El peligroso discurso de los ‘influencers’ mexicanos que creen que la mente puede atraer terremotos
Expertos en sismología desmantelan con datos esta teoría difundida en redes sociales después de los temblores
El actor mexicano José Ron tuiteó el pasado 19 de septiembre para su millón y medio de seguidores: “Yo no sé ustedes pero para mí no deberían hacer simulacros, atraen la energía! Somos energía! El estar pensando y haciendo simulacros se jala esa energía!”. Un temblor de 7,9 de magnitud acababa de sacudir el país justo 45 minutos después del simulacro nacional, que conmemoraba los dos más graves sismos que atravesaron México, el 19-S de 1985 y 2017. En esos momentos todo el mundo se hacía la misma pregunta: ...
El actor mexicano José Ron tuiteó el pasado 19 de septiembre para su millón y medio de seguidores: “Yo no sé ustedes pero para mí no deberían hacer simulacros, atraen la energía! Somos energía! El estar pensando y haciendo simulacros se jala esa energía!”. Un temblor de 7,9 de magnitud acababa de sacudir el país justo 45 minutos después del simulacro nacional, que conmemoraba los dos más graves sismos que atravesaron México, el 19-S de 1985 y 2017. En esos momentos todo el mundo se hacía la misma pregunta: ¿cómo puede ser posible que tres grandes terremotos sucedan exactamente en la misma fecha? Un físico salió a calcular la probabilidad —dijo 0,000751%— que se difundió de forma viral en redes sociales. Los científicos salieron tímidamente a afirmar que aquello era todo una simple coincidencia. Sin embargo, los ingredientes estaban ya preparados para la rápida propagación de discursos sin sustento científico que aseguran que somos los humanos quienes atraemos lo que ocurre, que, incluso, podemos con nuestra mente y energía hacer crujir la tierra.
Al otro lado del teléfono, el sismólogo Carlos Valdés se ríe tranquilo: “Me resulta interesante, ojalá funcionara así la mente y entonces con esa energía pudiéramos solucionar muchos problemas”. El investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM no pierde los nervios ante estas teorías mágicas y explica con datos: “La energía que se acumula para generar un sismo como el del lunes se va gestando durante 40 o 60 años”, apunta, “la zona que finalmente se fractura tiene dimensiones extraordinarias, son elípticas por debajo de la tierra de 70 kilómetros de largo y 50 kilómetros de ancho. Estamos hablando de cosas realmente impresionantes, no creo que el poder humano, incluso ahí juntándonos todos, tenga la capacidad de llegar a ese punto”.
La actriz Bárbara de Regil quiso saber el lunes si sus 8,4 millones de seguidores estaban de acuerdo con su nueva teoría de los sismos: “¿Por qué así? Será la energía. Ves que somos energía todos”. La influencer Yoss Hoffman, mejor conocida como Yosstop, negaba cualquier coincidencia: “Y la historia se repite, esto no es una casualidad, el universo nos está recordando algo, algo nos quiere recordar, el mismo día, casi a la misma hora, en el mismo momento, está cañón”. La conductora Martha Debayle sacaba a la palestra la ley de atracción: “¿Atraemos lo que atraemos por lo que somos?”.
Si se busca una comparación: la energía del sismo del último 19 de septiembre equivale a la de 20.000 bombas atómicas como las que se lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki. Y no son los más potentes, apunta Carlos Valdés, las ondas sísmicas de “monstruos de magnitud 9,5″ que han llegado a ocurrir en Chile dan la vuelta a la tierra durante varios días. “¿El poder de la mente podría hacer eso? En este momento no. Pero sí puede hacer algo: revisar las estructuras, hacer simulacros para estudiar donde tenemos que resguardarnos y planear estrategias de evacuación”, dice sin burla el investigador.
Al hilo de las publicaciones de los influencers, aparecían los tarotistas y los coachs que apuntaban hacia un mismo término: egregor, un concepto pseudocientífico según el cual el pensamiento colectivo forma un entidad psíquica capaz de influir en la realidad. “Es tan ingenuo pensar que se pueden ‘atraer’ los terremotos con el pensamiento, como con cualquier otro deseo colectivo. Si de atracción y pensamiento se tratara, llovería en los países en los que azota una sequía, dejaría de llover en los países que sufren inundaciones, haría menos frío en inviernos crudos y menos calor en veranos muy intensos”, responde la sismóloga Gina Villalobos.
El riesgo de estos discursos anticientíficos es que no son inocuos, sino que bajo ellos subyace un rechazo, por ejemplo, a los simulacros. La cómica Sofía Niño de Rivera tuiteó sin pudor: “Siento que con el simulacro siempre se invoca un temblor”, en una publicación que fue compartida por miles de personas.
Villalobos, también docente en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, no deja dudas sobre los peligros que implicaría no tener simulacros: “Dejar de capacitar a la población en las prácticas correctas de evacuación, podría llevar a un número mayor de heridos o muertos en un evento futuro”. Y añade: “No es cuestión de pensamientos o energías, no son las pseudiociencias las que salvan vidas durante un sismo, son los códigos sismoresistentes rigurosos, las estructuras correctamente diseñadas y construidas y las prácticas de prevención”.
En la misma línea se pronuncia Luis Antonio Domínguez, doctor en Geofísica por la Universidad de California: “Los simulacros nos permiten ver que podríamos estar haciendo mal en caso de un sismo”. Especialmente en los dos lugares donde es más probable que estemos: en la recámara y en la oficina. “Dejar de hacer simulacros es ignorar que existen sismos y que existen con mucha frecuencia. Si vemos los últimos 2.000 años, desde el nacimiento de Cristo, que seguiría siendo muy poquito tiempo para la Tierra, ha habido varios sismos todos los días del año”, apunta el investigador de la UNAM, que ha trabajado en el Servicio Sismológico Nacional.
En México hay un catálogo que recopila los sismos desde 1900, y desde entonces se han registrado 315 mayores de 6. El día 7 de junio es cuando más temblores han coincidido, explica Carlos Valdés: en los años 1911, 1918, 1932, 1982, 1998, y 2016. En el marcado 19 de septiembre no ha habido solo tres grandes terremotos, sino cuatro, también ocurrió uno en 1993 (de 6,3 de magnitud). El 23 de septiembre se han producido cinco del último siglo. Así la propuesta de Niño de Rivera, que se ha convertido en una petición popular: “Hay que saltarnos el 19 de septiembre en el calendario, como los elevadores que se saltan el 13″, pierde su sentido.
Los terremotos son fenómenos que no se pueden predecir, aleatorios y muy frecuentes en México. “Hemos asociado a septiembre con el mes de los terremotos, entonces parece que todos pasan en septiembre”, añade Luis Antonio Domínguez, “pero incluso de los últimos tuvimos uno de más de 7 en 2018 en febrero, en 2020 en junio y no les dimos importancia”. En la madrugada de este jueves, 22 de septiembre, México volvió a temblar: un sismo de 6,9 de magnitud, no le hizo falta el simulacro ni el pensamiento colectivo.
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