Matthei tiene desafíos importantes por delante

Ya hemos visto cómo se desploman liderazgos que parecían firmemente afianzados, no solo en base a escándalos. Basta recordar que en el ciclo electoral pasado todos dábamos por cerrada una segunda vuelta entre Lavín y Jadue

Evelyn Matthei, alcaldesa de Providencia, en Santiago de Chile en abril pasado.SOFIA YANJARI

Aunque ninguna coalición sufrió una derrota aplastante —excepto en casos simbólicos como el retroceso del Partido Comunista—, es innegable que la sorpresa de las elecciones del domingo pasado fue el rendimiento de Chile Vamos. Las dudas eran fundadas: pese a contar con una candidata presidencial bien posicionada, en los últimos meses la derecha se había destacado más por el desorden, las polémicas y las acusaciones constitucionales fallidas. Nada auspicioso, menos en un contexto de desencanto generalizado con la política.

Aun así, el sector logró un resultado que parecía improbable. Entre otras cosas, la votación confirma a Evelyn Matthei como líder de su sector, en línea con las encuestas. Las elecciones también redujeron la presión respecto a sus contendores: Marcela Cubillos perdió en Las Condes, donde su intención presidencial era apenas disimulada; Claudio Orrego tendrá que esforzarse mucho para superar a su homólogo Francisco; y el partido de José Antonio Kast obtuvo resultados bastante por debajo de las expectativas que había sobre su rendimiento.

Sin embargo, aunque esto le quita presión por un lado, se la añade por otro. Matthei y su equipo tendrán que mantener el ritmo en los largos meses que quedan para la elección, evitar los enredos y saber lidiar con los posibles problemas que surjan. Los escándalos como los casos Hermosilla, Monsalve y Convenios, por nombrar solo algunos, exigen preparación y cabeza fría para tomar decisiones rápidas en circunstancias adversas. Ya hemos visto cómo se desploman liderazgos que parecían firmemente afianzados, no solo en base a escándalos. Basta recordar que en esta misma época del ciclo electoral pasado todos dábamos por cerrada una segunda vuelta entre Joaquín Lavín y Daniel Jadue.

Matthei —o quien logre desafiar su liderazgo— deberá enfrentar al menos tres desafíos en los próximos meses. El primero es el más evidente: cómo organizar una coalición cuyos resultados electorales no logran ocultar la sensación de desorden y falta de proyecto. La derecha, como señaló Daniel Mansuy en La Tercera, no parece estar preparada para gobernar. No es necesario coincidir plenamente con su juicio para levantar una alerta razonable. Gobernar se ha vuelto cada vez más difícil, y la pura voluntad no basta, menos cuando se trata de problemas como el crecimiento y la seguridad, cuya complejidad requiere una comprensión profunda de las causas, orden político y un plan claro.

El alcalde electo Mario Desbordes junto a Evelyn Matthei este 27 de octubre tras conocer los resultados de las elecciones regionales. Cristobal Venegas

El segundo desafío, esbozado por Felipe Schwember en El Mercurio, tiene que ver con el tipo de oposición que enfrentaría un eventual Gobierno de derecha. La pregunta no es trivial, dado que ambos gobiernos de Sebastián Piñera sufrieron enormemente al no saber cómo lidiar con sus contrincantes; más aún en momentos en que una parte de las izquierdas dejó de lado la lealtad democrática debida. Además, pese a todo lo ocurrido desde 2019, no logran distinguir claramente entre protesta legítima y violencia. No hay apelación al neoliberalismo que valga. Pero, más que apuntar a la eventual oposición, la pregunta es cómo contrarrestaría la derecha esa pulsión, sabiendo que esa izquierda tendrá representación municipal y parlamentaria.

El tercer desafío es cómo recuperar la esperanza en el alicaído Chile. Todas las encuestas muestran consistentemente la pérdida de expectativas en el futuro, la percepción de que el país no va por buen rumbo y que las cosas cambian para peor, entre otras sensaciones negativas. Estas llevan a la ciudadanía a encerrarse, a veces literalmente, en sus núcleos familiares, a olvidar lo público y perder la fe en la política. Esto, sin duda, es una de las causas de la degradación de nuestro tejido social, dañado por una dinámica viciosa que se nutre de la delincuencia, la ineficacia política, el miedo y los escándalos. Es poco probable que Chile encuentre un gran proyecto país —aunque empezar por recuperar la seguridad ya sería suficiente— dada la gran complejidad social que tenemos, pero al menos se esperaría una luz para reasentar nuestra comunidad, dejar de lado la confrontación fratricida, el discurso impugnatorio y moralista, y las trincheras sin filtros.

El voto obligatorio cambia los incentivos políticos, y en buena medida lo hace para bien: ya no basta con animar a los propios y hacer guiños a la base dura. No alcanza. La derecha lidera la carrera y puede llevar adelante una propuesta ambiciosa y con los pies en la tierra; un discurso que aspire a conducir una sociedad que vive cambios —y espera varios otros— para lo cual no basta con una apelación genérica a “las ideas de la libertad”. Quizás baste con recuperar la importancia del trabajo duro, la honestidad, cumplir las promesas hechas, evitar la grandilocuencia y gobernar con responsabilidad. Pedir más ya sería demasiado.

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