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Sheinbaum suelta la mano de López Obrador en su segundo año de presidencia

La mandataria estrena sus primeros presupuestos y apuntala su estrategia de seguridad, ya con la herencia resuelta de la reforma judicial

Después de un año en el Gobierno ya nadie duda del sello propio de Claudia Sheinbaum. Lejos quedan los fantasmas que agitaba la oposición de que la primera mujer al frente del país iba a ser un títere de su predecesor. La tarea era gigantesca: Andrés Manuel López Obrador fue, además de presidente hasta 2024, el líder de la izquierda mexicana. La mandataria, que ha definido su sexenio como el segundo piso de la transformación, sigue invocando a su mentor; ella lo llama “continuidad con cambios”. Pero lo cierto es que Sheinbaum va a iniciar su segundo año de presidencia ya con la herencia de la reforma judicial resuelta, con una estrategia de seguridad muy diferente apuntalada y con el estreno formalmente de sus primeros presupuestos económicos. La presidenta vuela sola.

Este lunes, Sheinbaum presentó su primer informe de Gobierno. Del documento de más de mil páginas que entregó al Senado, la mandataria remarcó lo que considera sus principales logros en un acto en el patio de Palacio Nacional, respaldada por el poder legislativo y judicial, donde su partido, Morena, es el claro protagonista. Apenas algunos gobernadores de la oposición ponían en el evento la nota discordante al apabullante movimiento guinda. Nada más comenzar su discurso, Sheinbaum reivindicó el ser la primera mujer en rendir cuentas a la nación; recordó después que su administración era el “fruto de la voluntad colectiva que durante décadas resistió, luchó y soñó con un país con justicia”, y antes de empezar a enumerar sus resultados, enunció que estaban “sustentados en la gran hazaña del presidente López Obrador”.

“La presidenta es ella, pero es sobre todo nosotros. En su informe, habló primero de las mujeres, después del movimiento, y hasta el tercer lugar, habló de Andrés Manuel López Obrador”, apunta la analista Vanessa Romero, que considera que la autonomía de Sheinbaum se complementa con una lealtad profunda al movimiento que fundó el expresidente y, por tanto, al expresidente. “Ella se ha separado de él en temas de seguridad, medicamentos, huachicol, o en programas en los que claramente él no fue suficientemente lejos, o falló. Pero esa diferencia ejecutora no puede ser considerada como una separación con Andrés Manuel”, valora la abogada.

Sheinbaum ha cerrado su primer ciclo político con una popularidad altísima, del 79%, según una encuesta de Enkoll para EL PAÍS. Un apoyo incluso mayor al que cosechó López Obrador al final de su primer año (que llegaba al 73%). En una pregunta específica, la mitad de los encuestados cree que su inicio de Gobierno ha sido mejor que el que tuvo el expresidente. Eso en un año en el que la mandataria ha enfrentado la polémica de la reforma judicial (que dejó aprobada y encargada López Obrador), el tira y afloja con Donald Trump y la guerra desatada en Sinaloa.

Ahora, con la inaudita elección judicial completada —faltan por ver sus consecuencias— y con el respiro de haber firmado un acuerdo en seguridad con el Gobierno de Estados Unidos, a la presidenta se le despeja el camino. El próximo lunes presenta su propio proyecto de presupuesto. “Tiene ya autonomía presupuestal. Aunque el margen de manejo no supera el 10% —todo el resto del presupuesto ya está comprometido— es importante porque eso le va a permitir generar sus propias estrategias al redirigir el presupuesto", apunta el politólogo de la UNAM Alberto Espejel. Sheinbaum, de formación científica, ha adelantado este viernes que va a haber más apoyo para la ciencia.

En la academia se estudia, explica Espejel, que cuando los líderes tienen un capital político propio y un presupuesto independiente es cuando tienden a separarse de su predecesor, lo que “no tiene por qué suponer una ruptura”. “Sheinbaum está dejando su propia huella. Ha estado ocurriendo de manera muy gradual y va a ser más notorio en adelante, también porque López Obrador ha cumplido lo que prometió y no ha aparecido. Eso ha dejado un margen de acción, un espacio, un vacío que ha podido llenar Sheinbaum y sus estrategias”, considera Espejel.

El después de los abrazos

La cifra que más ha presumido Claudia Sheinbaum en las últimas semanas no es una comparación con Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto. Desde septiembre de 2024 a junio de 2025, los homicidios han caído un 25%, remarcan la presidenta y su gabinete en cada ocasión, creando la imagen de que sí, que la nueva estrategia de seguridad funciona. La mandataria ha buscado un plan maestro, con Omar García Harfuch como el omnipresente zar de Seguridad, con el que aspira a bajar las cifras de un país asediado.

La famosa frase de Andrés Manuel López Obrador de “abrazos y no balazos” quedó sepultada por un sexenio al que se llegó a los 100 asesinatos diarios. El expresidente que estaba centrado en lo que llamaba “la atención a las causas” dejó un hueco en la que todavía es la principal preocupación de los mexicanos. Ante eso, el nuevo Gobierno pegó un volantazo: “Omar García Harfuch habla de una estrategia ‘inteligente’, de llegar a puntos estratégicos y hacer detenciones prioritarias”, explica Iliana Padilla, investigadora de Seguridad de la ENES Juriquilla de la UNAM: “Ellos han hablado de inteligencia e investigación y de entrar a campo con esta fuerza militarizada [la Guardia Nacional]”.

Sheinbaum se mueve en un escenario muy diferente al que tuvo que enfrentarse López Obrador. “La política exterior de Donald Trump de identificar a seis grupos del crimen organizado como terroristas, sin duda tiene consecuencias en las estrategias que Sheibaum tiene que implementar”, apunta Padilla, “ha tenido que poner una distancia al abrazo no balazos, para optar por los balazos, al menos para una presencia militar muy fuerte, por ejemplo en Sinaloa, y la persecución de las cabezas de los grupos”. A estas acciones no la ha orillado solo Trump, sino también las presiones internas de los ciudadanos que viven bajo el fuego cruzado, desde hace un año, por la guerra fratricida del Cartel de Sinaloa.

Todavía es muy pronto para valorar los resultados, considera la investigadora de Seguridad de la UNAM, tanto para ver si sí se mantiene esa reducción de homicidios para cambiar la tendencia ascendente desde hace años, como para perfilar qué estrategias se van a consolidar en el nuevo sexenio. Teniendo en cuenta que Sheinbaum sí ha mantenido la estrategia militarizada que instruyó su predecesor, al incorporar —con grandes resistencias— la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa, y parte de la atención a las causas, centrada en las becas y programas sociales.

“El peso de López Obrador se sigue notando: Sheinbaum es un perfil político que se construyó con él”, apunta Espejel, “entonces las bases las ha puesto él, por ejemplo, el traer a la esfera pública el tema de la pobreza, él lo construyó desde jefatura de Gobierno en la Ciudad de México y mucho antes: por el bien de todos primero los pobres. Y Sheinbaum no ha desmontado los programas sociales, al contrario, ha inyectado más dinero”. La presidenta ha desplegado un desembolso “histórico”, según sus propias palabras, para lo que denomina “el plan social más ambicioso de la historia de México”. “La ampliación de los programas sociales es un propósito de convicción de que la gente viva aún mejor con ella que con López Obrador”, añade Vanessa Romero, “entonces, uno de los parámetros históricos va a ser la reducción de la pobreza, ella necesita seguir mejorando los ingresos de la gente”.

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