Los 10 lugares favoritos de... Mario Mutis: “La fortuna que nos pagaron en nuestro primer concierto era convertible en completos”
El bajista de Los Jaivas, y uno de los fundadores de la mítica banda chilena, habla de su niñez en Viña del Mar, de las travesuras en el Muelle Vergara y de la primera vez que quiso tocar en Santiago: “Fue un desastre”
Quinta Vergara. Los hermanos Parra, con los cuales formaríamos Los Jaivas, fueron la base de una pandilla de niños de la que fui parte en los inicios de los años sesenta. Ellos vivían en la calle Montaña, adyacente a la Quinta Vergara. Era nuestro patio de juegos: un parque gigantesco que, ahora, es más chico. De niños, tendríamos nueve o 10 años, jugábamos en lo que hoy es el anfiteatro, que en ese tiempo era un parque infantil. Luego, nuestro patio de juegos se transformó en un tremendo escenario donde se empezó a hace el Festival de Viña del Mar. (calle Errázuriz 563–593, Viña del Mar, región de Valparaíso).
Teatro Municipal de Viña del Mar. El 15 de agosto de 1963, mientras éramos alumnos del liceo Guillermo Rivera, nos convocaron para celebrar el aniversario del colegio con un acto que se hacía en el Teatro Municipal de Viña. Esa fue la primera vez de que los cinco jaivas, que seríamos los fundadores [de la banda], nos presentamos en un escenario frente a un público. Eso fue conmemorado, años después, como la primera vez que tocamos juntos y nombramos esa fecha como el nacimiento de nuestro grupo. En 2018, el Congreso nombró el 15 de agosto como el Día del Rock Chileno en honor a Los Jaivas. (Plaza Vergara, Viña del Mar).
Muelle Vergara. Yo era muy cercano a Gabriel Parra, baterista original del grupo y el padre de Juanita Parra, que toca la batería con nosotros. Cuando teníamos 12 o 13 años nos gustaba recorrer el muelle Vergara, especialmente en los días de tormentas o marejadas. Había un pedazo de línea de tren y una grúa gigante instalada, que creo aún está ahí, y en ese aparato justamente nos subíamos. Era una locura increíble, quedábamos encima del mar. Si nos caíamos, seguramente habríamos muerto. Éramos muy osados, hoy no lo haría ni por millones de pesos ni aceptaría que un hijo se subiera a ese lugar porque es un peligro. Pero sí, el muelle Vergara fue un desafío máximo en los días de tormentas, marejadas o fenómenos con mucho viento. (El Sol, entre playas Acapulco y avenida San Martín 925, Viña del Mar).
Cerro La Campana. Gabriel [Parra] y yo éramos compinches para hacer barbaridades. Cuando teníamos 15 años se nos ocurrió ir al Parque Cerro La Campana, en Limache, y llegamos hasta la cima. Se veía la cordillera de los Andes y el océano Pacífico, todo un espectáculo. De repente, comenzó a anochecer, así que comenzamos a bajar apresuradamente. Pero nos pilló la noche y no seguimos bajando porque todo estaba muy oscuro, solo se veían las luces de la ciudad a lo lejos. Pasamos la noche sentados en la nieve, en una heladera muy empinada. Vestíamos poleras, jeans y zapatillas corrientes. El frío era grande. Solo teníamos una caja de fósforos, con eso prendimos unas ramitas. También nos abrazamos, tratando de darnos calor. Al amanecer, bajamos a la ciudad. Llegamos manchados de carbón, con los pantalones rotos y las suelas de los zapatos abiertas. Nos esperaba la policía, bomberos, asistencia pública, los periodistas: éramos los niños desaparecidos. ¡Salimos hasta en el diario de Limache! Nuestros padres nos querían matar. (Comunas Hijuelas y Olmué, región de Valparaíso).
Locales nocturnos de Valparaíso. Gabriel y yo íbamos a la ciudad de Valparaíso, donde había una vida nocturna muy exuberante. Teníamos 14 o 15 años, y perseguíamos a los grupos musicales. Éramos autodidactas, queríamos aprender música, escuchar cómo tocaban los bateristas y bajistas, cómo cantaban. Y aprendimos mucho de los músicos viejos, que llevaban años trabajando en locales nocturnos. Pero estos músicos se paseaban de un sitio a otro, incluso en lugares donde se hacía striptease, esas cosas nocturnas que ya desaparecieron. Nos metíamos en esos lugares pecaminosos, únicamente detrás de los grupos musicales porque nuestro interés era aprender, no nos interesaban los desnudos. Los músicos y las chiquillas nos escondían para que la policía no nos llevara presos. (Ciudad de Valparaíso).
Piscina olímpica de Ocho Norte. Era gigantesca y tenía unas terrazas con distintas alturas para hacer saltos olímpicos. Nosotros saltábamos de las terrazas más bajas hacia la piscina. Gabriel era campeón en natación. Yo llegaba de la piscina, de un lado a otro, y quedaba cansado por el resto del día. (Se localizó entre la Playa Acapulco y la Avenida Perú, Viña del Mar).
Casa de la familia Parra. Tenían una casa inmensa porque la mamá de los Parra le rentaba a los estudiantes que venían de las provincias a Viña del Mar. Era como una residencia. En esa casa de la calle Montaña, donde conocí a los Parra, desarrollamos el juego de la música que después se conoció en lo que es el grupo hasta hoy. Inventamos miles de juegos, uno de ellos el juego de la música que consistía en tratar de hacer música con instrumentos dibujados, de cartón o de madera que no sonaban por su cuenta, luego fuimos incorporando una guitarra de palo, ellos tenían un piano en la casa. Con los años hicimos un grupo musical, y empezamos a ser contratados en eventos escolares y universitarios. El primero que nos contrató fue el Liceo Comercial de Viña del Mar y estábamos muy nerviosos. La fortuna que nos pagaron en nuestro primer concierto era convertible en completos u hot dog. En esa época, nosotros decíamos: ¿Y cuántos nos van a pagar? Nos van a pagar cinco completos, otros nos daban ocho, y después terminábamos comiendo en el León de Viña del Mar. (Calle Montaña, Viña del Mar).
Parque Bustamante. Nuestro primer concierto en Santiago fue un desastre. La Municipalidad de Viña del Mar nos cooperó enormemente, nos prestó una micro para trasladarnos con nuestros instrumentos e ir al parque Bustamante. Pero hubo algunos problemas con los permisos, porque desconocíamos un montón de requisitos para hacer conciertos públicos. Entonces, llegaron los Carabineros y nos sacaron con bombas lacrimógenas, nos querían llevar presos a todos y se llevaron a una parte del público. Se armó una trifulca porque la gente quería escuchar música, pero Carabineros decía que no porque no teníamos permisos y fue un desastre. Salimos arrancando en la micro de la Municipalidad. (Avenida General Bustamante, 7501580, Providencia, Región Metropolitana).
Parque La Reina. Allí realizamos conciertos grandes en los años setenta. Pero también [en otro sector, Los Dominicos] tocamos en el Festival Piedra Roja [entre el 10 y el 12 de octubre de 1970], en una parcela de un amigo que dijo: “¡Yo se las presto!”. Y al final nadie sabía de quién era ese terreno. Llegamos a tocar a un escenario con cuatro tablas y dos parlantes, y un cable paralelo para la electricidad que después cortaron y nos dejaron sin luz. Fue un festival que duró dos o tres días, nosotros estuvimos en un solo día, y había grupos prehistóricos de música chilena y de rock. Fue un hito del que hasta el día de hoy se escribe, que se hizo sin mucho aparataje ni recursos técnicos, porque todos éramos cabros [jóvenes] de 15 y 16 años que no teníamos idea de nada. (Avenida Francisco Bilbao 8105, La Reina, Región Metropolitana).
Estadio Nacional. Cuando murió [Eduardo] Gato Alquinta, en 2003, hicimos un concierto de despedida, llamado Gato presente, que fue multitudinario en el Estadio Nacional. Este fue un espacio simbólico por todo lo que sucedió ahí en la dictadura, el golpe de Estado, que hasta el día de hoy nos pesa. Y, luego de 22 años sin ir, volveremos a hacer un nuevo concierto en el Estadio Nacional, el 7 de diciembre, y será un nuevo hito dentro de la historia de Los Jaivas. Estamos emocionados y ansiosos, desarrollando con toda la tecnología de hoy, que ahora es pan de cada día, pero que antes no había, sino que se ponía un micrófono y punto. (Grecia 2001, Ñuñoa).