100 días después del ataque a balazos al diario digital ‘Adiscusión’ en Culiacán, Sinaloa
¿Qué tendría que pasar en Culiacán para que México se detuviera, para que las autoridades dejaran de decir que se trata de amarillismo periodístico y de exageraciones?
¿Qué más podría pasar en Culiacán? Tal vez no es la pregunta correcta, ¿qué tendría que pasar en Culiacán para que México se detuviera, para que las autoridades dejaran de decir que se trata de amarillismo periodístico y de exageraciones sacadas de contexto?
La noche del jueves 13 junio, las instalaciones del ...
¿Qué más podría pasar en Culiacán? Tal vez no es la pregunta correcta, ¿qué tendría que pasar en Culiacán para que México se detuviera, para que las autoridades dejaran de decir que se trata de amarillismo periodístico y de exageraciones sacadas de contexto?
La noche del jueves 13 junio, las instalaciones del diario digital Adiscusión fueron atacadas a balazos por un par de hombres a bordo de una motocicleta. A las ocho de la noche, cuando en el inmueble solo estaba un reportero de guardia, los atacantes dispararon al rótulo con el nombre del diario y a un mural muy particular: el del rostro de Humberto Millán Salazar, periodista fundador del diario, secuestrado y asesinado en 2011.
El ataque fue registrado en las cámaras de seguridad del propio diario, ubicado en el primer cuadro de la ciudad de Culiacán, capital del convulso Estado de Sinaloa. Ciudad que se encuentra en llamas por múltiples enfrentamientos: entre grupos criminales y el Ejército, o entre los bandos del crimen. Tan frecuente y conocida es la violencia en esa capital, que cada nueva ola de fuego —desatada principalmente por el cártel de Sinaloa, de El Chapo Guzmán— se denomina ya como Culiacanazo.
Pensar que a las autoridades locales o federales les importa saber quién disparó contra el diario o hacer algo ante esta amenaza inminente a la prensa es pedir demasiado, ante las decenas de cuerpos tirados en las calles en las últimas semanas, dispararle a una pared debe ser para el Gobierno local el menor de sus problemas.
100 días después del ataque al diario Adiscusión a nivel judicial todo sigue inmóvil, no han recibido ninguna comunicación, no ha habido audiencias ni citas, no hay un solo detenido. Ellos tienen algunos datos, por la naturaleza de la profesión periodística, han podido averiguar el lugar a donde llegó la motocicleta después del ataque; así como que el arma era nueva, nunca había sido disparada. Esta información, si bien no concluye, no la tiene la Fiscalía, según me cuenta César Millán, director general del diario e hijo del asesinado Humberto Millán.
César tiene también un nombre en la cabeza, un responsable. “Este personaje —que digo su nombre, se llama Arnoldo Valle— es el coordinador de prensa de la Universidad (Autónoma de Sinaloa, UAS) por muchos años, con muchos rectores, él es el personaje que nosotros creemos que tiene que ver con todo esto. Te doy contexto: Héctor Melesio Cuén Ojeda, el personaje que murió en la supuesta reunión de Ismael, es su jefe político y su jefe real, de toda la vida. Es el que manda en la Universidad”, sentenció César Millán.
Me explicó que la Universidad Autónoma local mantiene un añejo conflicto con el Gobierno estatal, y su coordinador de prensa considera que Adiscusión favorece al Gobierno con sus publicaciones, por lo cual lo califica como “aliado” de ese Gobierno. Al mismo tiempo, una persona cercana —cuya identidad obviamente protege— le aconsejó cuidarse de Arnoldo Valle porque constantemente habla mal del periódico e incluso ha proferido amenazas contra su directiva. Y si su jefe, Héctor Cuén, tiene nexos con el cártel de Sinaloa —ya abiertamente revelados y recientemente confesados por el propio Mayo Zambada— a Millán le resulta fácil inferir de dónde viene el ataque contra las instalaciones del diario.
100 días después nada sigue igual en el diario. Pese a la cotidiana violencia que aqueja a Sinaloa, en Adiscusión sí reforzaron sus precauciones. Los periodistas dejaron de ir presencialmente a trabajar, solo cubren hechos de violencia si existen las condiciones de seguridad en el lugar y recibieron por parte del Mecanismo de Protección a periodistas un chaleco antibalas, y varias cámaras para instalar en el diario.
César Millán Lafarga tiene claro que este ataque no llevaba el objetivo de matar a nadie, sino que fue solo una advertencia. “De hecho, siendo honestos, el lugar en el que vivimos, un atentado de esta magnitud implica un llamado de atención. Porque si hubieran querido hacerlo, contra mí o contra alguien, lo hacen. Por la hora, por cómo lo hicieron... tiran hacia arriba, a la fachada: nunca tiran a la puerta, abajo. O sea, tratamos de darle un contexto a todo y para nosotros fue un llamado de atención. Un ‘hey: bájenle’”.
Así se construye el silencio, así se aísla a Culiacán, así se prepara el escenario perfecto para que nada se sepa o existan pocos, muy pocos que se atrevan.
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