Los ‘bukeles’ colombianos quieren poder
Una encuesta asegura que al 55% de los colombianos les gustaría un presidente como el salvadoreño. Algunos candidatos locales prometen importar su modelo de seguridad
A Nayib Bukele le gusta decir que es un elegido de Dios y ahora podrá decir que ha sido elegido alter ego de la ultraderecha colombiana. Hace algunos años, cuando en España estaba creciendo la semilla del partido de extrema derecha Vox -ese mismo que se ausentó del Congreso cuando iba a hablar el presidente colombiano, Gustavo Petro-, su líder Santiago Abascal acuñó un término: “la derechita cobarde”. Con él se refería a los partidos tradicionales conservadores, como el Partido Popular, que llevaba desde la restauración de la democracia relevándose el poder con los socialistas. Abascal venía a...
A Nayib Bukele le gusta decir que es un elegido de Dios y ahora podrá decir que ha sido elegido alter ego de la ultraderecha colombiana. Hace algunos años, cuando en España estaba creciendo la semilla del partido de extrema derecha Vox -ese mismo que se ausentó del Congreso cuando iba a hablar el presidente colombiano, Gustavo Petro-, su líder Santiago Abascal acuñó un término: “la derechita cobarde”. Con él se refería a los partidos tradicionales conservadores, como el Partido Popular, que llevaba desde la restauración de la democracia relevándose el poder con los socialistas. Abascal venía a decir que esa derecha se había desvirtuado, que él y los suyos representaban la verdadera, la valiente. Esa división de una derecha considerada pura y otra denostada por descafeinada se extendió rápido por toda Europa y lo hace ahora por América Latina. Kast en Chile, Bolsonaro en Brasil, Milei en Argentina. También se abre paso en Colombia, donde a falta de un liderazgo nacional, cada vez más personas buscan fuera de sus fronteras el modelo a importar: el del presidente salvadoreño y su autoritarismo.
Colombia entra en época electoral, el próximo 29 de octubre se celebrarán las elecciones locales. La cita es clave para Petro, no solo porque son las primeras de su mandato, sino porque de ellas depende que el poder regional esté del lado de su presidencia o del contrario. La derecha tradicional llega a las urnas en horas bajas, después de su fracaso en las generales de 2022, donde su candidato a la presidencia ni siquiera pasó a la segunda vuelta. Las cabezas visibles de la oposición están desdibujadas, dejando el protagonismo a la senadora del ala más radical, María Fernanda Cabal. Ella fue de las primeras en declararse admiradora del mandatario de El Salvador hace un par de meses. La semilla no solo prendió, sino que una encuesta de Datexco para W Radio publicada esta semana asegura que al 55% de los colombianos les gustaría un presidente como Bukele para su país.
En un país que poco ha conocido la paz, cuna de guerrillas, de paramilitarismo, de narcotraficantes y de grupos criminales, la seguridad siempre ha estado en el centro del debate. La derecha, como ha pasado en otros países, capitaliza en Colombia su defensa y a las fuerzas armadas. Esto se debe, en parte, a la política de seguridad que puso en marcha Álvaro Uribe, que llegó al poder en uno de los momentos más crudos de la guerra y que logró, con mano dura, arrinconar a las FARC y frenar la violencia descarnada que no solo se cebaba con los habitantes de las regiones, sino que encerraba a los capitalinos en sus apartamento de Bogotá. Uribe se ganó el respeto de muchos que priorizaron la seguridad frente a los derechos humanos, incluso aunque los dos mandatos del expresidente quedaran manchados con el escándalo de los falsos positivos, un sistema que premiaba a los militares por el número de muertos y que se llevó por delante la vida de 6.000 inocentes a los que se hicieron pasar por guerrilleros.
Bukele conecta a muchos colombianos con ese Uribe al que tanto echan de menos y que ya no reconocen. El expresidente vive ahora con solo medio pie en la política y sus últimas intervenciones más destacadas han sido por sus sorprendentes declaraciones a favor de Petro, con el que se ha sentado ya tres veces y al que incluso ha defendido en una reunión en la que un exaltado (de los suyos) empezó a vociferar contra él por exguerrillero. “En mi presencia, ningún insulto al presidente de la República”, le pidió el político. Desde ese día los uribistas más uribistas supieron que estaban huérfanos de líder.
El presidente de El Salvador encarna todo lo que un día fue Uribe, aunque llevado a un siguiente nivel. Bukele ha centrado toda su política en la guerra contra las pandillas y ha logrado reducir la violencia a costa de acumular abusos contra los derechos y libertades. Los salvadoreños, acostumbrados a una violencia de décadas que llegó a colocar al país como el más violento del mundo, se lo perdonan todo. Es el mandatario con más popularidad de la región.
Bukele salió orgulloso este domingo a celebrar que el país llevaba, según él, 365 días sin homicidios. Una supuesta paz que se rompió este martes con el asesinato de un policía. La respuesta del presidente fue furibunda: “Que sepan todas las ONGs de “derechos humanos” que vamos a arrasar con estos malditos asesinos y sus colaboradores, los meteremos en prisión y no saldrán jamás. No nos importan sus reportajes lastimeros, sus periodistas prepago, sus políticos marionetas, ni su famosa “comunidad internacional”, que jamás se preocupó por nuestra gente. Sanaremos nuestro país y eliminaremos esta peste por completo. Llévense sus recetas fracasadas para otro lado”.
La receta del salvadoreño ha podido verse en los últimos meses en las imágenes de miles de pandilleros maniatados, semidesnudos y arrodillados, preparados para llenar la que ya es la mayor cárcel de América Latina, una prisión construida por el presidente para albergar 40.000 personas. Esa cárcel también entró en el debate colombiano.
“¿Usted está de acuerdo o en desacuerdo con la megacárcel que construyó el presidente Nayib Bukele de El Salvador?”, preguntó la misma encuesta en Colombia. El 67% respondió que sí. La pregunta, más allá de una aparente campaña de bukelizar la política nacional, se sostiene porque Petro arremetió contra la cárcel a través de Twitter. Cabal pudo atraer a Bukele a Colombia, pero el presidente sirvió de altavoz durante un par de semanas, en las que se refirió al salvadoreño en multitud de ocasiones en las redes sociales. La revista Semana también aprovechó el tirón y le dio una portada que tituló: “El milagro Bukele”.
Los imitadores no han tardado en aparecer. La inseguridad sigue siendo uno de los principales temas en el país. La paz total que persigue Petro para pacificar el país con la negociación con todos los grupos criminales aún no ha dado frutos. En los últimos días, un candidato a la alcaldía de Cali, el derechista Jaime Arizabaleta, se ha presentado como el Bukele colombiano. “Hay que asesorarse con los que saben, por eso me acercaré al gobierno Bukele para mirar qué podemos adaptar de su modelo de seguridad y que bandidos, ladrones y sicarios tengan su merecido”, dijo.
No es el único, el candidato a la alcaldía de Valledupar Camilo Quiroz, que no ha militado en la derecha, incluso viajó a El Salvador la semana pasada: “Valledupar me duele y por protegerla, estoy dispuesto a sobrepasar fronteras. La inseguridad se combate de la mano de quienes saben, por eso agradezco al gobierno de Nayib Bukele y al alcalde [de San salvador] Mario Durán, por abrirme las puertas de San Salvador y estar dispuestos a visitar Valledupar para ayudarnos a superar esta ola de violencia y criminalidad”.
Aún quedan cinco meses para las elecciones locales, las candidaturas aún están definiéndose, y está por ver si los adoradores del salvadoreño ganan en las urnas. Pero una sola mirada a Twitter muestra que la base de seguidores de este modelo crece. Una cuenta de la red social que se hace llamar Opositor lanza de vez en cuando el siguiente mensaje: “Necesitamos urgente un Bukele para Colombia”.
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