La Iglesia católica de México tacha de “machismo cultural” la despenalización del aborto
Los obispos constatan la violencia que sufre la mujer pero creen que interrumpir la gestación es una “salida falsa”
El cardenal Carlos Aguiar, jefe de la Iglesia católica en México, ha puesto el contrapunto a la satisfacción de miles de mujeres por la despenalización del aborto tras un fallo histórico en la Suprema Corte. Los religiosos no han pasado por alto el salto cualitativo que encierra esta sentencia, al centrarse en el derecho a decidir de la mujer sobre su propio cuerpo, en lugar de establecer los criterios en la existencia o no de vida desde el momento de la concepción, un debate en el que los católicos han estado más cómodos. Para la Iglesia mexicana, esta decisión judicial impone el “machismo cu...
El cardenal Carlos Aguiar, jefe de la Iglesia católica en México, ha puesto el contrapunto a la satisfacción de miles de mujeres por la despenalización del aborto tras un fallo histórico en la Suprema Corte. Los religiosos no han pasado por alto el salto cualitativo que encierra esta sentencia, al centrarse en el derecho a decidir de la mujer sobre su propio cuerpo, en lugar de establecer los criterios en la existencia o no de vida desde el momento de la concepción, un debate en el que los católicos han estado más cómodos. Para la Iglesia mexicana, esta decisión judicial impone el “machismo cultural” puesto que deja a la mujer abandonada ante un embarazo no deseado. Opinan que todo esto abundará en la violencia que ya se vive en México, al entender que habrá que contar más crímenes. Y hacen un llamado a los legisladores para que actúen bajo los preceptos cristianos.
La institución católica pone en igual plano la dignidad de la vida de la mujer y el producto de su embarazo y enarbola cifras propias para ilustrar las secuelas psicológicas que, según dicen, les quedan incluso de por vida a mujeres que han interrumpido su gestación. Recuerdan que la comunidad católica puede prestar ayuda a todas las embarazadas que se vean en esa tesitura para que culminen la gestación y el parto.
En México, con leyes permisivas o sin ellas, se producen al año entre 750.000 y un millón de abortos, un tercio de los cuales acaban con complicaciones que requieren una urgente ayuda médica. Esa es la razón de que muchas mujeres mueran en el intento, precisamente en aquellos lugares donde la clandestinidad de estas intervenciones es la única salida que les queda si no quieren ir a la cárcel. Unas decenas de mujeres están estos días en prisión por haber abortado. Son, en su mayoría, como recordó el presidente de la Suprema Corte, pobres. “Las niñas ricas siempre han abortado, pero no entraban en prisión”, dijo Arturo Zaldívar horas después de que se dictara la despenalización.
En sus medios de comunicación, la Iglesia ha defendido estos días los “valiosos contenidos” de su fe frente a la “cultura de la muerte, las ideologías, el positivismo jurídico y la confusión”. Y recuerda que “hemos sido creados todos a partir del soplo divino de Dios”. Aunque la violencia que sufren las mujeres en México, desde violaciones hasta feminicidios dista mucho de ser un soplo divino. No es ajena la Iglesia a estos padecimientos, pero considera que “el más grande error de la persona hoy es vivir como si Dios no existiera”. “No vivimos para nosotros mismos, sino para adecuarnos y servir al mundo”, dice la nota recogida en la publicación católica Desde la Fe.
La Suprema Corte no solo ha despenalizado el aborto estos días atendiendo a los derechos humanos y la Constitución, que consagra el derecho de las personas a decidir el número y el espaciamiento en que quiere tener a los hijos. Además, ha declarado que nunca se puede penalizar el aborto si es fruto de una violación y ha sentenciado también que los Estados no pueden establecer en sus leyes el derecho a la vida desde su concepción. Sorprende a los obispos que todas estas sentencias se dicten en función de la libertad de las mujeres a sus derechos humanos y reproductivos, porque ven una contradicción entre ese derecho y el del feto. “No podemos buscar la solución en la eliminación de una de las dos vidas”, afirman en sus pastorales. Reconocen que la cárcel no es una solución, sino “que revictimiza”. “Y no ignoramos que muchas mujeres son víctimas de actos criminales o se encuentra en situación de vulnerabilidad, desamparo o abandono”. Pero entienden que el aborto no es más que “una salida falsa”. Antes bien, afirman: “Pareciera que las leyes mexicanas han renunciado a defender las dos vidas”.
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