Opinión

Nuevos ejercicios de lectura

Si pensamos en la urgencia de crear otras estructuras alternativas que nos lleven a plantear un mundo sin Estados, el movimiento zapatista se puede leer distinto en la actualidad

Encuentro de mujeres zapatistas en un caracol de Chiapas en febrero.STRINGER (Reuters)

La primera vez que escuché hablar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional fue en los días previos a la fiesta patronal de mi comunidad, en los últimos días de enero de 1994. Lo recuerdo bien. Uno de nuestros profesores nos compartía periódicos y revistas que compraba en la Ciudad de Oaxaca, en los que dominaba sobre todo una historia, la del Tratado de Libre Comercio. Por supuesto, no entendía muy bien lo que estaba sucediendo, pero de las intensas discusiones que sostenían mis tíos cuando me visitaban podía inferir una especie de frustración derivada de la falta de opciones que planteab...

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La primera vez que escuché hablar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional fue en los días previos a la fiesta patronal de mi comunidad, en los últimos días de enero de 1994. Lo recuerdo bien. Uno de nuestros profesores nos compartía periódicos y revistas que compraba en la Ciudad de Oaxaca, en los que dominaba sobre todo una historia, la del Tratado de Libre Comercio. Por supuesto, no entendía muy bien lo que estaba sucediendo, pero de las intensas discusiones que sostenían mis tíos cuando me visitaban podía inferir una especie de frustración derivada de la falta de opciones que planteaba un contexto en donde el tema dominante era la entrada de este país al primer mundo. Preocupada por las actividades en las que me vería involucrada durante la fiesta ya próxima, no podía saber en ese entonces de las luchas que los pueblos indígenas habían dado sobre todo en la década de los ochenta en la propia Sierra Norte de Oaxaca en la que se encuentra mi comunidad. No podía saber de los escritos y del intenso debate que el antropólogo mixe Floriberto Díaz sostenía muy cerca de mi comunidad, ni de la descripción de esa categoría bautizada por él y por el antropólogo zapoteco Jaime Luna que explica el funcionamiento de nuestros pueblos: la comunalidad. Pero no sólo yo lo ignoraba todo, los pueblos indígenas parecían ser un tema reservado sobre todo a la mirada antropológica y lejos estaban de los grandes medios de comunicación, sobre todo el de la televisión, que nos habían recetado piezas como Solidaridad, una pésima canción impulsada desde los aliados del gobierno de Salinas de Gortari que nos repetía en su melodía simplona que nuestro enemigo era la pobreza, un enemigo que se derrotaba con la unión entre empresario y campesino.

Mientras los ensayos escolares se hacían intensos para presentar bailes y poemas durante la fiesta que se avecinaba, nuestro profesor nos contó lo que estaba sucediendo en las montañas del sureste mexicano y nos mostró un periódico y, si mal no recuerdo, un ejemplar de la revista Proceso durante uno de nuestros descansos. Eso nos dejó impresionados. Las noticias llegaban siempre con retraso y nos enterábamos de lo que sucedía sólo semanas después; dependíamos por completo de los viajes del profesor a la capital del estado para tener material de lectura al respecto, lecturas que muchas veces no podíamos comprender por completo pero que el profesor nos explicaba lo mejor posible. A pesar de todo, en los siguientes concursos inter-escolares que se llevaron a cabo en una comunidad cercana, una gran parte de las piezas presentadas en los legendarios concursos de oratoria trataron sobre el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Pronto, dentro del magisterio serrano y dentro de mi propia comunidad comenzó a correr un rumor inquietante que en particular me daba temor y me emocionaba a partes iguales: en la sierra mixe había una célula del EZLN. Incluso, alguien sugirió que aquel profesor que tantas veces nos había puesto a declamar poemas que comenzaban diciendo “Que la justicia existe, yo la creo ahora, en este mismo instante” antes de describir las injusticias sociales del mundo, pertenecía muy probablemente a esa célula. Nada de eso se comprobó, por supuesto. Leer sobre el EZLN significó el comienzo de nuestra reflexión política como niñas y niños mixes que transitaban a la adolescencia. Años después leímos juntos, en un ejemplar de la revista Proceso sobre lo que había sucedido en Acteal y en la ceremonia de clausura del año escolar, la mejor de nuestras oradoras presentó una pieza sobre esos hechos tan dolorosos que habíamos redactado en colaboración con nuestro profesor.

Lo que sucedió después ha sido analizado hasta el cansancio desde muy distintas voces. Así que no es mi intención explicar lo que sucedió con los Acuerdos de San Andrés, la Marcha del Color de la Tierra y todo lo que vino después hasta ahora, ni está en mis capacidades hacerlo de manera adecuada. Solo agregaré que es innegable el impacto que tuvo el levantamiento zapatista en el tratamiento público y mediático de los pueblos indígenas y en el propio comportamiento del Estado mexicano que, como respuesta, creó múltiples dependencias, leyes y todo un aparato para capturar y mantener bajo su control el llamado asunto indígena que antes había quedado oculto tras el campesino y el empresario de los que nos hablaba la canción Solidaridad. Estas respuestas institucionales en realidad han sido en muchos casos una simulación que mantiene a los pueblos indígenas dentro de un espectro que puede ser leído por el Estado y que aleja en los hechos la posibilidad de ejercer el derecho a la libre determinación. Mi intención es más bien recordar, y recuerdo todo esto porque hace poco un amigo de aquella época en que leíamos en la sierra mixe sobre algo extraordinario e inimaginable que había sucedido en Chiapas, me preguntó sobre el sentido que tenía seguir leyendo y simpatizando con el EZLN cuando por fin tenemos un gobierno de izquierda en el poder. ¿No se te hace sospechoso que justo ahora cuando es posible que llegue la justicia social el EZLN esté en contra de un presidente elegido democráticamente? ¿No sería mejor que se unieran a él y hacer posible todo eso por lo que han luchado? ¿Por qué no lo hacen si esto por fin haría posible cumplir con los Acuerdos de San Andrés? Recuerdo que leímos, escribimos y recitamos juntos sobre el EZLN en esos años escolares antes de que los caminos lo llevaran a él lejos de nuestra comunidad.

No se puede responder brevemente a esas preguntas sin embargo me di cuenta de que sobre todo hay un problema en la lectura que hacemos actualmente. Si bien es verdad que, en la Primera Declaración de la Selva Lacandona, el EZLN enunciaba que el levantamiento se realizaba con apego a la Constitución Mexicana y que una gran parte de su discurso y su apuesta radicaba en proponer una transformación profunda del Estado mexicano, eso ha cambiado drásticamente. Su apuesta, así la leo yo ahora, es la creación de espacios autónomos libres de Estado. Este cambio fundamental ha hecho que, para muchas personas, el EZLN sea ahora ilegible como ilegibles son las propuestas más allá del Estado en un contexto en que se nos plantea que la única transformación social posible pasa por reformar el Estado o cambiar a quienes están en el poder.

Si pensamos que, para cambiar la realidad social y política, la transformación sólo puede hacerse dentro del marco del Estado, las preguntas que plantea mi amigo tienen todo el sentido del mundo. Pero si pensamos que el problema es la existencia de un mundo dividido en Estados nación que se convirtieron en los administradores del sistema capitalista, colonialista y patriarcal, las preguntas planteadas dejan de tener sustento. Si el único horizonte de cambio posible es el Estado, entonces sólo podemos pensar una solución dentro de sus límites. Si pensamos en la urgencia de crear otras estructuras alternativas que nos lleven a plantear un mundo sin Estados, el EZLN se puede leer distinto en la actualidad. Bajo esos lentes, los caracoles zapatistas se han convertido para mí en la ejecución misma de un proyecto encaminado a crear una realidad post-estatal. Con este enfoque y esta nueva lectura, sus llamados a la sociedad a organizarse se leen de manera distinta y el mensaje de la vocera del Concejo Indígena de Gobierno, María de Jesús Patricio, se puede analizar desde otra perspectiva, como un intento de quebrar el discurso que solo plantea que la única salida se da en el marco de las opciones que nos brindan los partidos políticos, el Estado y sus instituciones. Podemos estar de acuerdo o no, pero creo que es necesario leer el movimiento zapatista y al EZLN fuera del marco con el que muchas personas lo habíamos leído con anterioridad, el zapatismo, al menos para mí, ya no puede leerse en un horizonte que plantea la transformación del Estado. No es la única posible. Mientras que la izquierda por antonomasia necesita ser leída dentro de la lógica estatal y en oposición a la derecha, el EZLN propone y construye ya fuera de ese horizonte. No leerlo así nos puede llevar a absurdos como enunciar que el EZLN es un invento de Carlos Salinas de Gortari para golpear a Andrés Manuel López Obrador, decir esto me parece un intento desesperado por tratar de traer al EZLN al terreno de lo que podemos explicar y entender: la lógica estatal.

Ahora, mientras intento leer sobre las implicaciones del nuevo Tratado México Estados Unidos y Canadá recién signado, pienso en mi amigo y en aquellos años en los que otro tratado, el TLC, nos prometió un mundo que solo rompió el nuestro y le escribo que enmarcar ahora al EZLN fuera de la lógica del Estado puede tal vez responder sus preguntas y le recuerdo que un día, a su lado, hace muchos años supe por primera vez de la existencia de una declaración desde la Selva Lacandona que terminaba diciendo: “Declaramos que no dejaremos de pelear hasta lograr el cumplimiento de estas demandas básicas de nuestro pueblo formando un gobierno de nuestro país libre y democrático”. Solo que ahora ya no se puede leer: “formando un gobierno de nuestro país”, eso ya ha sido totalmente reelaborado y será necesario volver a leer.

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