Patricia Ariza, la dramaturga que será la nueva ministra de Cultura en Colombia
La artista ha sido militante en la izquierda colombiana y uno de los referentes del teatro en el país
La directora de teatro y dramaturga Patricia Ariza ha sido designada por el presidente electo Gustavo Petro como nueva Ministra de Cultura. Se trata de una artista feminista que ha hecho un trabajo durante años con comunidades marginadas, que ha sido militante en la izquierda, que es cercana a movimientos de artistas independientes, y que fue de las pioneras de lo que en Colombia se llamó el Nuevo Teatro.
“Un estallido de cultura en toda Colombia para la Paz y la convi...
La directora de teatro y dramaturga Patricia Ariza ha sido designada por el presidente electo Gustavo Petro como nueva Ministra de Cultura. Se trata de una artista feminista que ha hecho un trabajo durante años con comunidades marginadas, que ha sido militante en la izquierda, que es cercana a movimientos de artistas independientes, y que fue de las pioneras de lo que en Colombia se llamó el Nuevo Teatro.
“Un estallido de cultura en toda Colombia para la Paz y la convivencia”, dijo el presidente electo al anunciar a la nueva Ministra. “Una cultura para la identidad para dinamizar la colombianidad diversa”. A diferencia de los otros dos ministros ya anunciados por Petro —Cancillería y Hacienda, que serán dirigidos por exfuncionarios del partido conservador y liberal— Patricia Ariza sí viene de una larga militancia desde el epicentro de la izquierda. Es también la primera mujer que anuncia Petro en su nuevo gabinete, que el presidente electo prometió será paritario.
Ariza es una mujer de 76 años que nació en el departamento de Santander, que estudió artes plásticas en la Universidad Nacional, y que se volvió central en la escena cultural bogotana desde los años sesenta. Junto con el dramaturgo Santiago García (fallecido en 2020) fueron fundadores de la Casa de la Cultura, luego renombrada como Teatro La Candelaria, un teatro independiente y contestatario que formó a varias generaciones de actores e introdujo al país al Nuevo Teatro: obras que denunciaban la realidad de Colombia y en el que la creación colectiva la hacían en conjunto actores y directores.
“Son obras complejas. Tardamos años en montarlas pero también tienen un largo recorrido. Algunas de 20 años”, contó Ariza a El País en 2009, cuando fue homenajeada en el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz. Entre sus obras están El Viento y la Ceniza, sobre la violencia de la conquista española, Camilo Vive sobre el asesinato al sacerdote de izquierda Camilo Torres o Mi Parce, un monólogo contado por la novia de un sicario.
Pero además Ariza es una artista que ha buscado trabajar en obras de teatro con comunidades marginadas —desplazados por la violencia, habitantes de la calle, o víctimas de la guerra. En 2016 dirigió Memoria, una obra sobre las mujeres que han sido desplazadas por la violencia y que guardan en sus testimonios la verdad de la guerra.
Ariza es militante de izquierda. “Pertenezco a la historia de la resistencia”, dijo a El PAÍS. Su padre era militante gaitanista –admirador de Jorge Eliecer Gaitán, el mártir asesinado en 1948– y ella se unió en Bogotá a las juventudes comunistas primero, y luego al partido Unión Patriótica (UP): un partido que fue perseguido por el estado y grupos paramilitares (fueron víctimas al menos 8.300 ciudadanos, 5.733 desaparecidos, de acuerdo a al tribunal de Justicia Especial para la Paz). Patricia Ariza, como lo dijo el senador de izquierda Iván Cepeda, es una “sobreviviente del genocidio político contra la Unión Patriótica”.
“Los intelectuales más importantes estaban cerca o eran de la UP”, dijo Ariza a un diario local en 2016. “Desde allí se ejercía una capacidad de convocatoria cultural, poética y política impresionante. Pero el genocidio lo dañó todo, las vidas de tantos y tantas. Y, claro, el movimiento cultural se resintió por dentro”.
El gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010) fue también un duro periodo para Ariza, cuando la Unidad Nacional contra el Terrorismo le abrió un expediente por supuestamente haber colaborado en campañas en pro de la guerrilla de las FARC– una denuncia que nunca prosperó y más bien generó campañas de apoyo a ella a nivel nacional e internacional. Con los años, más bien, ha empezado a ser reconocida su labor globalmente como gestora cultural a favor de la paz y la reconciliación. En 2014 recibió el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia, un premio otorgado por una iglesia sueca y el gobierno de Suecia.
Pero aunque Ariza ha sido presidenta de la Corporación Colombiana de Teatro y creadora del festival Mujeres en Escena por la Paz, no tiene hasta ahora experiencia previa en la administración pública en un cargo equivalente al Ministerio de Cultura. Lo que tiene es un gran reconocimiento entre grupos de artista independientes, que ven en ella una líder comprometida con fomentar leyes que favorezcan políticas culturales a favor de la producción nacional. Llega después de que el gobierno de Iván Duque promoviera lo que llamó ‘la economía naranja’: un conjunto de iniciativas que buscaban fomentar la industria cultural, pero que fueron duramente criticadas por colectivos de artistas que denunciaban favoritismo a los amigos del gobierno, poco espacio para el arte contestatario, y privilegiar a la industria internacional sobre la nacional. Con el perfil de Ariza se le da una nueva oportunidad al teatro independiente y contestatario que trabajó desde hace años —y con muy pocos recursos— para estar en el centro de la política cultural.
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