Gaby Agúndez, clavadista: “Fue un ciclo olímpico difícil por la falta de apoyos”
La deportista mexicana se estrena este miércoles en los Juegos Olímpicos de París. Su preparación para la cita estuvo marcada por una relación turbulenta con la Conade de Ana Guevara
La clavadista mexicana Gaby Agúndez salta a la alberca olímpica de París. Mientras cae al agua sentirá la sensación de adrenalina que tanto le gusta. Y también dejará atrás un ciclo olímpico difícil. A pesar de ser una de las pocas deportistas mexicanas que se colgó una medalla en Tokio 2020, su relación con la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) ha sido turbulenta. Le quitaron una beca que había obtenido desde el trampolín, una cuantía que recuperó hace apenas tres meses tras ganar una demanda a la institución deportiva mexicana. “Afortunadamente, siempre hubo gente que se sumó y que creyó en mí”, explicaba la clavadista en una entrevista con EL PAÍS hace un mes.
La relación de la deportista de 24 años con el agua viene desde que tiene recuerdo. Nació en La Paz y las playas de Baja California Sur eran el lugar donde acudía con su padre a saltar entre las olas. A los cuatro años empezó a practicar gimnasia, una disciplina muy diferente que fue clave para darle la flexibilidad y la elegancia que ahora demuestra en las piruetas que hace al caer a la alberca. “Cuando salté por primera vez desde el trampolín de tres metros, sentí miedo. Esa sensación de mariposas en el estómago cuando iba cayendo al agua fue lo que me atrapó”, recuerda Agúndez.
Desde ese primer lanzamiento, la carrera de Agúndez ha estado llena de éxitos. La de este miércoles será su segunda participación en unos Juegos Olímpicos, después de que en Tokio 2021 consiguiera la medalla de bronce en su debut junto a la clavadista Alejandra Orozco en los sincronizados desde la plataforma de 10 metros. “Fueron unos Juegos Olímpicos donde no hubo gente, no nos podíamos acercar, no podíamos convivir. Voy a ir ahora a París a conocer lo que es realmente una experiencia olímpica, con gente en las gradas. Me emociona mucho que mis papás van a poder ir a verme”, explica.
La hazaña nipona la espera superar para alcanzar la plata o, por qué no, el oro. Su objetivo también está en el salto desde 10 metros individual. Las expectativas son altas: en octubre del año pasado fue campeona panamericana de esta modalidad en Santiago de Chile.
Agúndez entrena ocho horas al día. Pesas, ejercicios en cama elástica, salto a la fosa de esponjas y practicar los mortales complementan los más de 100 saltos al agua que ejecuta cada jornada. “Vale la pena tanto esfuerzo. Hay que apretar y mejorar cada detalle que se pueda antes de la competencia” explicaba en la entrevista sobre el esfuerzo físico que supone prepararse unos Juegos Olímpicos. “Todo el día en la alberca. Y si no estoy entrenando, seguro voy a estar descansando o comiendo”, dice entre risas de la exigencia de los deportistas de élite.
El éxito de la atleta mexicana va de la mano con el de su compañera de sincronizados, Alejandra Orozco. Tres años mayor que Agúndez, Orozco ha saboreado las preseas olímpicas en dos ocasiones. En su experiencia quedan el bronce de Tokio y, sobre todo, la plata que Orozco alcanzó junto a Paola Espinosa en Londres 2012, cuando apenas tenía 15 años. “Estoy emocionada de ir a estos Juegos Olímpicos y compartir la plataforma nuevamente con ella. Hemos aprendido mucho. Trabajamos mucho. Eso se refleja al momento de competir y no solamente se crea una unión dentro de la alberca, sino también afuera”, relata Agúndez sobre su compañera.
La preparación ha corrido a cargo de la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena). En sus instalaciones en Guadalajara, la cabo del Ejército ha podido seguir entrenando sus lanzamientos para llegar en buenas condiciones a París. Como ella, 36 deportistas de los 109 atletas mexicanos que acudieron a los Juegos Olímpicos han salido de las filas castrenses.
La Secretaría de Defensa y otras organizaciones ampararon a muchos clavadistas a los que la Conade retiró las becas en enero de 2023. Lo hizo porque les exigía a los atletas un Registro Único del Deporte (RUD) expedido por la Federación Mexicana de Natación (FMN), de la que también dependen otras modalidades como la natación artística, la natación o el waterpolo. Un organismo que la propia Conade extinguió porque su presidente, Kiril Todorov, estaba vinculado a proceso por peculado.
Los clavadistas tuvieron que buscarse la vida. El joven atleta de 23 años Kevin Berlín tuvo que financiarse vendiendo café de su natal Veracruz bajo el nombre de Olimpiada Café, proyecto con el que pedía apoyo económico para poder entrenar. En el caso de Agúndez, que ya se había hecho un nombre con el bronce de Tokio, la búsqueda de financiación se convirtió en una búsqueda incesante de patrocinadores. “Sí, fue un ciclo olímpico difícil por la falta de apoyos, la falta de recursos para nuestras competencias, nuestras preparaciones. Afortunadamente, siempre hubo gente que se sumó, que creyó en mí, que creyó en mi equipo, que creyó en mi sueño y en mi trabajo y se sumaron a este recorrido rumbo a Juegos Olímpicos”, explica Agúndez.
El problema con la Conade llegó a los tribunales. Agúndez consiguió que un juez administrativo de Ciudad de México le devolvieran la beca, que le pertenecía por derecho tras un cuarto puesto en individual y una medalla de plata en equipo en los campeonatos mundiales de Fukuoka (Japón) en 2023. La Conade no podía exigir documentación imposible de conseguir con la FMN extinguida.
El mal trago ya ha quedado atrás y, hace un mes, la atleta ya solo pensaba en los cinco saltos que los próximos días ejecutará en el trampolín de París: “Espero colgarme una medalla. Entre más arriba mejor. Que de mí no quede nada”.
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