La artista chileno-sueca Valeria Montti: “No necesito escoger de qué lugar soy, puedo ser de varios”
El Museo Bellas Artes de Santiago exhibe la monumental obra sobre la identidad que representó a Chile en la Bienal de Venecia
Cuando la curadora chilena Andrea Pacheco leyó que la propuesta para la Bienal de Venecia era Stranieri ovunque (Extranjeros en todas partes), pensó en la artista chileno-sueca Valeria Montti Colque, de 47 años. Nacida en Estocolmo, hija de padres exiliados y nieta de aymaras, lleva décadas trabajando el tema de la pertenencia, la nación y la familia en sus performance y dibujos. Una obra que recopila el camino recorrido es la monumental instalación Mamita Montaña, que representó a Chile en la 60 versión de la Bienal y que acaba de ser montada en el hall central del Museo Nacional de Bellas Artes hasta finales de noviembre. La colorida escultura, de seis metros de largo y seis de ancho, es un collage de dibujos, acuarelas, objetos y piezas textiles que Montti ha elaborado desde hace décadas inspirada en su experiencia de migrante. “Cuando vives lejos de tu tierra tienes vacíos que llenar, y yo los lleno con arte”, apunta en el museo.
Cada detalle de Mamita Montaña esconde una historia muy masticada por la artista. En el collage impreso sobre la tela se ve, por ejemplo, el dibujo de una mujer con cubiertos y pequeñas ollas físicas. Montti la llama Ekeka, símbolo de la abundancia en la cultura andina. “Ella carga todo lo del hogar para que no le falte nada. Uno puede cargar su historia, sus recuerdos, pero también se puede preguntar qué puedo hacer para sentirme que estoy en mi casa. La Ekeka va coleccionando cosas para sentirse en su hogar”, explica. “Cuando naces en un lugar fuera de tu tierra, con padres de otra cultura o has migrado, uno muchas veces es cuestionado de dónde viene. Yo nací en Suecia, pero soy chilena. Si vengo a Chile, soy sueca. Eso produce un sentimiento de que no tienes pertenencia. Es algo que yo he tenido que trabajar mucho para poder sentirme tranquila con eso, con que yo no necesito escoger. Yo puedo ser de varios lugares”, añade. Ese torrente reflexivo suele aparecer en la descripción de cada una de las piezas que componen su monumental obra.
Mamita Montaña también es la biografía de Montti. Aparece pintada con acuarela sobre una piedra ella y su marido sueco; en otra, su madre y su hermana en Quilpué, antes del exilio; un picnic con amigos en un prado y una mujer creciendo en la maleza. “Cada piedra tiene su historia, como también todas las personas de la diáspora o migrantes, aunque muchas veces te ponen en un grupo, pero no sabemos de dónde viene, dónde llegó y qué camino tomó. Lo que sí sabemos es que somos muchos y, como las piedras, muy fuertes. Si una junta muchas piedras, va a hacer una montaña o una cordillera”, de ahí el nombre de la obra. Además de Venecia, Cosmonación -la escultura más un extenso telón y una videoinstalación- se presentó el pasado febrero en Bonniers Konsthall, uno de los centros de arte contemporáneo más prestigiosos de Estocolmo, quienes fueron co-productores del pabellón chileno.
Las piedras que han construido a Montti aparecen por todos lados. En unas pailas de huevo que le recuerdan a los desayunos familiares y a su abuela, que le regalaba uno de esos objetos a cada nieto cuando se iba de la casa o también en unas telas de los trajes tradicionales del norte de Suecia, de donde proviene su pareja. En las flores que le inspiró la canción La Jardinera, de Violeta Parra, o en los mechones de pelo negro, porque en Suecia se le llaman cabezas negras a los foraneos de manera peyorativa. “Hay unos que se pueden sentir sin raíces, pero uno crece igual. Mis raíces son largas, cruzan un océano”, señala la mujer de voz suave, casi tímida. Desde su paso por Venecia en 2024 la artista ha seguido completando la obra, cambiando piezas, sumando otras. Dice que para ella todavía no está lista, que podría crecer aún más, aunque el Bellas Artes es el cierre de la gira de Mamita Montaña.
“Esta es la mejor versión del proyecto”, plantea Pacheco, radicada en España hace 27 años. No solo por el espacio que le permite respirar mejor que en una sala cerrada, sino también por su cercanía a la Cordillera de Los Andes, que aparece como símbolo en varias de las obras, esa mole gigante de piedras que atraviesa varios países, sin conocer las fronteras.
Montti fue la primera chilena no nacida en Chile que representó al país sudamericano en la Bienal, lo que generó algo de polémica. La curadora defiende que para ella nunca ha estado en duda que Montti pertenece al círculo de arte chileno y que ambas invitan a cuestionarse qué es la chilenidad. “Nosotras somos chilenas y vivimos en un Chile que es otro Chile. No es el que vive la gente aquí, pero es nuestro Chile también”, plantea, y pone de ejemplo que seguramente es muy distinto el país en el que vive una persona en el sector oriente de Santiago a una que vive en el poniente. “En nuestro caso también existe esa barrera, solo que es más grande el espacio que nos separa”, añade.