Cristina Pacheco, la cronista en busca de la voz de la tierra
La escritora mexicana ha fallecido a los 82 años, víctima de cáncer. La periodista deja un vasto legado de relatos, crónicas, entrevistas y programas de televisión
Escritora, periodista, cronista infatigable. Cristina Pacheco, el rostro icónico durante 45 años del programa Aquí nos tocó vivir, transmitido por el Canal Once, ha fallecido este jueves a los 82 años, a solo una veintena de días de haberse despedido de las cámaras de televisión debido a “graves razones de salud” y tras más de 50 años de trayectoria. La noticia sobre su muerte fue confirmada por sus hijas con un mensaje en sus redes sociales: “Con hondo dolor mi hermana Cecilia y yo participamos...
Escritora, periodista, cronista infatigable. Cristina Pacheco, el rostro icónico durante 45 años del programa Aquí nos tocó vivir, transmitido por el Canal Once, ha fallecido este jueves a los 82 años, a solo una veintena de días de haberse despedido de las cámaras de televisión debido a “graves razones de salud” y tras más de 50 años de trayectoria. La noticia sobre su muerte fue confirmada por sus hijas con un mensaje en sus redes sociales: “Con hondo dolor mi hermana Cecilia y yo participamos el fallecimiento de nuestra adorada madre Cristina Pacheco”, difundió su hija Laura Emilia Pacheco. Horas más tarde, durante su sepelio, fue la propia Laura quien desveló la causa del deceso: un cáncer detectado hace apenas un mes. Aunque su hija optó por no dar más detalles sobre la enfermedad, sí reconoció que fue una cuesta arriba conseguir los medicamentos oncológicos para tratar a su mamá durante los últimos días de su vida.
De abuelos y padres campesinos, las primeras memorias de Cristina Romo Hernández —su verdadero nombre— se remontan a las tierras del Bajío, en San Felipe, Guanajuato, donde nació en 1942. En su libro El oro del desierto, la periodista relata que la sequía y las carencias en su casa les obligaron a ella y a su familia a emigrar a la Ciudad de México para buscar un futuro mejor. Abandonar el campo para aclimatarse al estruendo y el ir y venir de la capital supuso un desarraigo que marcó su historia y encauzó su vocación profesional. “Estén donde estén, por lejos que vayan, no olviden sus orígenes, ustedes son del campo, allí están sus raíces”, estas fueron las palabras que recibió de su padre en ese momento crucial y que Pacheco desvela a través de las páginas de El oro del desierto.
La escritora siguió el consejo paternal a su manera: volvió a la tierra para contar sus historias. Como ella misma recordaría, perdió los cielos abiertos y los campos agrícolas, pero ganó la instrucción a través de la escuela. Pese a las carencias y dificultades familiares en la Ciudad de México, Pacheco logró entrar a la carrera de Letras Españolas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En 1959, al egresar de la licenciatura, se integró al equipo de redacción de la UNAM. Ese mismo año conoce al escritor José Emilio Pacheco, autor de Batallas en el Desierto, con quien se casaría años más tarde y tendría dos hijas, Cecilia y Laura Emilia Pacheco.
En 1960 comenzó a trabajar como periodista en El Popular y Novedades. En la década de los setenta escribió en la revista Siempre! y en los periódicos El Sol de México y El Día. Sin embargo, su vida profesional daría un vuelco en 1978, con el arranque del programa de televisión que se convertiría en rúbrica y destino: Aquí nos tocó vivir. De los escombros de los talleres de costura tras el terremoto de 1985 en Ciudad de México a los vertederos de desperdicios del Estado de México, pasando por los lavaderos de Nativitas, Pacheco recorrió colonias, vecindades y descampados con una cámara a sus espaldas y un micrófono en mano.
Las trompetas y el mambo del Instituto Politécnico Nacional (IPN) se convirtieron en el preámbulo sonoro del emblemático programa del Canal Once. A través de su lente, la periodista dio rostro a miles de relatos de exilio, pobreza, desempleo, violencia, pero también de amor y esperanza. Un mosaico de estampas citadinas y rurales que se prolongó durante 45 años. A la icónica transmisión, se sumó en 1997 el programa Conversando con Cristina Pacheco, una emisión en la que conversó con los referentes en las artes, deportes, ciencia y política. Personalidades como Jacobo Zabludovsky, Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, Silvia Pinal o Chavela Vargas figuraron en su lista de invitados.
Además, dirigió las revistas La Familia, La Mujer de Hoy y Crinolina. Desde la fundación de La Jornada colaboró con entrevistas, reportajes y las series Mar de historias y Eje Central. Fue jefa de redacción de la Revista de la Universidad de México, también titular de programas radiofónicos de Radio Centro, XEW, Radio Fórmula y Radio Capital. En su legado bibliográfico figuran Sopita de Fideo, El Eterno Viajero, La Última Noche del Tigre y Los trabajos perdidos, entre otros.
Durante su larga trayectoria cosechó una docena de preseas y distinciones. En 1985 recibió el premio Nacional de Periodismo en la categoría de entrevista, un año después fue galardonada en la categoría de mejor programa de servicio. Además, en 2012 fue distinguida con el premio Rosario Castellanos a la Trayectoria Cultural de la Mujer y en 2022 obtuvo el premio Bellas Artes de Literatura Inés Arredondo, entre otros.
Al morir José Emilio Pacheco, tras sufrir un paro cardiorrespiratorio, en enero de 2014, quien fuese su cómplice y compañera de vida, le dedicó El eterno viajero, un texto de despedida publicado en La Jornada: “Mañana escribiré en la primera libreta de las muchas que tendré que llenar contándote mi vida hasta el día en que vuelvas. Ya sé que esta vez no será pronto”, confesó la periodista.
Una distancia de casi nueve años los separó, tiempo en el que Pacheco siguió imbatible en su labor periodística. Sus hijas mismas han recordado a su madre como una “fuerza de la naturaleza”, una fuerza que solo el cáncer pudo frenar. El pasado 1 de diciembre, y después de 50 años de trabajo, una Cristina Pacheco al punto del llanto y con la voz colmada de gratitud, emitió su último programa y daba a conocer que por motivos de salud se veía obligada a suspender la emisión: “Hoy tengo que soportar y aprender a enfrentar algo a lo que me está enfrentando la vida. No exagero, es duro lo que voy a hacer, pero debo hacerlo. Por razones de salud, graves razones, tengo que suspender al menos momentáneamente estas conversaciones, han sido ricas, divertidas, inesperadas, piense cuánto hemos aprendido. No voy a decir como siempre ‘nos vemos el próximo viernes para seguir conversando’, pero sí voy a decir, ‘estaremos juntos siempre”.
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