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Cartier-Bresson, con los brigadistas
Los héroes de la Brigada Lincoln no llevaban uniforme. Tampoco iban rapados al cero y muchos, en vez de casco, usaban gorros de lana para rascarse el frío a la orilla del Ebro. Los voluntarios de la Brigada Lincoln eran idealistas y parranderos. Fumaban, reían, cantaban y para ellos carecía de importancia el miedo. Peor era dejar pasar a los fascistas.
Para algunos escritores, entrar en la historia de la literatura supone, más que tocar el cielo, instalarse en el purgatorio. Ése ha sido durante años el caso de Blas de Otero (1916-1979), al que libros como Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1960) o Que trata de España (1964) convirtieron en el campeón de la poesía social.
Philippe Decouflé, el inquieto coreógrafo y gran prestidigitador de la danza francesa de los ochenta, sigue siendo un niño a sus 48 años. Cada montaje parece una travesura y aunque un asunto tan adulto como el striptease es el tema central de Les Coeurs Croisés, que presenta hasta el domingo en el Circo Price de Madrid, él conserva su mirada cándida.
A ciencia cierta se desconoce por qué El Greco emigró a España. Una teoría atrayente plantea que intentó incorporarse al equipo artístico del Escorial y que fracasó porque su obra no interesó a Felipe II. De ser cierto, indicaría que el bisnieto de los Reyes Católicos también tuvo sus días malos.
Se dice, quizá con razón, que Manuel Jesús, El Cid, que torea hoy en Las Ventas, atraviesa una mala racha; que ya no es la figura indiscutible y el diestro poderoso que deslumbró a todos, y que su muñeca zurda -milagrosa- perdió sensibilidad.
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