Gareca, el hombre que no cambia

Chile se juega ante Venezuela la última e improbable carta para reengancharse en la clasificatoria, donde marcha último. Los dardos contra el entrenador crecen

Ricardo Gareca en el partido de Chile contra Perú, el 15 de noviembre 2024.Eurasia Sport Images (Getty Images)

Se jugaba el minuto 90 del clásico del Pacífico en Lima. Los dos colistas de las clasificatorias sudamericanas empataban cero a cero, ratificando el mayor de sus males en este tránsito a la Copa del Mundo: la falta de gol. Lo habían tenido los del Rimac en un remate de Advíncula y en una arremetida de Paolo Guerrero tras un disparo que dio en el poste. Casi celebra Chile en varias llegadas del primer tiempo en que Arturo Vidal, recién convocado por el técnico Ricardo Gareca tras convertirse en el principal detractor del seleccionado, repartió bien la baraja en el contragolpe. Agrupado, lento y previsible, el conjunto chileno comenzó a desmoronarse físicamente cuando los dos sobrevivientes de la Generación Dorada, Vidal y Eduardo Vargas, comenzaron a sentir el trajín de un duelo apretado.

Allí fue donde Fossati recurrió a sus cinco cambios, dándole un aire nuevo a los locales en el Monumental de Ate. Mientras Gareca, el argentino que llevó a Perú de vuelta a los mundiales después de 36 años, que cayó luego en un dramático repechaje ante Australia y se fue dejando una estatua en su honor en San Miguel, un barrio limeño, despertó otra vez la polémica entre los aficionados y especialistas en Chile.

Gareca parlamentó largamente con sus ayudantes durante el segundo tiempo, pero solo se animó a hacer cambios cuando ya el tiempo reglamentario se había agotado. Casi como un gesto postrero, un guiño para consumir tiempo, un caramelo para sus detractores, mandó a la cancha a Esteban Pavez y Felipe Mora para que participaran de los cinco minutos de tiempo agregado. Como una mueca del destino, en la única jugada en que participó Mora -jugador de la MLS que debutaba en la gestión del técnico- cometió un ingenuo y claro penal, que solo fue anulado por el árbitro cuando el Var le descubrió una posición de adelanto a Lapadula, el italiano que juega para Perú.

Luego del partido, Gareca desdramatizó señalando que “no hubo necesidad de cambiar”, porque veía bien al equipo, lo que desencadenó una andanada de críticas. Chile está al borde de la eliminación, fue superado por los locales y sobre el final del partido se defendió con gran actuación del portero Brayan Cortés.

Fue la última decisión del entrenador argentino que desencadenó las críticas del medio, tras una serie de medidas que lo han ido distanciando del entusiasmo inicial que despertó su llegada. La anterior fue anunciar que no iría más a los partidos de la competencia local porque quiere evitar confrontaciones con los hinchas.

Paradójicamente, Gareca ha tenido un tránsito imprevisible en su proceso. Convoca y desconvoca jugadores, se aferró a un esquema para luego cambiarlo, nominó a Mauricio Isla, lo convirtió en capitán, lo marginó y volvió a llamarlo en la emergencia, aceptando el clamor de la crítica para darle un cupo a Luciano Cabral, para luego no darle ni un minuto en cancha. Cansados de malos resultados, de un discurso cada vez más extraviado y de una gestualidad resignada en el banco, los hinchas le restaron el crédito entregado en su llegada.

Ahora, frente a Venezuela, afronta lo que podría ser su último partido al frente de La Roja. Otra derrota histórica, como la sufrida enter Bolivia en Santiago, reflotaría el debate sobre el costo de su indemnización, un aspecto donde Gareca no cambia ni transa. Cada vez que le han consultado por una renuncia, invoca a su abogado, en un gesto claro de que, pese al evidente divorcio, aún no quiere irse de la casa.


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