El apocalipsis en Angers
Pobres chicos, los ciclistas. Vaya oficio el suyo. Cuando no es la canícula es el frío inclemente, las lluvias tormentosas o el viento quienes les dan el día. Y las caídas habituales. Qué bien hicieron Cipollini y Petacchi abandonando -ligeramente heridos- y dejando a los demás el sufrimiento.