México no es país para Bukeles

La tarea de la oposición será encontrar la manera eficaz de capitalizar los graves problemas que siguen atravesando México: violencia, desigualdad y corrupción. Unos ingredientes que en cualquier otro país auparían a un líder ultra

López Obrador entrega el bastón de mando a Claudia Sheinbaum, en septiembre de 2023.Nayeli Cruz

Cuando la campaña todavía estaba en pañales, la oposición sondeó la opción Lily Téllez. La exconductora de televisión representaba el látigo de la derecha más dura y elemental: contra “la corrección política”, “la elite progresista” y “la ideología de género”; a favor de “la familia”, “el orden” y el “Estado limitado”. Un espejo del discurso que ha aupado a otras ...

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Cuando la campaña todavía estaba en pañales, la oposición sondeó la opción Lily Téllez. La exconductora de televisión representaba el látigo de la derecha más dura y elemental: contra “la corrección política”, “la elite progresista” y “la ideología de género”; a favor de “la familia”, “el orden” y el “Estado limitado”. Un espejo del discurso que ha aupado a otras derechas en el mundo. Pero alguien en los cuarteles de la oposición pensó que la bala ultra no iba a tener mucho recorrido. Téllez duró apenas unos meses y todo quedó en un Mcguffin, uno de esos trucos de Hitchcock para disparar la trama y de los que pocos se acuerdan al final de la película. Ese tipo extraño al que le persigue la policía porque se parece al verdadero culpable.

La protagonista acabó siendo Xóchitl Gálvez, un perfil poco convencional, casi antagonista a la opción dura. Una política sin partido experta en la defensa de los pueblos indígenas. Una senadora del PAN con un discurso proaborto que se disfrazó de dinosaurio para protestar contra López Obrador y que se ha pasado toda la campaña insistiendo en que, si ganaba, nunca quitaría los programas sociales de López Obrador. Lo más conservador que ha hecho Gálvez es rezar mucho y prometer que Dios está con ella. Algo, por cierto, que también hace el presidente, aunque nadie sabe muy bien a qué dios le reza exactamente

Esa ambigüedad calculada, la capacidad de ocupar todos los espacios con símbolos que apelan casi al país entero ha sido una de las mayores virtudes políticas del presidente. Un viejo priista en los ochenta lo explicaba así: “El PRI llega a los lugares donde Dios no pone el pie”. Formado en aquella cultura política, López Obrador ha construido Morena como una especie de post-priismo democrático que aspira igualmente a la omnipresencia. La hegemonía morenista ha logrado instalar su propio sentido común, lo que se puede y no se puede en política, lo que es rentable y lo que se penaliza. Por eso, la oposición eligió la opción moderada. Y por eso durante toda la campaña, (o incluso el sexenio) la oposición no ha logrado escapar de ese marco, hasta el paroxismo de plantear estas elecciones como plebiscito sobre la figura de López Obrador.

Incluso la estrategia de los ataques furibundos juega a favor de un ecosistema que genera y a la vez capitaliza la polarización. Tanto Gálvez como los intelectuales y analistas críticos con Morena se precipitaron en hipérboles sin poca base, espoleando el fraude electoral o lanzando comparaciones con Venezuela. Igual que en el fútbol, el dominio sofocante de un equipo sobre otro suele provocar frustración y respuestas desesperadas y estériles.

La tarea pendiente de la oposición es encontrar la manera eficaz de capitalizar los graves problemas que siguen atravesando al país. La violencia que se mantiene en niveles insoportables, con zonas enteras tomadas por el crimen, la desigualdad o la corrupción de fondo. La paradoja mexicana es que con esos ingredientes, la consecuencia en cualquier otro país sería la emergencia de un líder reaccionario. Pero de momento México no es país para Trumps, Bukeles o Mileis.

El heterodoxo sentido común morenista es el amortiguador y también el cortafuegos de esa nostalgia por un supuesto pasado perdido e idealizado, ya sea el orgullo nacional, la mano dura o el libre mercado. Morena es a la vez la Virgen de Guadalupe, la Guardia Nacional y el récord de inversión extranjera. Todo este invento ha pivotado estos seis años sobre López Obrador. Está por ver si Sheimbaum prolonga y consolida esos resortes. O si la oposición aprovecha alguna grieta para ser más que un actor muy secundario en la película mexicana.

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