Néstor Lorenzo lleva a la selección Colombia a un 2023 de ensueño
El entrenador argentino se afianzó en el banquillo con un invicto de 16 partidos, incluyendo victorias ante Alemania y Brasil
Desde hace varios años los seguidores del fútbol en Colombia no estaban satisfechos con el rendimiento de la selección. Carlos Queiroz y Reinaldo Rueda, luego del exitoso sexenio de José Néstor Pekerman, lideraron el banquillo técnico sin mayor éxito. El primero llevó al plantel a un quinto puesto en la Copa América de 2019 y se despidió tras una estrepitosa goleada a manos de Ecuador, suceso que se prestó para versiones sobre una supuesta ruptura entre el timonel portugués y los futbolistas. Y el segundo, si bien obtuvo un tercer lugar la Copa América de 2021, fracasó en el principal objetivo que se le exige a quien ocupa el cargo: clasificar a la Copa del Mundo. En un ambiente de derrota, que coincidió con un mal momento de los principales referentes del equipo, en junio de 2022 fue anunciado en su reemplazo el argentino Néstor Gabriel Lorenzo, un hombre poco conocido y que solo tenía como cartas de presentación su etapa como asistente de Pekerman en la tricolor y un torneo apertura en Perú con el Melgar. Su llegada marcó el inicio de un idilio que aún continúa.
Hay partidos que las fanaticadas dan por perdidos antes de disputarse. Eso le pasaba a Colombia con Brasil. Hasta noviembre, el registro de las 14 veces que se enfrentaron por eliminatorias mundialistas, arrojaba un saldo de siete victorias para los pentacampeones e igual cantidad de empates. En la memoria colectiva de los hincha cafetero, además, permanecía la derrota y eliminación del Mundial 2014, cuando la selección avanzó por primera vez a cuartos de final y fue enviada a casa por el combinado brasileño que jugaba de local, y era quizá el de menor brillo en las últimas décadas. La paternidad es incuestionable. Pero el pasado 16 de noviembre, por la quinta fecha de las eliminatorias, Colombia plantó cara a Brasil. Aquel encuentro pasó a la historia.
Lorenzo se jugaba un invicto ininterrumpido de 12 juegos en los 17 meses que llevaba en el cargo. Desde que debutó exitosamente contra Guatemala en un amistoso internacional celebrado en Estados Unidos (4 a 1), había sumado cinco empates y seis victorias más, frente a países de la Confederación Asiática, Conmebol, Concacaf y UEFA. El más sonante de los triunfos fue en junio de este año, cuando visitó a Alemania en el estadio de Gelsenkirchen para un cotejo amistoso y consiguió lo impensado: dominar a un elenco campeón del mundo en su propia casa. Dos anotaciones de Luis Díaz y Juan Guillermo Cuadrado validaron la superioridad de esa noche.
Colombia vive una paradoja: pese a no tener una historia futbolística con varios campeonatos —solo una Copa América se cuenta en el palmarés—, es alta la vara con la que se mide el desempeño de la selección. Por eso, para una porción de la afición no fue suficiente ganarle a Alemania y exigían a Lorenzo y sus dirigidos que validaran sus buenas presentaciones ante contrincantes de peso, en partidos que tuvieran puntos en disputa. Ahí radicaba la importancia del enfrentamiento con Brasil.
La afición llenó las gradas del estadio Metropolitano de Barranquilla motivados por ver a jugadores de primer nivel como Alisson Becker, del Liverpool; Gabriel Martinelli, del Arsenal; y Rodrygo Goes y Vinícius Júnior, del Real Madrid. Es uno de los atractivos de las eliminatorias suramericanas, que permiten que los aficionados en Santiago, Caracas o Lima vean a figuras que semanalmente compiten en las plazas más importantes de Europa. Aunque Colombia también tiene estrellas en la élite del fútbol —Luis Díaz, en el Liverpool, es el más visible de todos—, la supremacía de los brasileños es una realidad irrefutable. El triunfo de esa noche catapultó la fe de los colombianos en su selección y disipó muchas de las dudas que todavía giraban alrededor de las capacidades de Lorenzo.
Esa noche los cafeteros se vieron pronto en desventaja. Martinelli marcó a los dos minutos y parecía que los visitantes iban a seguir de largo. El segundo tanto de Brasil estuvo cerca de concretarse, de no ser por los palos y la buena actuación del portero Camilo Vargas. Faltando un cuarto de hora para el pitazo final, la mística del fútbol hizo su aparición y no pudo elegir a un mejor protagonista. Díaz, cuyo padre había sido liberado siete días atrás después de dos semanas de secuestro, inclinó la balanza a favor de Colombia con dos cabezazos que terminaron en el fondo de la malla. Los gritos de gol se multiplicaron por la historia personal del autor. Las cámaras de la transmisión captaron la emotiva celebración del padre y se materializó la primera victoria en eliminatorias sobre los brasileños.
Lorenzo tiene por cábala utilizar el mismo atuendo: camisa vinotinto y traje negro. Enfrentando las bajas temperaturas del invierno chileno o sudando bajo el calor de Barranquilla, no ha modificado su aspecto desde que venció a Guatemala. La superstición, de momento, ha funcionado. También rinden réditos sus apuestas por futbolistas a los que anteriormente se les negaron oportunidades en la selección. Jorge Carrascal, volante de creación del Dínamo de Moscú; Jhon Córdoba, centrodelantero del Krasnodar ruso; Jhon Arias, extremo del Fluminense; o Deiver Machado, defensor del Lens, son algunos ejemplos.
El entrenador argentino no teme al retocar sus planteamientos entre un partido y otro. Frente a Paraguay en Asunción —separado solo por cuatro días del histórico 2 a 1 ante Brasil— se la jugó por Yerry Mina en la zaga central, a pesar de que solo había disputado seis minutos en la Fiorentina. En aquel encuentro Colombia ganó y sacó el arco en cero. Probar con distintos laterales es otro rol característico. Aunque por derecha el más recurrente es Daniel Muñoz, del Genk belga, allí también han jugado Santiago Arias y Yerson Mosquera, ambos del Cincinnati de Estados Unidos. En izquierda pasa algo similar: Machado es el de mejor nivel, pero sin titubear Lorenzo le ha dado chances a Cristián Borja, del Sporting de Braga, y a Frank Fabra, de Boca Juniors. Las rotaciones se extienden a la mitad del campo, en donde ubica a Jhon Arias como interior, alejándose de su posición natural de carrilero, y delega la marca a diferentes futbolistas, entre los que destacan Kevin Castaño, del Cruz Azul mexicano, y Jhon Lerma, del Crystal Palace inglés.
La cereza del pastel está en el papel preponderante que el técnico asignó a James Rodríguez, uno de los máximos ídolos en la historia de Colombia. El jugador del Sao Paulo puso a soñar a todo el país hace nueve años, en el Mundial de Brasil 2014, con su desempeño y liderazgo. Su talento le aseguró un lugar en el Real Madrid, pero desde entonces se diluyó y no volvió a mostrar el mismo nivel. Pasos intrascendentes por el fútbol inglés, catarí y turco llevaron a que muchos le perdieran la fe e incluso exigieran su exclusión de las convocatorias. Pero Rodríguez, de la mano de Lorenzo, está viviendo el renacer de su romance con la hinchada colombiana. Con la banda de capitán y luciendo el dorsal 10 ha sido titular en las últimas cuatro fechas de eliminatorias y determinante en los triunfos obtenidos frente a Brasil y Paraguay.
Con el incremento de equipos que jugarán la próxima Copa del Mundo, de 32 a 48, es difícil que Colombia no clasifique: en Suramérica los cupos se ampliaron de cuatro a seis fijos, más uno por repechaje. Por eso, buena parte del objetivo es que el elenco llegue en alto nivel a la cita orbital, que se llevará a cabo entre junio y julio de 2026 en Norteamérica. Lorenzo no desaprovecha oportunidades para buscarlo. Para el 10 y 16 de diciembre, cuando enfrentó a Venezuela y México, elaboró una nómina compuesta, en su mayoría, por jugadores del fútbol suramericano que no había dirigido previamente, lo que le da más opciones para conformar el equipo. Tampoco falló y ganó ambos encuentros.
El pupilo de José Néstor Pekerman ilusiona nuevamente a los colombianos. En sus manos está mejorar lo hecho por su antiguo jefe, que en 2014 llevó por primera vez a Colombia a cuartos de final de una Copa del Mundo.
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