Feliz inflación, próspera Navidad
No sé si mi vecindario se habrá poblado de incrédulos o de versiones del Grinch, pero ya estamos a mitad de diciembre y la Navidad aún no asoma sus narices rojas de reno por los alrededores
No sé si mi vecindario, que se encuentra en la zona de Guadalajara que llegó a ser denominada como “la más cool del mundo” por la revista inglesa Time Out en 2022, se habrá poblado de incrédulos o de versiones autóctonas del Grinch, pero ya estamos a mitad de diciembre y la Navidad aún no asoma sus narices rojas de reno por los alrededores.
Solo un entusiasta café, a un par de calles de casa, ya colgó unos foquitos de colores en el resignado...
No sé si mi vecindario, que se encuentra en la zona de Guadalajara que llegó a ser denominada como “la más cool del mundo” por la revista inglesa Time Out en 2022, se habrá poblado de incrédulos o de versiones autóctonas del Grinch, pero ya estamos a mitad de diciembre y la Navidad aún no asoma sus narices rojas de reno por los alrededores.
Solo un entusiasta café, a un par de calles de casa, ya colgó unos foquitos de colores en el resignado árbol que se levanta afuera de sus instalaciones. Pero el resto de las casas, departamentos, negocios, despachos, talleres, consultorios, abarrotes, taquerías y demás, siguen como si nada, cuando en años no tan lejanos se les hacía tarde para llenarse de coronas de falso muérdago, hombres de nieve neumáticos, nacimientos, reflectores y demás parafernalia festiva. No tengo idea de si este fenómeno de languidez navideña será un mero retraso (vaya, quizá este lunes o martes saquen todos los adornos a relucir) o si a mis vecinos ya se les apagaron las ilusiones definitivamente.
Uno de los motivos de tanta sobriedad podría ser económico, desde luego. Según la Asociación Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec), las posadas serán 20% más caras este 2024 que el año pasado. Organizar una posadita para diez personas requerirá alrededor de 8.000 pesos de gastos en comida, botana, bebidas, adornos y enseres, afirman. Y esa inflación en los precios y los servicios también se reflejará en el terreno de los regalos. La financiera digital Tala publicó un estudio, realizado entre sus usuarios, que señala que 17% de ellos reconoce no disponer de recursos adicionales suficientes como para comprar obsequios y casi la mitad tiene la percepción de que los precios han subido de manera notoria en los últimos seis meses. Es una idea que se respalda en realidades. El costo promedio de las compras navideñas por familia en el país superará los 5.500 pesos este año, es decir, 13% más que el año pasado, según los cálculos de la consultora Kantar.
Otro estudio, este de Statista Consumer Insights, señala que los regalos elegidos por los mexicanos estarán más enfocados en lo práctico que en lo recreativo. Ropa y zapatos fueron señalados como las prioridades por 62% de los encuestados, por encima de productos cosméticos o de belleza (39%), juguetes (32%), o tecnología (25%). Y otro 25%, incluso, prefiere regalar dinero directamente: no hay nada más práctico que eso. (Hay que notar que las respuestas no dan un resultado de 100%, puesto que se pueden elegir regalos diferentes, que, por tanto, se sumen en varios rubros de la encuesta). El estudio de Kantar agrega que los mexicanos, eso sí, somos muy regaladores. Daremos en promedio 31 regalos en este 2024, cuatro más que en 2023. Claro: ya en estas cuentas se incluyen no solo presentes en forma, del tipo de los que se ponen debajo del árbol de Navidad, sino también las velitas, los chocolates, las tazas. Y, cómo no, lo que sea que nos toque entregar en los habituales intercambios de las oficinas, escuelas y familias extendidas.
¿Todo esto es necesario? Los expertos (y los Grinch) nos dirán que no, que es pura superficialidad. Aun concediéndolo, la realidad es que todos esos gastos resultan indispensables para la economía mexicana. Quitemos las posadas, las salidas al café o el restaurante (o el bar), las cenas y recalentados, los intercambios y la regaladera, como algunos piden, y veremos que la mitad de los comercios se irían directamente a la ruina, que no recibirían aguinaldo más que los empleados públicos (si acaso) y que, además, los fríos llegarían solamente a darnos gripas e infecciones, pero nunca alegrías.
Ojalá mis vecinos lean esto y mañana esté el barrio tapizado de adornitos. Por su propio bien.