El conflicto diplomático entre México y Perú se enciende por la disputa de la presidencia de la Alianza del Pacífico

El relevo en el mecanismo regional abre otro punto de choque entre los Gobiernos de López Obrador y Dina Boluarte, después de meses de una tensa calma entre ambos países

Dina Boluarte y Andrés Manuel López Obrador.AP

Nuevo capítulo en el conflicto diplomático entre México y Perú. Después de meses de una tensa calma han vuelto los roces entre el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador y la Administración de ...

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Nuevo capítulo en el conflicto diplomático entre México y Perú. Después de meses de una tensa calma han vuelto los roces entre el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador y la Administración de Dina Boluarte. En el centro de la disputa está la negativa del mandatario mexicano de entregar la presidencia de la Alianza del Pacífico, un mecanismo regional que ambos países comparten con Chile y Colombia, bajo el argumento de que Boluarte fue “impuesta” tras la destitución de Pedro Castillo por un intento fallido de autogolpe de Estado en diciembre pasado. “Ella está usurpando ese cargo”, acusó López Obrador esta semana. La condena de las autoridades peruanas llegó horas más tarde, entre reclamos de “injerencismo”. “Es una manifestación del nivel de negligencia con el que orienta sus acciones en el ámbito exterior”, afirmó la ministra peruana de Exteriores, Ana Cecilia Gervasi.

La presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico se alterna cada año por orden alfabético entre los cuatro países miembro. México asumió la titularidad en enero del año pasado y estaba previsto que entregara el testigo a Perú a finales de 2022 o principios de 2023, según se lee en la página oficial de la iniciativa comercial. Justo en ese periodo, el intento de Castillo de disolver al Congreso y de declarar un Estado de excepción convulsionó la política peruana, en una seguidilla de eventos que terminó con el encarcelamiento del entonces presidente.

“No le puedo entregar yo nada porque ella no es legal ni legítimamente, para nosotros, presidenta del Perú”, zanjó López Obrador, que ha encabezado el rechazo a la destitución de Castillo en el escenario regional, junto a su homólogo colombiano, Gustavo Petro. “La opinión del presidente de Colombia es parecida a la mía y el presidente de Chile tampoco está interesado en que se le entregue al Perú la presidencia. Se la podemos dar a Chile, Colombia y que vean ellos qué hacen”, agregó el presidente mexicano. El impasse deja en el aire el futuro inmediato de la Alianza, que se ha afianzado como el nuevo frente diplomático entre México y el país andino.

Dina Boluarte habla con el expresidente mexicano Felipe Calderón, durante una conmemoración de los 12 años de la Alianza del Pacífico, en Lima, el pasado 25 de abril.Presidencia del Perú (EFE)

Para el internacionalista peruano, Francisco Belaunde, López Obrador parece estar “fuera de la realidad” al insistir en la narrativa de que Castillo no intentó quebrar el régimen constitucional, a pesar de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos lo ha aceptado en un informe reciente. “No le interesa acusar recibo. Más que estar preocupado por la democracia, da la sensación de que defiende a sus amigos ideológicos a como dé lugar”, señala.

Belaunde saluda que haya sido la canciller Gervasi quien le haya respondido esta vez a López Obrador en lugar de Boluarte. “Se debe evitar que los presidentes se pongan pico a pico. El conflicto ya no puede escalar más. Hemos retirado a nuestro embajador en México y a su vez hemos expulsado a su par en Perú. Se debe hilar fino. Sería absurdo romper relaciones”, anota. Desde que Boluarte se sentó en la silla presidencial hace cinco meses, Perú ha retirado a sus embajadores de tres países de la región ―México, Colombia y Honduras―, reduciendo la relación a encargados de negocios en un hecho sin precedentes.

A la respuesta de Gervasi a inicios de semana, se ha sumado la del jefe del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, quien dejó la diplomacia de lado al referirse a López Obrador y Gustavo Petro, encendiendo la hoguera. “El país está siendo atacado por dos presidentes, que conjuntamente, con el señor Pedro Castillo son caimanes del mismo pozo. Los señores López y Petro coinciden en las políticas del señor Castillo; son gestiones mediocres y autoritarias”, dijo.

En medio del torbellino de reacciones, ha llamado la atención la aparición de una escudera de Boluarte que no tiene ningún cargo público en el Gobierno: Keiko Fujimori. La lideresa de Fuerza Popular, quien peleó voto a voto con Castillo en las reñidas elecciones de 2021, también se pronunció contra las declaraciones que llegaron desde México. “Aquí el único usurpador es usted, señor López Obrador, que se está apropiando de la Alianza del Pacífico y robándole ese derecho al Perú”, escribió en su cuenta de Twitter. Fujimori también arremetió contra el presidente de Colombia: “Golpe es el que trató de dar su camarada Pedro Castillo que, como vemos, coincide demasiado con el temperamento subversivo de Petro”.

Lo más sorprendente es que al defender a Boluarte ―vicepresidenta de Castillo y, por tanto, integrante de su plancha―, Fujimori ha reconocido por primera vez, tras casi dos años, a un Gobierno que puso en tela de juicio por un supuesto fraude que nunca se comprobó. “Si tengo que decidir entre apoyar a López Obrador y Petro o a Dina Boluarte, respaldo decididamente a quien ha llegado a la presidencia en forma legal y constitucional. Ese es el rol que nos toca a todos como peruanos”, señaló.

“Hay una distancia”, dijo, a su vez, Marcelo Ebrard, el secretario mexicano de Relaciones Exteriores, a los medios de comunicación el martes. Al margen del reconocimiento a Castillo como presidente legítimo, Ebrard justificó el “alejamiento” porque su embajador en Perú, Pablo Monroy, fue declarado persona non grata. Monroy fue una figura clave para que la esposa y los hijos del expresidente pudieran llegar a México, donde están asilados desde la deposición. En febrero, López Obrador afirmó que pasar el bastón de mando a Perú era “legitimar el golpe de Estado”.

A finales de marzo, el abogado de Castillo, el argentino Guido Croxatto, fue recibido por López Obrador en el Palacio Nacional, la sede del Gobierno mexicano. “Le agradezco su respaldo a las causas justas del Perú”, se lee en una carta del expresidente desde la cárcel que Croxatto entregó a López Obrador. “El apoyo es total”, dijo el representante legal en una entrevista con este diario tras su visita relámpago a México. Unos días antes había estado con Petro y siguió prácticamente el mismo guion: reunión presidencial, carta y declaraciones sobre el respaldo internacional que la causa de Castillo ha encontrado en gobiernos, al menos nominalmente, de izquierdas. Desde entonces, el conflicto diplomático estuvo prácticamente fuera de la agenda informativa en México.

“Aquí no pasará lo del Perú, aquí en Colombia vamos con paso decidido a la democracia, la justicia y la Paz”, escribió Petro el pasado fin de semana en su cuenta de Twitter, en respuesta a rumores sobre un intento de golpe a su Gobierno. El mandatario chileno, Gabriel Boric, ha tenido su propio episodio de tensiones con la Administración de Boluarte, aceitado por tensiones migratorias a principios de año y críticas a la gestión de las protestas sociales en territorio peruano. Con todo, Boric ha sido menos vocal que sus homólogos, Petro y López Obrador. “Lamentablemente en ese país, impera el racismo y el clasismo, entonces tienen injustamente encarcelado al presidente nada más por su origen popular, y porque no se prestó para que la oligarquía del Perú y del extranjero saquearan al Perú”, aseveró el dignatario mexicano, en declaraciones que volvieron a disparar las tensiones con el Ejecutivo de Boluarte.

El pasado 25 de abril, se llevó a cabo en el Palacio de Gobierno peruano, en Lima, un evento por el XII aniversario de la Alianza del Pacífico, establecida en 2011. Como era de esperarse, no contó con la presencia de representantes del Estado mexicano y colombiano. Sin embargo, Boluarte tuvo a su propio invitado de honor: el expresidente Felipe Calderón, uno de los mayores adversarios políticos de López Obrador. Calderón intercambió elogios con la abogada, y además criticó las tensiones actuales. “Antes éramos amigos todos. Nos reconocíamos sin regateos”, comentó el exmandatario, “que esa hermandad no se borre con prejuicios, temores ni ideologías”.

Calderón, el presidente de México cuando se creó la Alianza (2006-2012), dijo que el libre comercio no podía comprometerse por las diferencias ideológicas de los miembros. “Los intereses partidarios de los dirigentes de nuestros países siguen siendo una enfermedad crónica”, criticó. Las exportaciones peruanas a los países de la Alianza del Pacífico representan el 43% del total de envíos a América Latina y el 6% del monto de envíos al resto del mundo. Para el país sudamericano, no se trata de un convenio simbólico, sino de acuerdos comerciales que tienen un impacto real en la economía.

“Vamos a ver qué resuelve el pueblo peruano en los próximos meses”, señaló Ebrard sobre el futuro político de Boluarte. El cruce de acusaciones y desaires ha ahondado la parálisis de la Alianza. Ya desde noviembre del año pasado, en un clima tenso, el Congreso impidió que Castillo saliera del país para acudir a la cumbre anual de la iniciativa comercial. También se ha ralentizado la adhesión de Costa Rica y Ecuador como miembros y ha perdido peso en el sistema multilateral latinoamericano. Antiguo ejemplo de éxito en integración regional, el mecanismo ha quedado atrapado en el fuego cruzado: utilizado por López Obrador como símbolo de su respaldo a Castillo y pieza clave en el discurso de Boluarte de que no admitirá intromisiones en la política interna de Perú. La saga diplomática continúa.

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