Hablemos de Jaime
A Barrera se lo llevaron en las puertas de su lugar de trabajo. Alguien decidió silenciarlo y pudo hacerlo con absoluta impunidad. Hoy hay que hablar de él y del miedo
Para Jaime, colega, amigo
Podría escribir hoy sobre lo hermosas que están las primaveras o las jacarandas en las calles de la ciudad, de su color intenso contra el azul del cielo, y nadie me va a señalar por faltar a la verdad. Puedo ponerme crítico y decir que el azul ya no es el de antes, que la contaminación del aire el día de ayer estropeó el espectáculo, y criticar las políticas fracasadas por años en esta materia, y nadie me podrá decir que no es pertinente el análisis. Podría incluso hablar del dolor, del llanto atorado que presiona desde dentro, de la rabia contenida y la...
Para Jaime, colega, amigo
Podría escribir hoy sobre lo hermosas que están las primaveras o las jacarandas en las calles de la ciudad, de su color intenso contra el azul del cielo, y nadie me va a señalar por faltar a la verdad. Puedo ponerme crítico y decir que el azul ya no es el de antes, que la contaminación del aire el día de ayer estropeó el espectáculo, y criticar las políticas fracasadas por años en esta materia, y nadie me podrá decir que no es pertinente el análisis. Podría incluso hablar del dolor, del llanto atorado que presiona desde dentro, de la rabia contenida y la impotencia, y los lectores entenderían que así lo haga.
Sí, podría hablar de cualquier otra cosa, pero no puedo. Tampoco quiero.
Hoy hay que hablar de Jaime y lo que significa su desaparición. A Jaime Barrera se lo llevaron en las puertas de su lugar de trabajo. A alguien no le gustó lo que escribió o lo que dijo; alguien decidió silenciarlo y pudo hacerlo con absoluta impunidad. Que nadie diga que se metió entre las patas de los caballos, que fue imprudente en sus dichos o sus escritos, que se la buscó, porque aceptar eso es reconocer que el Estado paralelo rige nuestras vidas y decide qué sí y qué no podemos decir.
Hoy hay que hablar de Jaime y hay que hablar del miedo. Del miedo que sentimos sus colegas y amigos en Jalisco, como el que sintieron los periodistas de la Ciudad de México el día que atentaron contra Ciro Gómez Leyva, como el que vivieron los periodistas de Tijuana la mañana siguiente del asesinato de Lourdes Maldonado, o los de Culiacán cuando acribillaron a plena luz del día, a media calle, a Javier Valdés, y así 140 veces más en más de cien ciudades o pueblos de este país en lo que va del siglo XXI. Hay que hablar del miedo porque ese miedo destruye la libertad. No la de Jaime, no la de sus colegas periodistas, la libertad de todos los que vivimos en este país.
Hay que hablar de Jaime y hay que hablar del fracaso de la política de seguridad tanto del Gobierno federal como del estatal. Ambos, el presidente, López Obrador, y el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, se han dedicado a vendernos cifras de las que dicen sentirse profundamente orgullosos y no a combatir a los grupos criminales. La seguridad no es una cifra de denuncias que suben o bajan, la seguridad es la certeza de que nuestras hijas e hijos regresarán a casa, la certeza de que al salir del trabajo no habrá nadie esperando para hacer daño.
Hay que hablar de Jaime porque lo necesitamos a él y a todos los periodistas asesinados, desaparecidos, desplazados o violentados en los periódicos, en la radio, en la televisión o en las pequeñas páginas de internet.
Hay que hablar de Jaime porque la tristeza no cabe en estas páginas.
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