Brenda Ríos: “Acapulco es como una ciudad laboratorio, que adelanta los desastres que vendrán sobre la Tierra”

La escritora acapulqueña ha prestado su casa a la vecina que lo perdió todo y se organiza desde la capital para llevar víveres a la zona devastada

Brenda Ríos, durante la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, en noviembre de 2022.Roberto Antillón

Este mismo año, la escritora de Acapulco Brenda Ríos escribía un prólogo para la reedición de Dos horas de sol, la novela de su paisano José Agustín. Decía lo siguiente: “En Acapulco lo que no se cayó está a punto de caerse. Ningún lugar de mi infancia sobrevive. No hay memorabilia. Claro, la franja de hoteles sigue ahí. La bahía […] La belleza suele estar ligada a un destino trágico…”. Y más adelante: “Eso es Acapulco: un sitio en ruinas, con la alberca vacía, con el jardín enloquecido que se...

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Este mismo año, la escritora de Acapulco Brenda Ríos escribía un prólogo para la reedición de Dos horas de sol, la novela de su paisano José Agustín. Decía lo siguiente: “En Acapulco lo que no se cayó está a punto de caerse. Ningún lugar de mi infancia sobrevive. No hay memorabilia. Claro, la franja de hoteles sigue ahí. La bahía […] La belleza suele estar ligada a un destino trágico…”. Y más adelante: “Eso es Acapulco: un sitio en ruinas, con la alberca vacía, con el jardín enloquecido que se vuelve selva, un templo abandonado”. Meses después, Ríos ha alojado a su vecina en las pocas habitaciones de su casa de Caleta que aún tienen ventanas y no se han inundado: “Eli lo ha perdido todo”, dice. La escritora pasó dos días de angustia localizando desde Ciudad de México a los familiares que no daban señales tras el paso de fuego del huracán Otis, respondiendo mensajes de amigos que piden nombres propios para encauzar las donaciones a los afectados y buscando vehículos para trasladar a la perla del Pacífico víveres que han reunido en la capital. Su hermano trabaja con un barco en Zihuatanejo. Su último mensaje en el chat de los primos avisaba del temporal: “Cuídense”. La franja de hoteles sigue ahí, pero ya es solo una ruina.

Pregunta. Qué tragedia.

Respuesta. En las tragedias se hace comuna de nuevo, te ponen en un sentido de lo primitivo, de buscar ayuda y compañía. Mi amigo Poncho logró sacar a sus hijas chiquitas y a su mujer, que se vinieron a CDMX. Él se quedó, porque se dedica a redes sociales y está tratando de ubicar, para el vecindario, dónde se pueden cargar celulares, dónde hay plantas purificadoras, luz. En mi casa volaron los tinacos, las macetas, los vidrios, algo de gas queda. El Ejército está en la costera, pero en mi zona todavía no, nadie. Es un escenario muy complicado.

P. Cuando se quemó Notre Dame en París, las grandes fortunas no tardaron en ofrecerse para la reconstrucción ¿Ha visto que los ricos de Acapulco se hayan movilizado?

R. Nadie. Nadie que yo sepa se ha pronunciado al respecto, las medidas de solidaridad empresarial han sido de las pequeñas empresas, como Pizza Real, que ha estado regalando pizzas a ciertas horas, gente que abre sus casas para dar albergue a otros, más que los grandes capitales.

P. Porque hay gente muy famosa y adinerada en Acapulco.

R. Plácido Domingo, Silvia Pinal, Luis Miguel y gran cantidad de actores de Televisa, Roberto Palazuelos… Que yo sepa, por ahora, no han dicho cómo van a ayudar. Solo se han escuchado declaraciones de ‘Acapulco saldrá adelante’, ‘Acapulco será el que fue’, pero no sé si han ofrecido sus mansiones para alojar a la gente. Sí he leído que el piloto Checo Pérez ha subastado un casco de carreras para donarlo a Acapulco. Quizá haya más solidaridad por venir.

Brenda Ríos posa frente a una imagen de Tarzán, en el hotel Los Flamingos, en Acapulco.Cortesía

P. Dice que a un amigo le robaron el dinero y los víveres. La rapiña es generalizada.

R. Una cosa fue la ciudad de México del terremoto del 85, que es donde nace esa solidaridad o el mito de la solidaridad; también en 2017 había más gente ayudando que haciendo actividades ilícitas. Pero en Acapulco se da otra circunstancia. En el huracán pasado, antes de la pandemia, Costco fue saqueado y había chicos con el agua hasta las rodillas y con las pantallas en los hombros, refrigeradores, se llevaron todo. Cuando Cosco pudo reabrir, no abrió, nunca más, como castigo a la población. Yo viví el Paulina en 1994 y fue como en CDMX, pero ahora no hay Ejército en algunas partes.

P. ¿Debería hacer falta el Ejército para garantizar la solidaridad?

R. En catástrofes así la gente llega a un estado de barbarie y desesperación, y no todos están pensando en ayudar al otro, y Acapulco lleva ya un rato como Sodoma y Gomorra, parece una ciudad bíblica en el sentido de maldad, hay mucha rapiña y mucha mala fe. Mi vecina, Eli, me dice que no hay nadie que controle esto en su zona. Lo que pasa es algunos parecen niños pequeños que necesitan que alguien ejerza la autoridad. También hay solidaridad, claro.

P. ¿Cómo ve el futuro inmediato de Acapulco?

R. Yo me acuerdo del Paulina, nos llevó un año y medio la recuperación y eso que no ocasionó el daño de Otis, aún no tenemos el número de muertos. Creo que ahora va a ser mucho más lento, de por sí Acapulco estaba mal. Si habláramos de otra ciudad, o de otro país que no tuviera una historia tan complicada en términos políticos y de corrupción, podría ser una gran oportunidad para reconstruir Acapulco. Por ejemplo, dejar subterráneo el tendido de luz, como ya lo tienen en la zona de Punta Diamante, organizar una mejor distribución del agua, porque Capama, la oficina del agua, siempre es la caja chica del alcalde de turno. Acapulco tiene uno de los servicios públicos más caros de México. Es como si fuera una ciudad laboratorio, que adelanta los desastres que vendrán sobre la Tierra: el cambio climático y el problema del agua. Veo un escenario catastrófico, en las siguientes dos semanas toda será ayudas, pero todo tardará si no hay un plan integral de reconstrucción que involucre comunidad, sociedad civil y empresa.

P. ¿Qué turismo cabría esperar para Acapulco después de esto?

R. Gran parte del daño en los últimos 20 años ha sido precisamente el turismo indiscriminado, que debería ser responsable. El problema de Acapulco es que a veces llega un turismo tan pobre como la persona que lo está atendiendo. Así se lleve dos años o tres la reconstrucción, esperaría que la ciudad, en adelante, no sea solo un espacio para la enorme familia mexicana, los que se metían al agua cuando yo era niña con la pantaleta debajo del traje de baño, los tipos con calcetas y chanclas. Y que ofrezca mejores servicios, porque la decadencia fue en todos los sentidos. Que la gente quiera ir a trabajar a Acapulco, como a los Cabos. La zona rica vive en burbujas, no se entera de nada, llegan en avión, van por ellos y se quedan en su departamento de lujo, un Acapulco privado. Deberíamos hacer un Acapulco que no sea tan lujoso y uno que no sea tan pobre.

P. No parce que los ricos allá estén contribuyendo a que los demás lleguen siquiera a una clase media.

R. Exacto. Los ricos se cuidan y se protegen, pero parte de su riqueza viene de explotar a los demás. Echaron a perder un lugar que era hermoso, la perla del Pacífico, le decían. Algunos de aquellos hoteles son ahora los más baratos de todo el país, con antiguos anuncios en los muros desgastados. La perla del Pacífico esconde mucha suciedad.

P. No es muy, o nada, optimista.

R. Guerrero ha mejorado en el empeoramiento de sus políticos, es una habilidad que solo tiene este Estado. Ha mejorado la corrupción, la impunidad y el nepotismo. Es una vergüenza pública. Se dice ahora que las ayudas serán directas, pero muchos no van a donar porque el Ejército es el que se encargará de hacer la distribución y la gente no confía. Y Eli me contó que el kilo de tortilla está a 70 pesos. Es una zona de guerra.

Brenda Ríos, durante una entrevista con EL PAÍS.Nayeli Cruz

P. En esa zona vieja donde está su casa, en los últimos años viven huyendo de las balas.

R. En mi calle hubo una cabeza cortada y el cuerpo nunca apareció.

P. Con esas condiciones, ¿no cree que el narco aprovechará para sacar partido a la reconstrucción?

R. Alguien ha dicho que quizá sea una oportunidad para que el narco se vaya de Acapulco, pero lo dudo mucho, porque no solo vive de la droga, también de la extorsión e infiltrado en el capital visible. Ahora quizá habrá un reacomodo de la delincuencia organizada, que es lo único organizado en este país. En un escenario de caos es lo único que puede funcionar.

P. Más allá de las vidas humanas, entre lo que ha desaparecido, ¿qué echará de menos como acapulqueña?

R. Tengo 48 años y cuando me reúno con mis primos siempre extrañamos muchos lugares, pero vivir en un pueblo de mar te obliga a aceptar la pérdida de muchas cosas, porque los negocios no duran tanto. Cierran por alguna razón y a veces no reabren, y no es solo por los vaivenes del turismo. Extrañaré la playa, el Golfito, Costa Azul, ciertos restaurantes que confío en que reabran, como Los Buzos, el Amigo Miguel, que son mi infancia ochentera, o el hotel Los Flamingos, donde tengo tantas fotos, íbamos a desayunar con mi familia... las puestas de sol... Quedó destrozado.

P. ¿Teme regresar a Acapulco ahora que bajen las aguas?

R. Claro que sí, si solo con ver las fotos lloro. Tengo un chat en el Facebook y es descorazonador. Mensajes preguntando si alguien sabe algo de una persona, preguntando por calles y edificios. Hay gente que ofrece dinero para que le tomes un video a un edificio para ver cómo quedó allá donde viven los familiares. Te rompe el corazón. Los lugares no se parecen a los que conocíamos.

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