El abrazo del oso que asfixia al PRI
La semana pasada fue ‘horribilis’ para el partido antaño institucional y revolucionario. La mano derecha no sabía lo que hacía la izquierda, pero las bofetadas llegaban por todas partes
Decir PRI es decir México. El partido que gobernó de forma única durante décadas utilizando sin complejos la bandera de todos los mexicanos; el de Cárdenas y la nacionalización del petróleo, el de los trabajadores y los desposeídos, pero también el de Tlatelolco y las represiones de Echeverría. Como fuera, en el PRI tenían que caber todos, pues no había otro. Fue la dictadura perfecta a la que los mexicanos nunca hicieron una transición ordenada y de consenso. Tampoco el PRI hizo la propia y hoy se desmigaja entre golpes que llegan de fuera y terremotos que lo sacuden por dentro. Las últimas e...
Decir PRI es decir México. El partido que gobernó de forma única durante décadas utilizando sin complejos la bandera de todos los mexicanos; el de Cárdenas y la nacionalización del petróleo, el de los trabajadores y los desposeídos, pero también el de Tlatelolco y las represiones de Echeverría. Como fuera, en el PRI tenían que caber todos, pues no había otro. Fue la dictadura perfecta a la que los mexicanos nunca hicieron una transición ordenada y de consenso. Tampoco el PRI hizo la propia y hoy se desmigaja entre golpes que llegan de fuera y terremotos que lo sacuden por dentro. Las últimas elecciones dejaron al tricolor en los huesos. Y en 2024 es fácil que pierda las gubernaturas de Coahuila y el Estado de México, la joya de la corona. Eso sería el fin, tantas veces anunciado.
La semana pasada fue horribilis para el partido antaño institucional y revolucionario. La mano derecha no sabía lo que hacía la izquierda, pero las bofetadas llegaban por todas partes. En el Congreso de los Diputados, los aliados del presidente priista, Alejandro Moreno, Alito, hacían un gesto a Morena y al presidente del Gobierno con una iniciativa que apoyaba la prórroga de los militares en tareas de seguridad pública hasta 2028. ¿A cambio de qué? Todos señalaron en la misma dirección: ese era el visado para que Alito siguiera aforado, al socaire de la justicia. Está señalado por enriquecimiento ilícito, una causa que llega desde la Fiscalía de Campeche, su Estado natal, que también perdió el tricolor en 2021.
Mientras tanto, en el Senado, donde se votaba la militarización o no de la Guardia Nacional, los priistas, sin embargo, votaron en contra de la medida, es decir, en contra del Gobierno. Y de Alito. Eran asuntos distintos, pero parecidos, y a nadie se le escapaba la brecha que desangraba al partido tricolor.
El mortífero intercambio de cromos en el Congreso dejaba al líder priista como rehén de Morena. Demasiada debilidad para que su partido no apunte ya al cuello del presidente. La senadora Claudia Ruiz Massieu, antecesora de Moreno al frente de la formación política, decía la semana pasada que estaban viendo cómo comportarse “ante el desgaste del partido y de su presidente”, a quien los videos filtrados desde Campeche le tienen acorralado. La “tensión interna” que mencionaba Ruiz Massieu tuvo de inmediato el eco de otro senador, el jefe de la bancada, Miguel Ángel Osorio Chong, quien ya ha anunciado que pedirán formalmente la dimisión del líder, antes de que concluya su mandato en 2024.
El PRI se retuerce con dolores de parto. Veamos qué nace de esta invectiva, si ganan los senadores o los diputados, donde la dirigencia del partido ha concentrado su fuerza. En todo caso, la debilidad del tricolor es tal que para seguir su curso, no le queda más que navegar en el mismo barco del bloque opositor, donde la imagen del enorme paquebote que fue se queda diluida. Mientras el barco se hunde, los unos huyen hacia Morena y los otros se atrincheran en un bloque opositor desdibujado. No son los mejores tiempos para el PRI. Tampoco para México, desprovisto de un contrapoder político para el inquilino del Palacio Nacional.
Tanta es la popularidad del presidente López Obrador, y tan difícil su desgaste, que se está ocupando del desmoronamiento del PRI con las mismas argucias caciquiles que inventara aquel partido. El famoso abrazo entre el segundo del Gobierno, Adán Augusto López, y Alejandro Moreno, con recado al oído incluido, es de esas imágenes que son obras de arte, para qué más comentarios.
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