios de la década de los noventa, cuando todavía era estudiante de la Universidad Javeriana, en Bogotá, y cosechó experiencias en radio, televisión y prensa. Tuvo que exiliarse en España por motivos de seguridad, mientras cubría los diálogos de paz entre la Administración de Andrés Pastrana y las FARC, y regresó al país para unirse a la campaña presidencial del líder de izquierda Luis Eduardo Garzón. Un año más tarde, en 2003, fundó Contravía, su propio programa de televisión, y en la primera emisión entrevistó a un joven Gustavo Petro, quien recién empezaba su segundo periodo en el Congreso. Ese momento marcó la vida de ambos, especialmente la de Morris.

La jefatura de Estado en esa época estaba en manos del derechista Álvaro Uribe, cuyos históricos índices de aprobación y mayorías legislativas lo impulsaron a ser el primer presidente de la historia reciente de Colombia en ser reelegido. A lo largo de sus dos cuatrienios, Petro se convirtió en una de las figuras más visibles de la oposición, denunciando hechos de corrupción y vínculos entre grupos paramilitares y miembros de la bancada de Uribe. Estas incriminaciones recibieron eco en Contravía, lo que llevó a que el par de amigos fuera interceptado y seguido ilegalmente por el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), la institución estatal encargada de la inteligencia y contrainteligencia. Compartir la condición de perseguidos fortaleció su vínculo. “Cuando Gustavo me ha necesitado, yo he estado allí. Y en momentos muy difíciles de mi vida, él ha estado conmigo”, comentaría Morris en 2022.

Con aire en la camiseta tras 12 años como congresista y un tercer lugar en las elecciones presidenciales de 2010, Petro ganó de forma contundente la Alcaldía de Bogotá y nombró a Morris gerente de Canal Capital, la programadora de televisión que es propiedad del distrito. Esa designación marcó un punto de quiebre. La condición de periodista de Morris se fue diluyendo de a poco, volviéndose un defensor declarado del proyecto político de Petro y empleando los medios de comunicación con ese propósito. Renunció a la gerencia en 2014 y un año más tarde se lanzó al Concejo de la ciudad, empuñando las banderas de la Bogotá Humana, el nombre con el que Petro bautizó su mandato. Fue el único candidato del movimiento petrista en ganar una curul y fue crítico de Enrique Peñalosa, el nuevo alcalde.

Hasta ese punto, todo pintaba bien para Morris. Su periodo como concejal transcurría sin contratiempos, era el leal escudero del mayor fenómeno político de la izquierda colombiana en las últimas dos décadas y 2019 se proyectaba como su momento para perseguir su siguiente objetivo. Morris quería emular a Petro y gobernar Bogotá. Pero sus posibilidades de éxito se hundieron tempranamente. En enero de ese año, Patricia Casas, su expareja, lo denunció penalmente por violencia intrafamiliar y expuso públicamente la situación. Luego de su ruptura, explicó en W Radio, Morris incumplió los pagos acordados y dejó de sostener la educación de sus hijos. “El colegio de mi hija asume su alimentación. Ella le contó a un profesor y ellos tomaron la decisión de encargarse de la comida y de los útiles escolares”.

Sus palabras derrumbaron la aspiración de Morris, que aún era concejal. Casas ahondó en su testimonio y aseguró que el exgerente de Canal Capital le era infiel y consumía drogas psicoactivas. “Yo siempre fui la persona que le limpié la imagen a Hollman por 20 años. Le tapaba sus adicciones y sus malos actos, siempre estaba ahí a nivel personal y laboral”. Morris dio la cara ante la misma emisora, dos días después. Negó que omitiera los pagos para sus hijos, pero reconoció que había cometido errores y los atribuyó a la persecución que sufrió del DAS. “Soy un hombre que ha tenido problemas, que ha consumido drogas. Soy un hombre, soy un ser humano que ha vivido presiones como muchos colombianos.”.

Las acusaciones aumentaron. Otra denuncia por acoso sexual y laboral fue presentada ante la Fiscalía, una semana más tarde, por una antigua voluntaria de su equipo de trabajo en el Concejo. La mujer, que se hace llamar Natalia para proteger su identidad, relató a la revista Volcánicas que Morris la ultrajó en varias oportunidades con sus comentarios. “Me senté al costado izquierdo de Hollman. Él se golpeó las piernas con las palmas de sus manos y me dijo: ‘Siéntate acá, negrita, este es tu puesto’ y yo me negué”. En marzo de 2019, según comentó al medio de comunicación, fue abordada por hombres desconocidos, que la amedrentaron, introdujeron una pistola en su boca e intimidaron para que desistiera de su denuncia. “Nunca me quitaron el celular, ni me esculcaron la maleta, solo me dijeron que eso me pasaba si seguía hablando de Hollman, que me quedara callada. Que callada era mucho mejor para mí, mi mamá y mi hermana”.

Un fragmento de su versión ha sido secundada por Carolina Valencia, exsecretaria de Morris en su etapa de concejal y quien también lo denunció en 2021 por acoso y maltrato laboral. En entrevista con Caracol Radio, Valencia contó que Morris la trataba “a los hijueputazos” y posteriormente ignoraba sus reclamos. “Pedía hablar con él. Le decía lo que sentía y hacía cara de palo. Se quedaba callado y no me decía nada”. Agregó que a sus compañeros se les encargaba perfilar y seguir en redes sociales a cada uno de los enemigos de Morris, incluyendo a su expareja Patricia Casas. “Había una carpeta para cada persona. Yo las manejaba”.

La escritora María Antonia García es otra de las denunciantes. En una columna publicada en el periódico El Tiempo, en febrero de 2019, narró su experiencia ocurrida en 2011. “El episodio con Hollman Morris fue hace ocho años, en Madrid. Yo trabajaba para el diario El Mundo y me interesaba escribir un artículo sobre su documental Impunity. Nos reunimos en un sitio en el barrio Lavapiés y en algún momento en que yo conversaba con él, me agarró a la fuerza, me manoseó y me besó en la boca”. García radicó una acción por acto sexual violento ante la Fiscalía.

Hollman Morris compitió en las elecciones para la Alcaldía de Bogotá en 2019. Quedó tercero, muy por debajo de la ganadora Claudia López. Las declaraciones en su contra lo afectaron y causaron un rechazo sistemático de muchas mujeres que militan en la izquierda. Sin embargo, Morris nunca perdió el apoyo de Petro, quien lo acompañó en su aspiración. Para esos comicios hizo campaña presentándose como “el candidato de Petro” y en 2022, cuando persiguió una curul en el Senado por el partido progresista Fuerza Ciudadana, replicó la estrategia al apodarse “el senador de Gustavo Petro”. Ambas derrotas demostraron que la popularidad no es transferible.

Hollman Morris en Bogotá, el 13 de mayo de 2019.Daniel Garzon Herazo (NurPhoto via Getty Images)

Aun así Morris no quedó desamparado cuando su amigo ganó la Presidencia. Prueba de ello es que, pese a todo el ruido que lo rodea, llegó a la RTVC en condición de subgerente. Frente a las recientes incriminaciones advierte que no ha sido notificado por ninguna autoridad y que desconocen su derecho al debido proceso.

Para la socióloga y columnista Sara Tufano, quien apoyó la candidatura de Gustavo Petro en 2018 y luego rechazó su apoyo a Morris en 2019, es claro que al presidente “no le importa la erradicación de la violencia de género”. “He sabido que muchas de las denunciantes han hablado con Petro y él está al tanto de las denuncias. Creo que hay que empezar a cuestionar a Gustavo Petro. Él no es una víctima, él sabe y es consciente de lo que está haciendo. Sabía que poner a Morris en un puesto directivo iba a ser un riesgo para las mujeres”.

En marzo del año pasado, el primer mandatario celebró en su cuenta de X que las denuncias en contra de Morris fueron archivadas. Aunque el archivo implica la falta de soporte para documentar un delito, Petro afirmó que su amigo exconcejal había sido “declarado inocente”. La publicación fue comentada por María Paula Fonseca, la actual jefa de comunicaciones del Gobierno y pupila de Morris, quien aseveró que “se trató de una sucia estrategia de campaña”.

Con las nuevas denuncias hay expectativa de si el presidente, cuya popularidad está a la baja, mantiene su apoyo a Morris. No puede permitirse una salida en falso. Su hijo mayor, Nicolás, está en medio de un proceso judicial y sus reformas están estancadas en el Congreso. Sostener a su amigo es un peso adicional en medio de una coyuntura desfavorable.

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