La alianza renuncia a sus procesos democráticos: el PAN designa candidatos mientras el PRI deja caer a lo suyos
La renuncia de Adrián Ruvalcaba al partido tricolor tras la designación de Santiago Taboada como candidato del Frente para CDMX abre otro frente en las filas de Alito Moreno
En la media noche del viernes que daba inicio a un puente festivo se comunicó la decisión: el panista Santiago Taboada será el candidato electoral de la oposición que peleará por la Ciudad de México en 2024. Ni encuestas, ni debates, ni participación ciudadana, el acuerdo lo sellaron los tres líderes de los partidos que conforman la alianza del Frente Amplio por México, quienes han renunciado a los procesos democráticos y ...
En la media noche del viernes que daba inicio a un puente festivo se comunicó la decisión: el panista Santiago Taboada será el candidato electoral de la oposición que peleará por la Ciudad de México en 2024. Ni encuestas, ni debates, ni participación ciudadana, el acuerdo lo sellaron los tres líderes de los partidos que conforman la alianza del Frente Amplio por México, quienes han renunciado a los procesos democráticos y con colaboración civil que anunciaron como guía política. Pero la tormenta, como ocurriera a finales de agosto con la designación de Xóchitl Gálvez para las presidenciales, llueve sobre PRI. Y quien dice PRI, dice Alejandro Moreno, Alito para los pocos amigos que le van quedando. En agosto, el polémico líder dejó caer a su propia aspirante, Beatriz Paredes, una mujer forjada en el partido desde muy joven hasta ser presidenta del tricolor, además de desempeñar muchos otros cargos orgánicos y de elección. Frente a esa hazaña de Alito, acabar con el aspirante priista a la CDMX, Adrián Ruvalcaba, en favor de Taboada era pan comido. El PRI sigue quitando ladrillos a sus cimientos.
Ruvalcaba dijo adiós al partido a las pocas horas. Uno más, uno menos. El expulsado del cartel no llegó a las manos con Alito porque la conversación fue por teléfono, pero se intercambiaron algunos insultos que enterraron la relación. A primeros de julio de este año, 320 militantes renunciaron al PRI cuando el núcleo duro del partido en el Senado, encabezado por Miguel Ángel Osorio Chong y Claudia Ruiz Massieu, salieron en estampida por sus desavenencias con la dirección. Osorio Chong no ha podido callarse tampoco en esta ocasión: “Quien miente y traiciona solo demuestra su falta de dignidad y de liderazgo. Las miles de renuncias al PRI no son en vano, y veremos muchas más, porque no se puede hacer buena política ni partido, ni construir propuestas de gobierno teniendo una dirigencia que busca someter, callar reclamos e ignorar a quien piensa distinto”. Y llamó a Alito “mentiroso, cínico y oportunista que compra voluntades prometiendo candidaturas y dirigencias a destajo ofendiendo a la militancia”.
Para quien encuentre extraño que el PRI, en palabras de sus correligionarios, “traicione” a sus propios candidatos en favor de los panistas, enemigos durante toda su historia, basta una sencilla explicación. La llegada de López Obrador al poder, aupado por la fortaleza imbatible del partido que él mismo formó, Morena, obligó a la oposición a aliarse si querían tener una mínima oportunidad en las urnas. El mapa de México ha cambiado en unos pocos años: Morena ha ido arrebatando al PRI la práctica totalidad de las gubernaturas, uno más de los ejemplos de un partido que se deshace. La alianza, a la que se sumó también el minoritario PRD, ha hecho un camino electoral unida porque no le quedaba más remedio, pero los aliancistas se siguen mirando de reojo. Alito no gusta a los panistas. Nada. Y si el embate de Morena no fuera suficiente para acabar con el sempiterno partido revolucionario, el PAN está haciendo un buen trabajo en esa misma dirección. Todas las negociaciones entre los aliados se han saldado con victoria para el blanquiazul. Impuso su candidata presidencial y ahora ha hecho lo propio en la Ciudad de México. No en vano, cuando a la ciudadanía se le pregunta a qué partido le tienen más animadversión, el PRI gana sin rival.
Las últimas horas de este puente de la Revolución no han impedido el ruido de sables en la oposición. La despedida de Ruvalcaba se vio sacudida por una serie de comunicados confusos en los que se vio envuelta Xóchitl Gálvez, la única candidatura que nadie se atreve a cuestionar en la oposición. Interpelada por unos y otros, la presidenciable declaró el sábado: “Entiendo [el malestar de Ruvalcaba]. Yo estaría igual de inconforme, porque seguramente él esperaba un proceso interno. Desconozco los detalles porque he estado fuera de la Ciudad y como mi teléfono está intervenido pues yo por ahí no hablo muy seguido”. Ruvalcaba, sin embargo, aseguró que había enviado un mensaje a Gálvez y que ella le respondió. “Escribí a Xochitl porque el presidente Alejandro Moreno me había dicho que era la candidata quien no quería que este fuera un proceso democrático y que Acción Nacional la estaba presionando para que designara un candidato [para la Ciudad]”, contó en rueda de prensa.
Gálvez no ha dejado de llamar a la unidad en estos días, pero dio el asunto por cerrado haciéndose una foto con el elegido, Santiago Taboada, en quien depositó toda su confianza para dar un vuelco a las elecciones en la capital. Asunto concluido. La alianza no está para disensos, pero el PRI se sale del tiesto cada tarde y Alito es la clave.
El líder, que gusta llevar camisas con su nombre impreso en grandes letras, como un piloto de Fórmula 1, maneja un auto que cada vez corre menos. Pero sabe que no puede soltar el volante. Acosado por varios procesos judiciales donde se le acusa de tráfico de influencias y desvío de fondos, el dirigente ha hecho algunas maniobras a favor de Morena en el Congreso que le han costado el enfado de los aliancistas. Aquellos virajes amenazaron la unidad del Frente Amplio. Los suyos se preguntan a cambio de qué los está “traicionando”, qué negocios se trae entre manos. En sus declaraciones cuando rechazó la candidatura de Beatriz Paredes, Alito se defendió de esas acusaciones. Dijo que había dado instrucciones a su partido para que no le propusieran para dirigir la Cámara baja, algo con lo que se especulaba. Y añadía: “Nosotros sabemos hacer política, aquí hay categoría, aquí hay inteligencia, nadie nos va a decir que no. En el Legislativo somos un poder, no empleados del poder”. Pero aún choca ver con qué ilusión se pone del lado de los nuevos candidatos panistas cuando los suyos están abandonando el barco mientras le llenan de acusaciones de interés personal.
“Que se escuche fuerte, juntos vamos a ganar contundentemente para devolverle la grandeza a México”, dice el PRI en sus comunicados. Puede que ganen juntos. Pero las elecciones de 2024 serán una muestra irrefutable del destino del PRI. Todo lo que la alianza consiga en las urnas, el PAN podrá contarlo como victoria propia: suyos son los candidatos. Se verá entonces en qué han quedado los esfuerzos de Alito por vender caro el apoyo a Gálvez y sus incómodos respaldos a Taboada, entre otros. En esos días por venir quizá se atisbe la ganancia del líder. El PRI es posible que no se recupere del golpe.
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