Playeras Lacoste, tortillas mexicanas y una enorme cantidad de dudas y errores: así fue la entrevista de Tomás Zerón en Israel
En su primera entrevista larga desde su huida de México, el exjefe de investigadores del ‘caso Ayotzinapa’ se pinta como víctima de una persecución política y evita cuestiones concretas sobre las acusaciones que penden en su contra
Tomás Zerón ha vuelto y lo ha hecho a lo grande. El exjefe de los investigadores de la Fiscalía mexicana, buscado desde hace años por delitos de tortura y desaparición forzada en el marco del caso Ayotzinapa, además de otros financieros, ha concedido una entrevista al diario israelí Yediot Aharonot, el de mayor tirada del país. En el texto, Zerón, que se dice feliz y en buen estado de forma, asegura que es víctima de una “persecución polít...
Tomás Zerón ha vuelto y lo ha hecho a lo grande. El exjefe de los investigadores de la Fiscalía mexicana, buscado desde hace años por delitos de tortura y desaparición forzada en el marco del caso Ayotzinapa, además de otros financieros, ha concedido una entrevista al diario israelí Yediot Aharonot, el de mayor tirada del país. En el texto, Zerón, que se dice feliz y en buen estado de forma, asegura que es víctima de una “persecución política” en México y niega todas las acusaciones en su contra. EL PAÍS cuenta con una traducción completa del artículo al inglés, cortesía del National Security Archive, un centro de estudios e investigación con sede en Washington.
La del Yediot Aharonot es la primera entrevista larga que concede Zerón, que ya había hablado con The New York Times hace unos meses, sobre su vida en Israel y su huida de México, a mediados de 2019. El exfuncionario, cuya entrega México ha pedido a Israel reiteradamente, cuenta que vive en Tel Aviv y dedica su tiempo a “reflexionar sobre el sentido de la vida”, a hacer ejercicio, además de gestionar su restaurante de comida mexicana en la ciudad -”nuestras tortillas son muy buenas”, dice. En un momento de la entrevista, los periodistas le preguntan, “¿Le da miedo sonreír?”. Zerón contesta: “En Israel me siento seguro, en México no tanto”.
El intercambio anterior refleja el tono de la entrevista, amistoso, a veces incluso elogioso, ajeno al contexto que envuelve a la figura de Zerón en México. Ajeno a veces, también, a México por completo. En sus más de ocho páginas, Zerón apenas necesita esforzarse en desviar preguntas incómodas, ni sobre el caso Ayotzinapa, ni sobre sus presuntos desfalcos cuando estuvo al frente de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), el brazo investigador de la Fiscalía. Tampoco requiere detallar su relación con los proveedores de equipo de seguridad israelíes que trató en sus años en el Gobierno, y que podrían estar ayudándole desde que llegó a Israel: no le preguntan.
Zerón comparte páginas con su abogada allá, Liora Turlevsky. Entre los dos insisten en que cuentan con pruebas suficientes, algunas, dice, inéditas, para probar su inocencia y la versión de los hechos que siempre ha defendido en el caso Ayotzinapa: el asesinato de los 43, la quema de los cuerpos en un basurero y la desaparición de los restos en un río. Los autores de la nota incluyen alguna de esas presuntas pruebas, por ejemplo, la declaración de uno de los primeros detenidos por el caso, cuyo nombre o alias omiten, y que supuestamente participó en los asesinatos, la quema y el episodio del río. Zerón niega que le torturase o que ordenara que le torturasen. A él o a nadie.
Kate Doyle, parte del equipo del NSA en Washington, opina que “este artículo es una pieza de relaciones públicas. Creo que la intención ha sido humanizar cuidadosamente a Zerón, limpiar su nombre”. Doyle, experta en el caso Ayotzinapa, añade: “Si Zerón y su abogada tienen evidencia del tipo que sea, que pueda probar su inocencia en el montaje de la investigación del caso Ayotzinapa, debería estar dispuesto a comparecer ante un juez en México y responder a las acusaciones que penden en su contra”.
Doyle dice además: “No veo que esta entrevista ilumine nada nuevo sobre el caso Ayotzinapa. Y para ser sincera, el silencio sobre las familias de los 43 que impera en toda la nota, su sufrimiento, que continúa hasta ahora, en contraste con el semblante tranquilo y feliz que Zerón muestra en la entrevista, su vida en Israel, su buena salud, sus aventuras empresariales, sus placeres vitales… Es difícil de leer. Quizá por eso no se ha atrevido a hablar con un medio mexicano y prefirió hacerlo con una revista israelí que claramente no conoce México ni el caso”.
Los silencios son a veces escandalosos. Los entrevistadores no le preguntan por el supuesto montaje que organizó en el río San Juan, donde, según los actuales responsables de la investigación, el viejo aparato sembró huesos de uno de los 43, para apuntalar su teoría del caso. No profundizan en el tema de la tortura con casos concretos, más allá de El Chereje, uno de los detenidos entonces, que Zerón se llevó en helicóptero a Iguala, lugar del ataque contra los normalistas, situación que evitó registrar en el expediente. En cambio, el texto en rico en anécdotas. Desde hoy, México sabe que el exfuncionario fue el primero en importar al país prendas de Lacoste.
Encinas y el ataúd
La entrevista se divide en cuatro grandes apartados. La nota abre con detalles de la reunión que Zerón mantuvo en Tel Aviv en febrero del año pasado con Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos de México, y encargado de la comisión presidencial que investiga el caso Ayotzinapa, uno de los varios grupos que participan de las pesquisas. La reunión, cuyo contenido se conoce parcialmente desde hace meses, introduce las primeras declaraciones de Zerón y abre la puerta al resto de temas. Sin entrar a detalle, la entrevista muestra que Zerón contrató a un grupo de personas para que grabasen de manera oculta el encuentro.
La junta ocurrió en un restaurante griego. Las autoridades mexicanas, dice la nota, no informaron a las israelíes sobre la reunión, que fue “coordinada en secreto” entre ambos hombres. Esta decisión de no comunicarla, junto al contenido de la grabación de la conversación, han supuesto “el último clavo” en el ataúd de la petición de extradición, según “altos cargos oficiales” israelíes sin identificar citados en el artículo. Las dificultades para traer de vuelta a Zerón son conocidas, incluso desde el mismo origen.
La FGR ha tardado meses en cuestiones muy simples, como traducciones de documentos, que han retrasado el proceso. El viaje a Israel, el año pasado, del primer responsable de las pesquisas durante la actual administración, Omar Gómez Trejo, pareció allanar el camino, sobre todo en lo que se refiere a la acusación por desaparición forzada. En México, la Fiscalía puede acusar de ese delito a quien, con sus actuaciones u omisiones, impida el hallazgo de una persona desaparecida, caso de Zerón. Pero la salida de Gómez Trejo del caso y, al parecer, la reunion de Zerón con Encinas, han vuelto a complicarlo.
No es Zerón, sino los periodistas, quienes resumen el contenido del audio del encuentro. Encinas, que desconocía estar siendo grabado en secreto, “habló y habló” durante las tres horas de reunión y dijo “completamente lo contrario de lo que se esperaba que dijese”, según los autores de la nota. “Te lo digo con toda sinceridad: No quiero meterte en la cárcel”, dice Encinas en la grabación, según los autores.
Encinas aseguró también a Zerón, según el relato, que sabría defenderse en México en el caso Ayotzinapa y que él también era consciente de su inocencia en otro de los casos por los que fue interrogado: la presunta recepción de millones de dólares por empresas de inteligencia israelíes. “No te estoy culpando ni haciéndote responsable de nada. Habla, no soy un policía”, le dijo antes de pedirle que le ayude a “descifrar” el caso a cambio de “seguridad” en el proceso legal en México.
El Chapo y los adornos
Los otros apartados de la entrevista tienen que ver con El Chapo, la vida personal de Zerón y el caso Ayotzinapa. Sobre su vida, Zerón cuenta que, llegado a Israel, se le fueron agotando los ahorros -cuyo origen no se cuestiona- y ahora regenta un pequeño restaurante de comida mexicana para trabajadores en Tel Aviv. “Como buen mexicano en busca de las mejores tortillas”, dice, conoció un día un puesto de comida mexicana en el mercado de Carmel. Un día, el dueño le dijo que se disponía a cerrarlo en dos semanas. Zerón le propuso juntarse para abrir un nuevo sitio, en el que él se ocuparía de la parte empresarial y el exdueño del puesto, de la culinaria. Zerón además es asesor gastronómico de un restaurante en la ciudad.
Zerón también habla de por qué eligió Israel para esconderse -él no usa este verbo- sobre otros posibles destinos: Israel y México no tienen tratado de extradición. El exfuncionario argumenta que, desde que lo visitó por vez primera en 2008, pensó que “sería agradable ser allí un turista”. Rechaza que su estadía allí esté relacionada con la ausencia de convenio de extradición entre los dos países, con el argumento de que cuando huyó de México no había una investigación abierta en su contra. También niega que tenga que ver con sus lazos con empresarios de la ciberseguridad israelí. En el artículo se señala que mantiene “relaciones cálidas” con algunos de ellos, que le han ayudado a construirse un círculo social en su nuevo país de residencia.
La parte que los autores dedican a El Chapo es interesante también. Primero, porque Zerón señala posibles nexos de capo con integrantes del Ejército. Y luego, porque sirve de marco conceptual para presentar a Zerón como “estrella de rock” dentro del sistema legal mexicano. Este apartado gira en torno a las capturas de Joaquín El Chapo Guzmán, en 2014 y 2016, fuga de por medio. Los reporteros dejan que Zerón narre una historia en la que él se convierte en protagonista. A partir de lo que cuenta, concluyen que el exfuncionario “se convirtió en un rockstar del sistema de justicia mexicano tras la captura” del capo sinaloense.
Una afirmación tan sorprendente como la anterior resulta cuanto menos cuestionable. En 2014, antes del caso Ayotzinapa, Zerón aún gozaba de crédito y manejaba con mano de hierro la AIC. Pero de ahí a pensar que él dirigió los esfuerzos para atrapar a El Chapo hay un buen trecho. Alejandro Hope, experto en seguridad y exfuncionario de los servicios de inteligencia mexicanos, explica que la agencia de seguridad líder en este asunto fue la Armada. “La relación con las agencias de Estados Unidos no la llevaba Zerón, sino Ortega Siu”, explica, en referencia al jefe militar encargado de la Unidad de Inteligencia Naval. “El papel de Zerón en las capturas de El Chapo es mucho menor de lo que él presume. Yo creo que se adorna”, zanja.
Igual de preocupantes resultan algunas afirmaciones o narraciones del texto sobre el sistema político mexicano y el caso Ayotzinapa. Así, por ejemplo, los autores señalan que Enrique Peña Nieto, presidente entre 2012 y 2018, gran valedor de Zerón, perdió la presidencia en 2018, “en gran parte por el asesinato de los estudiantes” de Ayotzinapa. Aquí el problema es doble. Primero, porque enunciar el “asesinato” de los muchachos solapa la teoría del entrevistado, la de que los 43 estudiantes desaparecidos murieron en un basurero cerca del lugar del ataque, en 2014. Hoy, los investigadores rechazan esa teoría. Y segundo, porque en México los presidentes no se reeligen.
Los errores continúan y dan lugar a equívocos peligrosos. Así, por ejemplo, cuando aborda el ataque contra los estudiantes de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero, el 26 y 27 de septiembre de 2014, confunde personas y cargos. El texto señala que “de acuerdo a investigadores, el sistema Pegasus -un software que sirve para adueñarse de teléfonos ajenos y que la AIC y otras dependencias contrataron en la época de Peña Nieto-, además de algunas notas de prensa, sugerían que el gobernador de la región y su esposa estuvieron implicados en el secuestro” de los 43.
Los autores escriben esto último para relatar los primeros días de Zerón en el caso. Leído así, parecen referirse al entonces gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, que hasta ahora no había sido señalado en el caso. Lo lógico, sin embargo, es que se refieran al alcalde de Iguala y su esposa, María de los Ángeles Pineda, en prisión desde 2014, acusados de vínculos con Guerreros Unidos, el grupo criminal que estuvo en el centro del ataque, junto a policías de varios municipios, con la participación, activa u omisa, de todas las corporaciones de seguridad, tanto estatales como federales. Los autores de la nota debieron confundir alcalde con gobernador. Es posible, sin embargo, que se trate de Aguirre, y que Zerón lo tuviera momitoreado con Pegasus.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país