El dilema del PAN: romper la alianza o seguir anclado al PRI
El partido de centroderecha inicia este año el proceso de renovación de su cuestionada dirigencia, con interrogantes sobre su coalición electoral y el papel que asumirá ante un cambio político sin precedentes en la era democrática
La realidad alcanzó al Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Partido de la Revolución Democrática (PRD). La coalición Fuerza y Corazón por México no supo convencer ni emocionar a la población, que les dio la espalda y se volcó mayoritariamente por la opción de continuidad que planteó Claudia Sheinbaum, que en cuatro meses se convertirá en la primera presidenta en la historia del país. Tras un aplastante revés por más de 30 puntos, la candidata ...
La realidad alcanzó al Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Partido de la Revolución Democrática (PRD). La coalición Fuerza y Corazón por México no supo convencer ni emocionar a la población, que les dio la espalda y se volcó mayoritariamente por la opción de continuidad que planteó Claudia Sheinbaum, que en cuatro meses se convertirá en la primera presidenta en la historia del país. Tras un aplastante revés por más de 30 puntos, la candidata Xóchitl Gálvez reconoció la derrota, aunque horas más tarde confirmó que se iban a presentar impugnaciones ante las autoridades electorales. Ante los cuestionamientos de los militantes y la ciudadanía, las dirigencias partidistas emprendieron un breve ejercicio de autocrítica y se anclaron en el litigio de la elección para justificar su permanencia en las próximas semanas. En cambio, las bases, los militantes y algunas figuras históricas del PAN, la fuerza más votada de la alianza, ya piensan en los próximos pasos: en una renovación interna que arrancará en el segundo semestre de este año, en cómo recuperar credibilidad ante la ciudadanía y en qué lugar van a ocupar frente al Gobierno más poderoso de la era democrática.
“Es un fracaso porque la expectativa era diferente”, afirma el diputado Jorge Triana. El legislador admite que en el imaginario opositor era difícil pensar en una victoria de Gálvez, pero que nunca estuvo prevista una votación tan desfavorable en los Estados y en el Congreso, donde el bloque gobernante encabezado por Morena roza la mayoría calificada. Todavía hasta el cierre de las casillas el pasado domingo, el dirigente panista Marko Cortés se declaró vencedor en seis de las nueve gubernaturas en disputa. Ganaron una: Guanajuato, bastión histórico del partido. Todavía en 2018, esa fue la única entidad que ganó el PAN en la elección presidencial, seis años más tarde se inclinó como 31 de los 32 Estados del país por Sheinbaum. “Es un enorme retroceso”, agrega en entrevista.
Las divergencias internas vienen en el diagnóstico de ese retroceso y las lecturas de lo que se debe hacer hacia futuro. Cortés reconoció un día después de la elección que “faltaron muchas cosas”, desde la organización de la campaña de Gálvez hasta sus líneas discursivas, pero después se unió al priista Alejandro Alito Moreno y al perredista Jesús Zambrano en denunciar una “elección de Estado” como principal motivo para explicar el naufragio. Triana hace una distinción para explicar el proceder de su líder partidista: dice que “una cosa es la jornada electoral y otra es la elección”. Considera que no se puede hablar de irregularidades que fueran determinantes en las votaciones, pero sí de la intervención constante del presidente, Andrés Manuel López Obrador, para inclinar el terreno a favor de su candidata y su partido.
La exsenadora Adriana Dávila, que ha emergido esta semana como una de las críticas más vocales de la dirigencia panista, concede que no hubo “piso parejo”, pero insiste en que quienes llevaban las riendas de la coalición no cumplieron con sus obligaciones en tierra: no trabajaron en las bases territoriales, no hicieron esfuerzos para vigilar la totalidad de las casillas ni priorizaron la capacitación electoral. Los rostros más visibles del partido, en su mayoría contendientes en este proceso, afirman que se debe priorizar la unidad interna para afrontar las impugnaciones y después “lavar la ropa sucia en casa”. “Necesitamos hacer un mea culpa, pero también no dividir al PAN”, dijo la senadora Kenia López Rabadán.
“El argumento que más he escuchado es: ‘No es momento”, reprocha Dávila. La exsenadora dice que la dirigencia ha postergado la autocrítica en varios tramos de los últimos meses. “No es momento porque todavía no tenemos candidato, no es momento porque está iniciando el proceso electoral y ahora te dicen ‘no es momento’ porque apenas está iniciando el proceso de renovación interna”, comenta.
Por estatutos, Cortés debe abandonar la dirigencia tras las elecciones y sentar las bases para cambiar de líder partidista y de representantes estatales. El dirigente pidió no comer ansias y no ha contestado a los señalamientos por haberse colocado como cabeza de lista en el Senado por la vía plurinominal, lo que le garantiza seis años en la Cámara alta sin haber hecho campaña. “Los únicos que traen coraza y salvavidas son quienes hoy van a ocupar un cargo, el resto, quienes nos lanzamos a dar la batalla en un mar con tiburones, tenemos las heridas a flor de piel”, lamenta Dávila. “Más se preocuparon por jugar a las manitas calientes”, criticó el excandidato presidencial Diego Fernández de Cevallos.
Hay diferentes perspectivas sobre cómo hacer esa renovación. El senador Damián Zepeda, exdirigente del PAN, volvió a levantar la mano para ocupar el cargo, pero también dijo que las votaciones debían abrirse a la ciudadanía. “Se optó por una candidatura diferente, alguien abanderara a la sociedad civil y que fuera respaldada por los partidos, pero que creo sucedió al revés, nos ganaron las dinámicas partidistas y de las dirigencias y ahí estuvo la falla principal”, opina Triana sobre cómo plantear la relación con los ciudadanos. El fondo del asunto es que durante seis años la alianza dio por sentado que tenía al electorado opositor de su lado, pero ahora muchos votantes que no comulgan con el Gobierno ya analizan otras opciones de representación. En los próximos meses se despejarán las primeras dudas sobre una nueva configuración del sistema de partidos y si sucederá de la mano o a pesar de los partidos tradicionales.
El futuro de la alianza
Mucho se ha hablado de la continuidad del frente opositor y si se romperá la coalición con el PRI. La discusión avanza sobre dos dimensiones. Hay una alianza legislativa que parece más sólida, sobre todo si se confirma que Morena y sus aliados no alcanzarán la mayoría calificada en el Senado. Esa coyuntura obliga, en teoría, a panistas y priistas a seguir trabajando juntos como bloque de contención, incluso con otros partidos, como Movimiento Ciudadano. “Los números apenas nos darían, con la disciplina de todos, para contener la destrucción”, reconoció Cortés.
“La alianza electoral será harina de otro costal”, señala Triana. El rechazo a López Obrador fue un pegamento suficiente para unir fuerzas con los antiguos rivales, el PRI y el PRD. Pero se pagaron costos ideológicos altos. Según la encuesta de salida de El Financiero, hubo fugas de votantes: Gálvez sólo ganó la mitad de las preferencias de los votantes de derecha, un tercio de los centristas y uno de cada 10 votantes de izquierda. Sí ganó entre prácticamente nueve de cada diez panistas. “Hay que valorar si fue correcto sumar fuerzas con el PRI y el PRD porque evidentemente se desdibujo la identidad de varios de nuestros votantes”, dice Dávila.
Otra de las lecturas que dejan estas elecciones es cómo el PAN quedó acotado a los núcleos urbanos. Para sacar pecho ante la derrota, Cortés celebró que su partido gobernará 14 de las 32 capitales estatales: “Gobernaremos a 30 millones de personas a través de los Gobiernos locales”. El blanquiazul se proclamó ganador en varias ciudades del centro y el Bajío: Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí y Morelia; en el norte Hermosillo, Chihuahua, Ciudad Victoria, Zacatecas y Monterrey; y el sur Chilpancingo, Cuernavaca y Mérida.
Esos resultados dan también líneas de por dónde pasa el trabajo territorial en los próximos meses. Maquillan también el varapalo. La dirigencia panista ha dado visibilidad a esos triunfos, pero se perfila a perder, a falta de las cifras definitivas, viejos bastiones como la gubernatura de Yucatán. Se quedó lejos también en otros Estados cruciales por su número de votantes como Ciudad de México, Veracruz y Jalisco, entre los cinco más poblados.
Habrá también que trabajar sobre la cohesión en esos territorios. “No hay duda alguna, Marko Cortés le ha hecho muchísimo daño a Acción Nacional”, aseguró Martín Orozco, exgobernador de Aguascalientes de 2016 a 2022, la única identidad donde se impuso Gálvez a Sheinbaum. En el nuevo mapa político, el PAN tendrá cuatro gubernaturas: Chihuahua, Aguascalientes, Guanajuato y Querétaro. Se suman a esa lista las dos del PRI, que fueron ganadas en alianza, Durango y Coahuila, donde también se hicieron visibles fracturas con el mandatario estatal priista Manolo Jiménez.
El panorama se completa con el Congreso, donde el PAN tendrá un número similar de diputados que el Partido Verde, aliado de Morena, entre 70 y 75, y unos 22 senadores, aunque falta por consolidarse el reparto. Implicará el regreso a la Cámara alta de rostros conocidos como Lilly Téllez y el excandidato presidencial Ricardo Anaya. Téllez no ha hecho comentarios sobre la renovación del partido. Anaya, radicado fuera de México, dijo que “elecciones son lecciones” y llamó a la reflexión.
La mira está puesta en la vida interna del partido tras las impugnaciones y la convocatoria para el proceso de renovación. El PAN no es el único que tiene en puerta un cambio de líder. Alito Moreno concluye su mandato en octubre próximo, según una prórroga que impulsó el año pasado. Ese mismo mes, Mario Delgado, de Morena, planea dar un paso al costado en el partido gobernante. El 1 de septiembre tomará posesión la nueva legislatura y un mes más tarde, la presidenta.
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