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El empuje de la extrema derecha mide la institucionalidad de Chile

El republicano José Antonio Kast llega con las encuestas a su favor a la segunda vuelta presidencial de este domingo, en la que compite con la comunista Jeannette Jara

La extrema derecha nunca ha gobernado en Chile desde el regreso a la democracia en 1990, después de la dictadura, y todos los presidentes han manifestado su distancia con Augusto Pinochet en cada uno de los planos. Incluso Sebastián Piñera, fallecido en un accidente en 2024, el único político derechista en llegar a La Moneda, en dos ocasiones, en los últimos 35 años. La tendencia, sin embargo, comenzará a cambiar este domingo si las urnas confirman las encuestas de opinión y dan el triunfo a José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, una formación de extrema derecha que llega a la segunda vuelta arropada por toda la oposición al presidente Gabriel Boric.

El aspirante ultraderechista se medirá con la comunista Jeannette Jara, candidata de la coalición de izquierda, que ha tenido serias dificultades para despejar las dudas respecto de su partido de origen y conquistar a los votantes moderados.

Kast, con altas posibilidades de quedarse con el Gobierno durante cuatro años, entre 2026 y 2030, sería el primer presidente de Chile que rechazó cortar con la dictadura —en su campaña de 2017 dijo que si Pinochet viviera, votaría por él—. Kast tampoco ha sido claro al descartar los indultos a violadores de los derechos humanos que cumplen condenas y tiene una agenda ultraconservadora en materia de libertades individuales. En esta campaña ha apostado por dejar estos asuntos de lado para enfocarse en las prioridades de lo que califica como un “Gobierno de emergencia”, centrado en el control de la delincuencia, la inmigración irregular y el crecimiento económico.

Pero persiste una incógnita central en torno al tipo de presidente que será Kast, de ganar este domingo: ¿quiere gobernar como la italiana Giorgia Meloni, el brasileño Jair Bolsonaro, el argentino Javier Milei o ser una mezcla de todos? “No se sabe lo que piensa: esconde mucho sus cartas”, contesta Matías Bargsted, director del Instituto de Sociología de la Universidad Católica de Chile.

Bargsted lo explica así: “Hay mucha especulación de que va a erosionar ciertos derechos sociales, y él no pone las cartas sobre la mesa con claridad. Lo claro es que esconde las cartas. Dijo que iba a bajar en 6.000 millones de dólares el gasto fiscal, y todavía no tenemos idea de cómo lo va a hacer". “¿Y qué va a hacer con los migrantes irregulares? ¿Los va a expulsar? ¿Va a invitarlos a salir? ¿Les va a quitar el acceso a los servicios públicos? ¿Todas las anteriores? ¿Y cómo lo va a hacer, legalmente?“, se pregunta el académico.

Kast lidera una nueva fuerza política, el Partido Republicano, que nació formalmente apenas en 2019 y que nunca ha conformado el Ejecutivo. Fue opositor a Piñera (considera el suyo como el peor Gobierno) y luego, con mayor tenacidad, a Boric (ha centrado esta campaña en las críticas a la actual Administración). El candidato y muchos de los principales dirigentes del partido provienen de la UDI (Unión Demócrata Independiente), de la derecha tradicional, el partido doctrinario que, desde la oposición, fue parte de la transición y, aunque anclado a Pinochet, comulgó con las reglas democráticas.

Los republicanos de Kast tuvieron su primera prueba institucional en 2022 y 2023, cuando lideraron el Consejo Constitucional encargado de redactar una nueva Ley fundamental. Pero, como ocurrió con el primer intento, cuando la izquierda radical hizo una propuesta a su medida aprovechando su mayoría, el segundo también fue un fiasco y fue rechazado por la ciudadanía en las urnas.

Con estas premisas, persisten la dudas sobre si Kast tendría el talento y la voluntad para construir los acuerdos necesarios para que Chile pueda solucionar los problemas que lo aquejan. Además de la delincuencia, el país afronta grandes desafíos en asuntos básicos como la educación o la vivienda. Chile tiene un problema de crecimiento económico: el dato de más de una década, entre 2014 y 2025, equivale al de un bienio en los años 2000. “A Chile se le acaba el tiempo”, asegura a EL PAÍS Sergio Urzúa, economista y académico de la Universidad de Maryland, uno de los nombres que suena como ministro de Hacienda de un eventual Gobierno de Kast.

El republicano, de triunfar la noche de las elecciones, a las que están convocados obligatoriamente 15,7 millones de ciudadanos, deberá conformar un Gobierno con la derecha tradicional agrupada en la coalición Chile Vamos. Es la que tiene los cuadros políticos y técnicos y la experiencia en la gestión del Estado, por haber formado Gobierno con Piñera entre 2010 y 2014, y entre 2018 y 2022. Pero, de alguna forma, también formará parte del Ejecutivo el sector de Johannes Kaiser, del Partido Libertario, un ultra sin complejos que ha llegado a decir que, ante las mismas circunstancias, apoyaría un golpe de Estado como el de septiembre de 1973 de los militares contra Salvador Allende. Kast y Kaiser postularon en una misma lista parlamentaria a la renovación del Congreso y, juntos, en la Cámara de Diputados consiguieron 42 escaños, ocho más que la derecha tradicional.

Existe cierto consenso en que el estilo de Kast no es excéntrico ni él es un outsider de la política, como el grueso de los líderes de la ultraderecha americanos, sino un espejo de las figuras del fenómeno que se ven en Europa. A la hora de intentar descifrarlo, los expertos han visto en Meloni una posible brújula para un eventual Gobierno. La líder del partido postfascista Hermanos de Italia lo recibió en Roma el pasado septiembre y, hace cuatro semanas, cuando el republicano pasó a la segunda vuelta, conversaron por teléfono.

El politólogo Alfredo Joignant, columnista de EL PAIS, sostiene que ese encuentro revela que Kast se está quedando con la líder global ultraconservadora, que no se ha involucrado, “al menos de manera relevante, en la guerra cultural” contra las universidades, como lo ha hecho el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ni en la arremetida iliberal de Víktor Orbán, el primer ministro de Hungría. “Kast no es fascista, pero sí el último pinochetista”, agrega Joignant, que alerta sobre las tentaciones que puedan surgir en el mundo republicano chileno si llegara a ganar con distancia este domingo. Las proyecciones hablan de un 58% para Kast y de un 42% para Jara. Si la candidata de izquierda baja del 40% sería no solo un golpe grande para la izquierda, sino una muestra de fuerza para el mundo de la extrema derecha chilena.

En lo formal, al menos como candidato, Kast ha mostrado respeto por la institucionalidad y los ritos republicanos de Chile. En la presidencial de 2021, cuando ganó la primera vuelta ante Boric, pero perdió en el balotaje, reconoció rápidamente su derrota y llamó al izquierdista (entonces de 35 años) para felicitarlo por “su gran triunfo”.

Aunque esta campaña ha sido especialmente dura —con denuncias de guerras digitales “asquerosas” por parte del equipo republicano—, está organizada la tradicional llamada telefónica del mandatario a quien resulte ganador la misma noche del domingo, una breve conversación que será pública. En las horas sucesivas, se producirá la visita del presidente o la presidenta electa al Palacio de La Moneda, adonde llegará el 11 de marzo de 2026, la fecha del cambio de mando. La primera señal política relevante la formarán los dirigentes que acompañarán a Kast, si se impone hoy en las urnas, a este primer encuentro. ¿Incluirá a todas las derechas, incluso a las liberales? Será una reunión política, pero también algo doméstica: ha trascendido que al republicano, de vencer, le gustaría residir en La Moneda junto a su esposa, Pía Adriasola, como no lo hace un presidente en Chile desde mediados del siglo XX.

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