Los estudiantes de la UNAM: “La universidad siempre va a ser un campo de batalla político”
Los alumnos del centro hablan con EL PAÍS sobre las críticas hacia la institución del presidente mexicano, que acusó a la universidad de “haberse derechizado”
La estampa es la de una mañana de otoño como otra cualquiera en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): los estudiantes salen y entran de clases; leen apoyados en el tronco de los árboles; discuten entre ellos o remolonean en el césped que se extiende frente a la Biblioteca Central, su edificio más emblemático. Parece una imagen que no ha sido alterada en décadas, a pesar de la asistencia todavía a medio gas, tras el cierre total por la pandemia de coronavirus. Casi como si, en los últimos días, una polémica no hubiera sobrevolado el centro de estudios, después de que el presidente ...
La estampa es la de una mañana de otoño como otra cualquiera en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): los estudiantes salen y entran de clases; leen apoyados en el tronco de los árboles; discuten entre ellos o remolonean en el césped que se extiende frente a la Biblioteca Central, su edificio más emblemático. Parece una imagen que no ha sido alterada en décadas, a pesar de la asistencia todavía a medio gas, tras el cierre total por la pandemia de coronavirus. Casi como si, en los últimos días, una polémica no hubiera sobrevolado el centro de estudios, después de que el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, realizara una crítica a la institución, por sufrir una supuesta deriva “derechista”, que ha colocado a la UNAM en el centro de un encendido debate. Una semana después, una decena de alumnos preguntados por EL PAÍS responden y matizan las declaraciones del mandatario.
En la conferencia mañanera del pasado miércoles, López Obrador cargó contra la universidad: “Hasta la UNAM se volvió individualista, defensora de los proyectos neoliberales, perdió su esencia de formación de cuadros de profesionales para servir al pueblo”. Sobre el césped frente a la biblioteca, mientras disfruta de un pícnic al sol con otros tres compañeros, Jimena García, estudiante de Ciencias Políticas, opina que sí hay una élite neoliberal dentro de la institución, los encargados de la parte administrativa como la Junta de Gobierno, o los consejos universitarios, pero es un sector mínimo, “que no representa la UNAM ni sus valores”.
“El problema del señor presidente es que generaliza su crítica. Creo que debió haberla dirigido un poco más hacia estos grupos y no a toda la universidad en general. Él corta cabezas a quien se le cruce, y la UNAM siempre está abierta a la crítica. Siempre ha estado pendiente de la situación del país, no únicamente del sexenio de López Obrador, pero creo que él no aguanta las críticas, quien no esté con él es su enemigo”, expone García.
La UNAM, más allá de un centro de estudios, se ha convertido en uno de los grandes símbolos de lucha política y social de México. Con más de 367.000 alumnos, se trata de la mayor universidad pública de América Latina, además de constituir una de las instituciones de producción de pensamiento más relevantes del continente. Gracias a ella, muchos estudiantes de estratos sociales bajos pueden acceder a una educación de alto nivel por un coste prácticamente gratuito. De aquí han brotado algunos de los procesos de cambio y transformación más importantes del país, lo que le valió protagonizar algunos de los capítulos más terribles en la historia de la represión mexicana, como la masacre contra el movimiento estudiantil de 1968 en Tlatelolco. En los últimos años, desde sus aulas se han abanderado nuevas disidencias, como la lucha feminista o antirracista.
“Yo creo que sus declaraciones son hipócritas, porque él estudió aquí, salió de la facultad de Ciencias Políticas, una de las más socialistas y más de izquierdas”, continúa García. “Me generan molestia sus comentarios porque la UNAM para mí tiene un valor personal, llegar aquí me costó mucho trabajo, tiempo y esfuerzo. Creo que la institución le ha dado mucho al país, a la sociedad mexicana. La universidad siempre va a ser un campo de batalla político”.
A su lado, su compañero de estudios, Ricardo García, le da la razón: “Creo que más que nada se refería a este sesgo elitista y antidemocrático que hay en la universidad. No hay una democratización, toda la cuestión organizativa y estructural de la UNAM está sujeta al dedazo político, y es muy difícil para los estudiantes escoger a nuestros propios representantes. No hay que negarlo, la educación que se nos brinda en las Ciencias Sociales ya no tiene ese enfoque de izquierda, ahora se nos da una corriente ciertamente más liberal. Más que derechización, yo hablaría de liberalización”.
“El problema es su desprecio abierto a la intelectualidad mexicana. A él le gusta mucho hacer este giro retórico para apelar a las emociones de la gente, pero inteligente realmente no lo es. No le gusta la crítica, tan solo hay que ver el totalitarismo hacia los medios que tiene en las mañaneras, donde no permite el diálogo. Creo que estas cuestiones del presidente son una especie de desahogo personal contra la élite intelectual mexicana”.
“Está retando a la UNAM a que se levante”
Cien metros más allá, un grupo de estudiantes de sociología bromean entre ellos a la sombra de varios árboles. Uno de ellos, Guillermo, considera que López Obrador hace bien en exigirle “cierto comportamiento” a la UNAM, que “siempre ha sido un bastión priista [por el PRI, el partido que gobernó México durante más de 70 años]”: “Hay muchas prácticas que podemos llamar neoliberales; muchos profesores que buscan derechos laborales; sueldos precarios; contratos semestrales que en vez de renovarlos los rompen y firman uno nuevo para que no generen derechos de antigüedad y los puedan despedir cuando quieran sin ningún tipo de prima. Mientras, los grandes puestos tienen un salario y prestaciones increíbles”.
Sin embargo, el joven no entiende la postura del presidente, sus ganas de confrontar: “Cuando se queja del rector [Enrique Graue] yo creo que tiene todo el derecho del mundo, cuando se queja de las direcciones también, pero no sé qué hay detrás de esta intención de querer alborotar. Se me hace una mala visión política de su parte. Parece que está retando a la UNAM a que se levante. Entre los mismos estudiantes decimos, ‘¿pues ya le armamos una marcha o qué?” De momento, desde la plataforma UNAM Social, ya han convocado a alumnos y profesores a un parón de 48 horas el 4 y 5 de noviembre, para reivindicar el respeto a la autonomía, exigir una disculpa pública del presidente y un aumento del presupuesto.
Que la UNAM sufre de un sesgo priista es algo que también opina Brandy Hernández, matriculada en la carrera de Relaciones Internacionales. Además, le devuelve la crítica a López Obrador: “En todos estos años que luchó para conseguir el gobierno daba la idea de que él era de esa parte de la izquierda antineoliberal, pero ahorita está dando totalmente otra cara, lo contrario a lo que se esperaba de él”. “Lo que quiere López Obrador es crear polémica, a eso se dedica”, sentencia su compañera de estudios Marla Cepeda.
María y Cintia, que cursan la carrera de Derecho, confiesan que cuando escucharon las declaraciones del presidente se sintieron incómodas. “En todas sus campañas estuvo agarrado de la UNAM y ahora que diga que se volvió derechista me parece incorrecto. Esta siempre ha sido una institución que debe ser crítica ante cualquier político, postura y propuesta. Debería aceptar su autonomía y deslindarse de cualquier comentario para amedrentar a la universidad”.
Brenda Medina sale de la biblioteca, donde ha estado trabajando en su tesis, que versa sobre la reforma universitaria en materia de financiamiento en la UNAM entre 2000 y 2015. Su investigación la ha llevado a concluir que las políticas neoliberales en la universidad vinieron impuestas por los organismos internacionales y “préstamos millonarios que llevaron a la modificación de políticas educativas”. “Quien neoliberalizó a la institución fueron los gobiernos de los últimos 50 años, y cuando esto sucedió hubo al menos dos movimientos estudiantiles que pretendieron frenarlo: la huelga del 86 y la del 99″, prosigue. “La UNAM sigue cumpliendo con su función social como una institución que ha formado cuadros profesionales al servicio del país”, concluye.
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