Uno para todos y todos para Harfuch
La salida de Gertz y la llegada de César Oliveros y Héctor Elizalde a la Fiscalía consolidan aún más el poder del jefe del Gabinete de Seguridad
La escalada de Omar García Harfuch en la jerarquía del Estado mexicano evoluciona favorablemente, a ojos del Gobierno, más aún tras la salida del fiscal general, Alejandro Gertz. Ese movimiento permitirá al Ejecutivo, y al propio Harfuch, ocupar espacios vitales para el desarrollo de su estrategia contra la delincuencia. Poco a poco, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), coordinador además del Gabinete de Seguridad, expande sus brazos, erigiéndose en uno de los colaboradores más importantes de la presidenta, Claudia Sheinbaum, que tiene ante sí el reto de romper las telarañas de gobernanza criminal que atenazan a buena parte de las regiones del país.
Los acontecimientos de los últimos días prueban lo anterior. La salida de Gertz de la Fiscalía General de la República (FGR) y la llegada al cargo de Ernestina Godoy, replicando así la dupla que Sheinbaum colocó al frente del aparato de seguridad en Ciudad de México, dibujan la tranquilidad de Palacio Nacional. El ascenso de un viejo colaborador de Harfuch, César Oliveros, al frente de la Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada (FEMDO), una de las patas más poderosas de la dependencia, y la llegada de otro colaborador, Héctor Elizalde, a la no menos poderosa Agencia de Investigación Criminal (AIC), de la misma dependencia, la apuntalan. Sheinbaum ya lo dijo esta semana, antes de confirmarse la salida de Gertz: “Necesitamos mucha más colaboración de la FGR y de las fiscalías estatales”.
Más sorprendente que la de Oliveros, la llegada de Elizalde, actual número dos de Harfuch en la SSPC, a la Agencia de Investigación Criminal (AIC) completa el nudo. El mismo Harfuch dirigió la agencia en años del presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018), cargo que abandonó precisamente tras la llegada de Gertz a la dependencia, en diciembre de 2018. El actual titular de la agencia, Felipe de Jesús Gallo, deja su cargo, igual que el de la FEMDO, Alfredo Higuera. La AIC controla la Policía Federal Ministerial, con miles de agentes, entre otros servicios. En la práctica, el director de la agencia es una de las personas más poderosas de la dependencia.
No hay prácticamente espacios ajenos a Harfuch en la colmena de seguridad federal, dejando de lado las praderas castrenses. Visto lo visto estos primeros 13 meses de Gobierno, el Ejército y la Guardia Nacional, padre e hijo de la santa trinidad militar, tienen bajo su mando el control territorial. Si hay balaceras en Michoacán, Guerrero o Baja California, los que primero acuden suelen ser ellos; si la balacera ocurre además en un zona rural, no hay duda alguna, los militares llegan antes. En cuanto al Espíritu Santo, la Armada, su tarea parece más sutil. Vigilan las costas para interceptar envíos de droga y realizan operativos quirúrgicos para realizar detenciones importantes. En medio de todo ello está Harfuch, capaz, de momento, de mantener los egos de todos a raya.
A día de hoy, el vocero del Gabinete de Seguridad tiene a uno de sus colaboradores, Omar Reyes, al frente de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda; a otro, Francisco Moreno, al mando del Servicio de Protección Federal; uno más, quizá el más importante de todos, Francisco Almazán Barocio, dirige el Centro Nacional de Inteligencia; y en Pemex, al frente de la seguridad de la petrolera, trabaja Israel Benítez, que coincidió con Harfuch en sus años en la capital. César Oliveros ya formaba parte del directorio de la FEMDO, que ahora dirigirá, y Elizalde completa la dupla en la FGR. Harfuch tiene a mano todas las teclas, un poder extrañamente grande en los últimos años en el país.
El poder se ha desplazado en el Gobierno federal, antaño volcado en la Secretaría de Gobernación, balanceado ahora hacia la SSPC. En años de Peña Nieto, el gran mazo del Ejecutivo figuraba en las manos del titular de Gobernación, el entonces poderoso Miguel Ángel Osorio Chong. La SSPC no existía, era una comisión con rango de subsecretaría, bajo el mando de Osorio Chong. Los titulares de la comisión controlaban la extinta Policía Federal, pero nada más. Osorio sí controlaba, pero su responsabilidad trascendía la seguridad y apuntaba a la gobernabilidad del país, en la tradición priista de la cartera.
Para encontrar un secretario de Seguridad con un poder parecido al de Harfuch, hay que remontarse a los años del expresidente Felipe Calderón (2006-2012) y al mandato en la materia de Genaro García Luna, condenado en Estados Unidos por narcotráfico. Como Harfuch, García Luna venía de la AIC, llamada años atrás Agencia Federal de Investigaciones. Y como Harfuch, logró convencer al poder político de que su enfoque, su equipo y su persona eran los adecuados para combatir a la delincuencia, en una lógica distinta a la de hoy, más punitiva entonces. No en vano, Calderón llamó a su estrategia de seguridad, la Guerra contra el Narco, expresión desterrada en el presente, candidata al museo de las frases infelices.
García Luna usó su posición, de acuerdo a la sentencia de la justicia de EE UU, para facilitar el trabajo de grupos de traficantes, ligados al Cartel de Sinaloa, y así ganar dinero. Sus corruptelas sirvieron de vacuna al establishment mexicano, que metió en el mismo saco la estrategia y el estratega, como si todo fuera malo. Pero hoy ya hay algunos que señalan que la receta no era mala, que el malo era el cocinero. Como decía un antiguo integrante de alta jerarquía, de las corporaciones de seguridad de Michoacán, “lo que hacen falta son buenos cocineros”. Se refería a su Estado, pero vale para todo. Solo falta ver cómo se maneja Harfuch en la cocina a largo plazo.