Zacatecas se cubre de sangre: otros 16 cadáveres siembran el terror en unas horas
El Estado sucumbe ante el muestrario de la narcoviolencia más salvaje
El infierno es ubicuo en México, pero ahora su epicentro se ha situado en Zacatecas. El día que se conmemora la Constitución mexicana, las noticias encogen el ánimo. La población ha madrugado este sábado con 10 cadáveres sembrados en una calle de Fresnillo, la segunda ciudad del Estado en número de habitantes y una de las más castigadas por la violencia descarnada. Otros seis se han encontrado en una bodega del municipio de Pánfilo Natera. Estaban colgados de un barandal, según ha informado la Secretaría de Seguridad de este Estado, en el corazón del país. Ya solo queda hacer cuentas, que casi...
El infierno es ubicuo en México, pero ahora su epicentro se ha situado en Zacatecas. El día que se conmemora la Constitución mexicana, las noticias encogen el ánimo. La población ha madrugado este sábado con 10 cadáveres sembrados en una calle de Fresnillo, la segunda ciudad del Estado en número de habitantes y una de las más castigadas por la violencia descarnada. Otros seis se han encontrado en una bodega del municipio de Pánfilo Natera. Estaban colgados de un barandal, según ha informado la Secretaría de Seguridad de este Estado, en el corazón del país. Ya solo queda hacer cuentas, que casi siempre serán a la baja: el año pasado hubo más de 57 cadáveres colgados de puentes y en apenas unos meses los asesinados se cuentan por centenares, que son más de 1.000 cuando termina el año, en una escalada de violencia que elevó los homicidios en 2021 un 56% sobre los del año anterior. De Zacatecas huye la policía, en nueve municipios ya no hay; los alcaldes están desbordados y el presidente redobla las fuerzas militares. Pero el infierno sigue allí.
El 18 de noviembre, el horror se hacía presente con nueve cadáveres colgados de un puente sobre la autopista en el municipio de Cuauhtémoc. Eran 10, uno se había caído al asfalto. Pero los muertos se doblaban en el recuento de aquellos días si se miraban otros pueblos del Estado. El narco exponía su fuerza con una crudeza que no se veía recientemente, pero que en otras ocasiones visitó distintos Estados, como Michoacán. Los titulares han ennegrecido el mes de enero: día 15, otro policía asesinado y suman nueve; el día 26, tres policías ejecutados en Sombrerete, y suman 11. Febrero sigue entre la sangre y el horror explícito. No es de extrañar que Zacatecas y Fresnillo sean las ciudades donde mayor inseguridad perciben los ciudadanos. Ni que los policías pidan mantener sus armas aun cuando están en tiempo de descanso.
El presidente Andrés Manuel López Obrador viajó a Zacatecas el 24 de noviembre, en plena conmoción por los asesinatos y se llevó a medio gabinete para ver de qué manera atajaban la inseguridad y violencia que asolaban el Estado, gobernado por David Monreal, de Morena, el mismo partido del presidente. El plan de apoyo presentado entonces incluía el arribo de 210 soldados más para refuerzo de los 1.744 desplegados entonces; 250 agentes híbridos (civiles y militares) que recibirían sus 1.644 compañeros; el contingente se completaba con tres helicópteros artillados. Pero nunca la fuerza combatió a la fuerza en México, más bien rebrota la sangre y se taponan los caminos a la paz. El resultado de aquellos refuerzos no parece estar dando sus frutos, de hecho. Los cadáveres siguen colgando a la vista de hombres, mujeres y niños. O tirados por la calle con el más absoluto desprecio por la vida y por la muerte.
Zacatecas es el corazón estratégico del país. En este Estado central confluyen las más peligrosas arterias por donde circula el narcotráfico en busca de salidas al mar o a Estados Unidos por la frontera norte. Ese es el nudo que está ahogando a tanto cadáver. El territorio lo pelean dos de los grandes cárteles, el de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación, una contienda que dejó el año pasado más de 1.500 muertos. Hay guerras menos mortíferas.
Desbordados todos, el ataque a la delincuencia se quiere atajar desde otros puntos de vista, educación, empleo. El presidente ha comprometido para Zacatecas 14.000 puestos de trabajo destinados a jóvenes a quienes quiere apartar de las garras del empleador más macabro de México, el narco. Pobreza, corrupción, desigualdad, forman parte de esta espiral violenta que no deja de enrollarse en una vuelta más, otra vuelta, cada semana. El presidente insiste en no enfrentar la violencia con la violencia, que él resume en su consabida frase: abrazos no balazos. Y en efecto, esa no parece ser la cura, pero tampoco hay remedio que se atisbe para calmar esta depredación humana, que expone a sus víctimas sin contemplaciones. Del otro lado está el castigo, otra medicina que no sirve. La impunidad en México es una de las claves de tanto homicidio que sale gratis. Más del 90% de los crímenes de cualquier clase quedan sin sentencia o incluso sin investigación. La palabra narco desincentiva todo esfuerzo, a veces incluso se le achacan males que no corresponden al crimen organizado como excusa para desentenderse del caso, critican los expertos. Una colusión de intereses políticos, económicos y criminales mantienen niveles de violencias que dejan en México 100 víctimas mortales al día, que pueden ser delincuentes, pero también policías, mujeres, periodistas.
Zacatecas vive una situación de emergencia, pero recurre a antiguas fórmulas, como nombrar militares al frente de la Secretaría de Seguridad, algo que no ha comprobado su eficacia en ningún sitio. La ciudad de la plata, el poderoso Estado antaño de floreciente minería es hoy un lugar funesto donde nadie sabe cómo atajar el infierno que se extiende.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país