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La guerra entre los carteles en la frontera sur obliga a reforzar el despliegue militar en México y Guatemala

Los pobladores de las comunidades mexicanas y guatemaltecas temen que el conflicto entre Sinaloa y sus rivales locales haga metástasis tras un choque ocurrido esta semana

La onda expansiva del crimen organizado ha cruzado esta semana la frontera entre México y Guatemala con una serie de hechos delictivos que ha dejado agobio y tensión en los pobladores de la frontera sur. El lunes se produjo un enfrentamiento entre bandas criminales, una de estas una célula del Cartel de Sinaloa, que afectó comunidades en los departamentos guatemaltecos de Huehuetenango y San Marcos. El choque de los narcotraficantes con rivales del Cartel de Chiapas y Guatemala dejó como saldo un muerto y un militar guatemalteco herido. Pero el episodio recuerda también que hay una guerra de baja intensidad en la zona limítrofe entre ambos países.

El tiroteo es el recordatorio público del conflicto que existe entre dos grupos criminales que llevan años operando en la franja fronteriza. La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) ha guardado silencio tras el episodio, al igual que el ejército chapín, que se ha limitado a comunicar que ofrecerá una rueda de prensa en una base militar sin que esta tenga fecha aún. El enfrentamiento, no obstante, ha dejado temor en los habitantes de los pueblos del lado mexicano. A decir de los propios lugareños, se habían mantenido fuera del radio de desazón provocada por los grupos armados. Ahora perciben que esta metástasis toca sitios adonde no había llegado del todo la violencia.

Un grupo de hombres armados incursionó el 8 de diciembre a unas seis comunidades guatemaltecas. El general Ricardo Trevilla, el secretario de Defensa mexicano, aseguró el martes que se registraron “12 agresiones por parte de un grupo de la delincuencia organizada”. El ataque se dio durante un patrullaje que el ejército guatemalteco en Agua Zarca, en Huehuetenango.

Trevilla admitió que uno de los grupos delincuenciales pertenecía al Cartel de Sinaloa mientras que el otro era del Cartel de Chiapas y Guatemala. El militar adelantó que se aplicaría un plan para reforzar la presencia en la frontera sur por parte de las fuerzas armadas de ambos países. El despliegue pasa por la montaña que comparten hasta el río Suchiate.

El 9 de diciembre, un día después del ataque, elementos de la Marina mexicana detuvieron en Chiapas a cuatro sospechosos que viajaban a bordo de una camioneta pickup en la carretera Tapachula – Tuxtla Chico, a escasos kilómetros del puerto fronterizo con Guatemala. Los detenidos fueron identificados posteriormente como integrantes de la célula del Cartel de Sinaloa, quienes operaban retenes de vigilancia en la frontera para detectar enemigos que circularan por el territorio.

La Secretaría de Seguridad de Chiapas informó que los detenidos portaban uniformes apócrifos que los identificaba como agentes de la fiscalía estatal. Llevaban consigo cuatro armas largas tipo AR-15, cuatro pistolas Pietro Beretta, diversos cargadores, 120 cartuchos calibre .223 mm, 60 cartuchos calibre 9 mm, 40 envoltorios con polvo blanco parecido a la cocaína, poco más de 3.000 pesos en efectivo, siete dólares, así como radios de comunicación, documentación y otros artículos a bordo de la camioneta blanca en la que se movían.

La detención del cuarteto elevó la tensión en la región sur de Chiapas y género suspicacias, en torno a cuánto tiempo llevaban operando estos criminales.

El Cartel de Chiapas y Guatemala ha mantenido una guerra sigilosa con sus rivales de Sinaloa en dicha región al menos desde el 8 de junio. La incursión a territorio chapín de agentes estatales adscritos a la Fuerza de Reacción Inmediata (FRIP), también conocidos como Pakales, el grupo de élite policial creado por el actual gobernador chiapaneco Eduardo Ramírez, le abrió las puertas a la célula criminal mexicana para que intentara derrocar los bastiones del grupo guatemalteco. Al menos así fue interpretado por pobladores de varias comunidades en esta zona montañosa, que han denunciado la presencia de hombres armados asomando las narices a aldeas centroamericanas.

La muerte de uno de los líderes del grupo Chiapas y Guatemala en esa refriega, Baldemar Calderón Carrillo, alias Tío Balde, significó una señal de debilitamiento de la estructura criminal. Esto llevó al Cartel de Sinaloa a intentar conquistar, al otro lado, terreno hostil en localidades como Nentón, Santa Ana Huista, La Democracia y Cuilco, en Huehuetenango; también la comunidad Tacaná, en San Marcos, reveló una fuente militar guatemalteca que opera para la Brigada de Montaña.

“Hay una reestructuración de los criminales en Guatemala porque cayó uno de sus líderes, pero eso no significa que estén muertos, siguen operando y tienen el control en los departamentos fronterizos con México y es allí donde los de Sinaloa quieren entrar como sea y apoderarse”, señaló la fuente, quien pidió no ser identificada.

Las dos estructuras criminales buscan tomar ventaja por la lucha de territorio para el tráfico de migrantes y drogas, pero más allá de los componentes que recompensen sus operaciones delincuenciales, libran una batalla por mostrar su hegemonía. Sinaloa ha dado un golpe y se teme que llegue una respuesta pronto.

A unos cuantos metros de la frontera con Guatemala, en los municipios de Suchiate y Tuxtla Chico, ambos en colindancia con el departamento de San Marcos, policías estatales han montado guardia día, tarde y noche, ante el temor que las esquirlas de la batalla lleguen y expandan el conflicto aún más.

Marinos mexicanos también pueden verse desde hace días en los caminos estrechos de las poblaciones de Tuxtla Chico, Metapa de Domínguez, Unión Juárez y Cacahoatán. Estas vías conectan directamente las rutas hacia Centroamérica y los militares las peinan en busca de indicios criminales.

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