En una apasionada defensa de una mayor justicia distributiva, Barack Obama prometió ayer que no permitirá ningún intento de reducir el déficit fiscal únicamente a costa de los beneficios para los pobres sin incluir también sacrificios para los ricos.
Ignorando las fuertes presiones recibidas en los últimos días para modificar su estrategia, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, confirmó ayer al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que el próximo viernes presentará formalmente al Consejo de Seguridad la carta que se requiere para solicitar su incorporación a esta institución como el 194 miembro de pleno de derecho.
Nadie dijo que fuera a ser fácil implantar la democracia en Libia. El Consejo Nacional de Transición, el órgano que ha gobernado una parte del país durante los seis meses de guerra, se había propuesto este mes pactar un Gobierno que administrase el país hasta las primeras elecciones.
La sangrienta represión en Saná, capital de Yemen, vivió ayer un nuevo capítulo después de que al menos 27 personas murieran el domingo en las manifestaciones antigubernamentales que piden la renuncia del presidente, Ali Abdalá Saleh.
Por las buenas o por las malas. Este es el mensaje que el Ejecutivo turco lanzó ayer al Gobierno de Chipre al amenazar con enviar barcos de guerra si no abandona sus planes de prospección en la zona de yacimientos de gas submarinos próximos a la isla.
Los recientes ataques de los talibanes contra objetivos civiles y militares en Kabul, la que hasta hace poco se consideraba la zona más segura de Afganistán, han puesto en duda la capacidad de las 300.000 fuerzas de seguridad afganas de defender su propio país.
Un total de 594 escobas, el mismo número de los miembros del Parlamento brasileño, han sido colocadas en la playa de Copacabana como símbolo de la limpieza necesaria para erradicar la corrupción en el país. La singular protesta ha sido promovida por el Río Movimiento por la Paz dentro de una serie de manifestaciones contra la corrupción.
WALTER OPPENHEIMER | Londres
El desalojo de un poblado gitano instalado en las afueras de Londres hace 40 años se convierte en un símbolo de la lucha contra el racismo y la marginación