¿El momento en que se jodió Colombia?

Como preguntó Zabala, el personaje de Vargas Llosa en la novela ‘Conversación en la Catedral’, las elecciones de octubre pueden ser el momento en que se jodió Colombia

Un partidario de Pacto Histórico en Medellín, en mayo de 2022.Jaime Saldarriaga (AP)

¿Cómo puede ser el segundo año del gobierno Petro? ¿Qué se puede esperar?

En esencia, esta fase dependerá de: 1) qué pase en las elecciones de alcaldes y gobernadores del 29 de octubre; 2) si la economía entra definitivamente en recesión, como dice el Banco de la República, o si, como esperan los analistas privados, inicia pronto la fase de ascenso; y 3) la reacción de Petro a la crisis de gobernabilidad de mediados de año, que aún...

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¿Cómo puede ser el segundo año del gobierno Petro? ¿Qué se puede esperar?

En esencia, esta fase dependerá de: 1) qué pase en las elecciones de alcaldes y gobernadores del 29 de octubre; 2) si la economía entra definitivamente en recesión, como dice el Banco de la República, o si, como esperan los analistas privados, inicia pronto la fase de ascenso; y 3) la reacción de Petro a la crisis de gobernabilidad de mediados de año, que aún pesa sobre su Gobierno.

Tomemos primero el que podríamos llamar escenario “bueno-bueno” para la oposición. Es decir, la izquierda pierde las elecciones en las ciudades donde ha sido fuerte, como Bogotá, Cali y Cartagena; y en Medellín y Barranquilla los resultados se ajustan a las encuestas, con triunfos de Federico Gutiérrez y Álex Char.

Adicionalmente, la economía rebota del bajonazo de crecimiento, la confianza empieza a recuperarse, la inflación cede y, más pronto que tarde, el Banco de la República empieza a reducir, rápido y fuerte, su tasa de interés.

Esa mezcla llevaría a que el Congreso, y no el Gobierno, sea el que defina la agenda de reformas; esto es, qué se aprueba y qué no, como sucedió en el Gobierno de Iván Duque. Esa transición no estará exenta de drama, pues el presidente mantendrá la sensación de que ganó las elecciones y no lo dejaron gobernar, y seguirá fustigando a los empresarios, los medios y los partidos, acusándolos de lo que en realidad son derrotas autoinfligidas.

Entretanto, las Cortes estarán al frente de los nombramientos del fiscal general y pendientes, más tarde, de cinco nuevos magistrados para la Constitucional. Tendrán que producir fallos clave sobre el Plan de Desarrollo, la no deducibilidad de las regalías y las exóticas sobretasas a mineros y banqueros, y se mantendrán como muro de contención.

La prensa y los empresarios, después de soportar con paciencia y resignación meses de insultos presidenciales, estarán más legitimadas para seguir defendiendo lo bueno del pasado, que no es poco.

En ese caso es posible que se aprueben versiones moderadas de la reforma de pensiones y salud, preservando la provisión mixta, privada y pública del aseguramiento; sería difícil que prospere (de nuevo) la laboral, o las iniciativas invasivas en servicios públicos.

Si se materializa el bueno-bueno (para la oposición), tanto empresas como hogares mirarán con más tranquilidad su situación económica y la inflación en descenso dejará de ahorcar sus presupuestos. Los intereses bancarios en declive le darán un respiro necesario a la caja de las empresas y serán una oportunidad para que el crédito regrese a productores y familias, que es donde se pone a trabajar, aumentar activos y mejorar la calidad de vida.

Empezarán a surgir nombres de candidatos para las elecciones presidenciales de 2026, con el inicio del movimiento del péndulo político hacia el centro o el centro-derecha.

Ahora contemplemos el escenario opuesto. La izquierda gana en Bogotá, Cali y Cartagena, y la economía entra en recesión en el último trimestre de este año; o inclusive ya está en recesión, algo que sabremos cuando el DANE publique cifras del tercer trimestre, y eso se extendería al 2024.

La atención de la prensa y los empresarios empezará a privilegiar a personajes de esas tendencias políticas, y su éxito en 2026 se volverá una predicción autocumplida. Los partidos políticos se verían en el dilema de aceptar algunas de las intenciones más radicales del Gobierno en los temas de salud, pensiones y laboral. Y decaería la convicción inversionista por Colombia.

El Gobierno se sentiría más justificado en seguir matoneando a sectores clave como los hidrocarburos, las EPS, las electrificadoras, los industriales y los banqueros. Persistiría en la actitud de demostrar que el sector privado y los mercados libres no funcionan, y en inducir su transición a lo público, bien sea vía la intervención directa, en el caso de los servicios públicos; o a través de regulaciones invasivas que privilegien a los competidores públicos frente a los privados. Esta actitud empeoraría las perspectivas económicas.

Por las perspectivas mencionadas en los dos escenarios muestran que el segundo año de la administración de Petro será el periodo definitivo, donde se define la profundidad de su efecto sobre instituciones, mercados, incentivos, perturbaciones de la actividad privada. Por supuesto la realidad encuentra surcos distintos de los que esquematizamos. Algo intermedio, con tintes mezclados, puede ser lo que finalmente resulta sucediendo. Eso nos fuerza a estar alertas a las señales.

Como lo mostraron las elecciones de España y Chile, el 29 de octubre de 2023 cualquier cosa puede pasar. El Gobierno se empleará a fondo en promover a sus candidatos, y contará con una tremenda potencia logística en barrios pobres para que los votos volteen los resultados, y que las predicciones de las encuestas no se cumplan.

Como preguntó Zabala, el personaje de Vargas Llosa en la novela Conversación en la Catedral, las elecciones de octubre pueden ser el momento en que se jodió Colombia.

Si no se cubren todos los flancos y se fortalece la contención a las actitudes invasivas, abrasivas y disruptivas del ejecutivo, entraremos en una fase aún más desafiante de la que hemos vivido hasta ahora.

La cadena se rompe por el eslabón más débil. ¿Cuál podría ser el eslabón más débil en los 10 meses que van hasta el 7 de agosto de 2024? ¿Los votantes pobres, seducidos por los caramelos del Gobierno y la presión de los grupos armados? ¿Los empresarios y los medios de comunicación? ¿Los partidos políticos, algunos parlamentarios liberales, conservadores o de la U? ¿Los magistrados de las altas cortes?

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