Entre la indignación y el miedo

El gran reto que enfrenta Colombia no es solo escoger entre la derecha y la izquierda, sino que no atenten contra la vida de los candidatos

Los candidatos a la presidencia de Colombia, Gustavo Petro y Federico Gutiérrez.EFE

El gran reto que enfrenta Colombia hoy no es solamente escoger entre la derecha y la izquierda en las elecciones presidenciales. El reto de fondo es que haya una transición democrática. Eso significa que no atenten contra la vida de los candidatos y que los perdedores y todos los sectores reconozcan la legitimidad de lo que se decida en las urnas. Tres encuestas conocidas a un mes de las elecciones reflejan que habría una segunda vuelta entre el candidato...

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El gran reto que enfrenta Colombia hoy no es solamente escoger entre la derecha y la izquierda en las elecciones presidenciales. El reto de fondo es que haya una transición democrática. Eso significa que no atenten contra la vida de los candidatos y que los perdedores y todos los sectores reconozcan la legitimidad de lo que se decida en las urnas. Tres encuestas conocidas a un mes de las elecciones reflejan que habría una segunda vuelta entre el candidato de derecha Federico Gutiérrez y el candidato de izquierda Gustavo Petro, quien sería el ganador en segunda vuelta. Sin embargo, la realidad política es compleja y en las semanas que quedan podría llegarse a escenarios menos probables, pero posibles: un triunfo de Petro en primera vuelta o una segunda vuelta en la que Gutiérrez recoja todo el voto anti Petro y con eso logre el triunfo. Hay todavía muchos votos en juego. La contienda se da en medio de las dudas generadas por el registrador Alexander Vega y el peligro de haber convertido la legitimidad de las elecciones en un motivo de batalla política.

Las últimas tres semanas serán cruciales, aunque los analistas coinciden en que será difícil revertir las tendencias. El candidato de centro Sergio Fajardo intenta demostrar que su proyecto es viable, pero desde la consulta de marzo ha perdido intención de voto y se ubica en el cuarto lugar, después de Rodolfo Hernández, un candidato independiente y populista que ha centrado su campaña en generar emociones en las redes sociales. Se habló de una eventual alianza entre estos candidatos, pero Fajardo descartó la posibilidad al anunciar que va hasta el final y Hernández, quien lo supera en las encuestas, tampoco quiere renunciar a su aspiración. Ingrid Betancourt -quien está hoy por debajo del margen de error en las encuestas- después de haber sido uno de los factores de la atomización del centro quería entrar en ese pacto, pero hoy ella no tiene peso político. Tampoco lo tienen Enrique Gómez, Luis Pérez y John Milton Rodríguez, quienes completan el tarjetón.

Hernández, Fajardo, los demás candidatos y los indecisos marcan en las encuestas alrededor de la cuarta parte de los votos que, sin duda, inclinarán la balanza en segunda vuelta. Esos votantes también pueden deslizarse hacia los extremos desde la primera vuelta, como parece estar pasando con seguidores de la coalición de centro. La consulta se convirtió en una primera vuelta de facto y por eso otra vez estamos entre izquierda y derecha. Sin embargo, Colombia no es el mismo país de hace cuatro años. Petro perdió frente a Iván Duque en la segunda vuelta en 2018 cuando lo que se conoce como “el establecimiento” se alineó con el candidato de Uribe y del Centro Democrático, como pasa hoy con Federico Gutiérrez. No obstante, una cosa era ser el candidato apoyado por Álvaro Uribe cuando la popularidad del expresidente se mantenía por encima del 50 por ciento y se había convertido en el senador más votado en las elecciones de Congreso y otra cuando Uribe está en el punto más bajo de su favorabilidad y está investigado bajo el cargo de manipulación de testigos.

Federico Gutiérrez se ha cuidado mucho para no “aparecer en la foto” con Uribe, pero es claro que tiene su apoyo, el de su partido y el de los sectores que estuvieron con Duque en el 2018. Eso lo convierte, muy a su pesar, en el candidato del continuismo, un papel difícil de jugar cuando el Gobierno tiene uno de los niveles más bajos de aprobación en la historia. Mientras tanto, Petro es el candidato que recoge en sus promesas de campaña las aspiraciones sociales y de inclusión de sectores indignados. El estallido social que comenzó en noviembre de 2019 y llegó a su punto crítico en abril y mayo del 2021 es un jugador importante en el tablero político que el país no ha querido leer en su justa dimensión.

Colombia vivió largas semanas de paro y de bloqueos de vías con brotes de violencia y en un país muy acostumbrado a leer los hechos en clave de guerra, la interpretación del gobierno, de varios analistas y medios de comunicación fue poner a los manifestantes en nivel de “terroristas”. Si bien fueron muy graves los desmanes y los casos de vandalismo y se deben sancionar, es un error considerar que todo se reduce a grupos violentos. En las calles, además de vandalismo, se manifestaron pacíficamente miles de personas de sectores populares y clases medias. La movilización desbordó incluso a los organizadores y a un Comité de Paro que no tuvo el control de lo que pasaba, fue dejado atrás por ciudadanos que encontraron en las cacerolas, las pancartas y los prolongados bloqueos de vías un desahogo para problemas sociales que son reales en uno de los países más inequitativos del mundo en donde el racismo y el clasismo se sienten cada día.

En el río revuelto de las manifestaciones los violentos hicieron lo suyo y la respuesta fue una fuerte represión de la Policía con graves excesos que terminaron con la muerte de varios manifestantes y un incremento de la indignación en las calles. El Gobierno no logró conectarse con la gente a pesar de los grandes esfuerzos para dar subsidios durante la crisis aguda de la pandemia. Muchos colombianos vieron deterioradas sus condiciones de vida hasta el punto de tener que recortar sus comidas diarias. Fue la tormenta perfecta: la crisis social que venía creciendo, la pandemia, los bloqueos de vías que impactaron la economía y un Gobierno debilitado que cometió varios errores en el manejo de crisis y no generó canales de diálogo. El paro radicalizó a los excluidos e indignados y también a muchos sectores que se vieron afectados por las protestas y que quieren mano dura frente a ellas.

La reactivación económica después de la recesión de la pandemia es evidente, ha bajado el desempleo, suben los indicadores de producción, pero todavía amplios sectores sociales sienten el golpe de la crisis incrementada ahora con la inflación global que siempre afecta con mayor fuerza a los más vulnerables. El precio de la carne, de la papa, de los productos básicos será también un ingrediente para la toma de decisiones en las urnas.

La pregunta es si ese descontento pesará en la votación. Las encuestas parecen revelar que así será. Sin embargo, el otro jugador en este ajedrez complejo es la abstención que en Colombia históricamente ha estado por encima del 50 por ciento. Solamente en la elección del 2018 se redujo esa cifra un poco y se ubicó en 47 por ciento. Dentro de esa apatía de votantes la mayor abstención está entre los jóvenes y son ellos los que hoy representan la base de seguidores más importante de Gustavo Petro. ¿Logrará persuadirlos para que pasen del apoyo en redes a las urnas? Federico Gutiérrez tiene más seguidores entre los mayores que son más disciplinados a la hora de votar. Otra pregunta clave es si con el nombramiento de Francia Márquez como candidata a la vicepresidencia logrará Gustavo Petro ganar el voto de mujeres, en especial de las feministas que hoy son un caudal importante entre las más jóvenes. El apoyo de Petro a un candidato acusado de violencia de género y su posición ambigua frente al aborto, entre otros errores, lo han distanciado de ese voto importante. Las demás campañas no tienen tampoco mensajes claros ni propuestas contundentes para ellas.

También vale destacar que la favorabilidad de Petro ha mostrado resistencia frente a los varios escándalos que han rodeado a la campaña. Las encuestas no le cobran la visita de su hermano Juan Fernando a los presos de la cárcel Picota ni la controvertida expresión de “perdón social” para los corruptos que fue bien aprovechada por sus contendores. Tampoco le pasan factura por la investigación a la senadora electa del Pacto Histórico Piedad Córdoba a quien han señalado de tener vínculos con Alex Saab, aliado clave de Nicolás Maduro.

Mientras tanto Federico Gutiérrez es el candidato con mayor crecimiento sostenido en las encuestas y tiene todavía margen para seguir avanzando. Las cifras de hoy no le dan el triunfo. ¿Podrá lograrlo en lo que falta de campaña? Su figura se levanta como “el anti Petro” y la campaña se centra en promover el miedo a la izquierda y en particular al candidato quien, a pesar de liderar la intención de voto, tiene una imagen negativa muy alta que juega en favor de la derecha. El miedo, como la rabia, mueve votos. Hoy Gutiérrez tiene la mayor parte de la maquinaria de los partidos, un activo valioso porque son “votos amarrados” aunque suelen ser menos eficaces en las elecciones presidenciales que en las de Congreso. En la recta final serán muy importantes el apoyo económico que tendrá sin duda de los empresarios y el respaldo de varios de los grandes medios de comunicación que con toda claridad se han alineado en esta contienda en favor de Federico Gutiérrez. Lo ha hecho también el presidente Iván Duque con intervenciones frecuentes en los temas de debate político para criticar, sin mencionar al candidato, las propuestas de Petro. También el comandante del Ejército general Eduardo Enrique Zapateiro se metió de frente en el debate para criticar a Petro a pesar de que la Constitución prohíbe a los militares participar en política. Un episodio que preocupa.

La denuncia de un plan para asesinar a Gustavo Petro en un país que en su historia ha visto caer a tres candidatos presidenciales por las balas de sicarios en una sola campaña, no es un asunto menor. Protegerlo y proteger a todos los candidatos debe ser prioridad para el Estado. También valdría tener un compromiso de todos para que se reconozca el resultado electoral. Los múltiples errores del registrador y las grandes diferencias entre el preconteo y el escrutinio de los votos en la elección de Congreso generaron dudas que han aprovechado las campañas para agitar las banderas del fraude. La elección presidencial es más sencilla que la de Congreso y por eso quienes conocen por dentro el sistema electoral dicen que es muy difícil que se cuestione la legitimidad de lo que se decida aunque los perdedores pueden intentarlo. ¿Izquierda o derecha? Las cifras de hoy dan el triunfo a Petro, pero en los días previos a las elecciones todo puede pasar, los errores se pagan caro, se incrementa la guerra sucia y cada voto cuenta. La partida sigue abierta.


Nota: Las encuestas consideradas para el análisis son las del Centro Nacional de Consultoría publicada el 22 de abril, la de Invamer Gallup publicada el 29 de abril y la de Guarumo publicada el 1 de mayo.

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