Pausa monetaria e inflación en México
El hecho de que se observen estos niveles de inflación en un contexto de desaceleración económica sugiere que están ocurriendo ajustes en los precios de bienes y servicios más allá de consideraciones de demanda o de costos importados
La Junta de Gobierno del Banco de México anunció el jueves pasado su decisión más reciente de política monetaria. Tal y como se esperaba, continuó la tendencia a la baja de la tasa de interés y hubo una reducción adicional de un cuarto de punto porcentual en l...
La Junta de Gobierno del Banco de México anunció el jueves pasado su decisión más reciente de política monetaria. Tal y como se esperaba, continuó la tendencia a la baja de la tasa de interés y hubo una reducción adicional de un cuarto de punto porcentual en la tasa de referencia del Banco Central. Con esta, suman ya once reducciones consecutivas de la tasa de interés, y el ciclo bajista ya ha acumulado una reducción de cuatro puntos porcentuales desde que comenzó en marzo de 2024.
En esta decisión hubo, sin embargo, un cambio no menor en lo que se refiere a la guía prospectiva del Banco de México. Ahora, hacia delante, ya no se habla de la valoración de “recortes adicionales” sino que solo se menciona la posibilidad de considerar “recortar la tasa de referencia”, lo que implica que la Junta de Gobierno ya solo estaría considerando, a lo más, un recorte adicional. Este último recorte del ciclo, antes de iniciar una pausa monetaria, podría ocurrir en diciembre de 2025, durante la última decisión de política monetaria del año.
La pausa estaría justificada por al menos tres factores: primero, porque la inflación no ha cedido al ritmo esperado; segundo, porque la tasa de interés ya habría llegado a la zona de neutralidad de la tasa de interés real ex ante (es decir, de la tasa de interés nominal menos la inflación esperada de los próximos doce meses); y, tercero, porque se anticipan presiones inflacionarias hacia el comienzo del próximo año. Veamos cada uno de estos factores por separado.
Si bien la tasa de inflación general anual (3,57% en octubre de 2025) se encuentra dentro del rango de variabilidad del Banco de México (es decir, 3% ± 1 punto porcentual), la tasa de inflación subyacente anual lleva ya medio año por encima del umbral superior de dicho rango y se encuentra actualmente en 4,28%. Esto es el resultado de que tanto las mercancías como los servicios están teniendo tasas de inflación anual superiores al cuatro por ciento (4,12% y 4,44%, respectivamente).
El hecho de que se observen estos niveles de inflación en un contexto de desaceleración económica, y a pesar de que ha habido una cierta apreciación cambiaria, sugiere que están ocurriendo ajustes en los precios de bienes y servicios que van más allá de consideraciones de demanda o de costos importados. En cualquier caso, la inflación subyacente no ha cedido y la inflación general ha logrado reducirse únicamente como resultado de menores tasas de inflación en productos agropecuarios, energéticos y en tarifas autorizadas por el gobierno. Sin embargo, como es bien sabido, los precios de estos productos exhiben una gran volatilidad y su tendencia podría revertirse en cualquier momento.
Con respecto al segundo factor, debe considerarse que la tasa neutral real del Banco de México se ubica en un rango que va de 1,8 a 3,6%. Con una tasa de interés nominal de 7,25% y una expectativa de inflación a 12 meses de 3,87%, la tasa real ex ante es actualmente de alrededor de 3,4%, es decir, ya dentro del rango neutral. Si la tasa bajara en diciembre en un cuarto de punto adicional, la tasa se ubicaría en 3,1%. Por lo tanto, el argumento que ha utilizado la Junta de Gobierno hasta ahora, en el sentido de que era necesario reducir el grado de restricción de la política monetaria, dejaría de estar plenamente justificado.
El tercer factor, el de las presiones inflacionarias del próximo año, es quizá el más importante de todos y muy probablemente ha sido subestimado por la gran mayoría de los participantes en el mercado. Recordemos que, como resultado del Paquete Económico 2026, a principios del próximo año tendremos nuevos impuestos a las bebidas azucaradas, a las que utilizan endulzantes artificiales y a los cigarros. Además, como resultado de otras decisiones, a principios de año entrarán en vigor una serie de aranceles que gravan varias importaciones de bienes intermedios procedentes de China y habrá un importante aumento en el costo de los seguros médicos y de automóvil. Esto último será el resultado inevitable de una acción tomada por el Servicio de Administración Tributaria (SAT) que, a contracorriente de lo que ocurre en otras partes en el mundo, decidió cambiar el criterio de acreditación del IVA a las aseguradoras que operan en México.
Todos estos elementos se conjuntarán para producir un choque de precios en enero que, aunque pueda ser de una sola vez, tendrá indudablemente efectos en la inflación general y subyacente por al menos un año. En mi opinión, prácticamente nadie está tomando en consideración este factor y los pronósticos de inflación de unos y otros para el próximo año lucen demasiado benignos. En ese sentido, quizá valga la pena recordar lo que pasó en 2014, año en el que se introdujo por primera vez un impuesto a los refrescos en México.
En aquella ocasión, el traslado del impuesto a los precios al consumidor fue prácticamente total, como lo demostraron algunos trabajos académicos. Antes de saber que esto ocurriría, en noviembre de 2013 los analistas encuestados por Banco de México anticipaban una inflación general y subyacente para enero de 2014 de 0,59% y 0,52%, respectivamente. La inflación mensual observada en enero de 2014 resultó ser de 0,89% y 0,85%, casi 50% por arriba de lo previsto.
Ahora, en noviembre de 2025, los analistas privados están previendo una inflación general y subyacente para enero de 2026 de tan solo 0,48% y 0,39%, respectivamente. Esta expectativa es sorprendente porque se encuentra por debajo de los promedios de inflación mensual de enero que se ha observado en los últimos 25, 15 o 7 años. Lo que es aún más sorprendente es que esta expectativa ocurra en un contexto en el que sin duda habrá aumentos de precios de refrescos, cigarros y seguros, por no mencionar el posible impacto inflacionario de los aranceles a bienes intermedios.
Por todo ello, no deberíamos sorprendernos si las presiones inflacionarias para 2026 resultan ser más altas de lo previsto y si, por ende, la pausa monetaria resulta ser más prolongada de lo que el mercado y el propio Banco de México están anticipando.