Camila Salazar, criminóloga chileno-sueca: “Por cada joven que va a la cárcel o muere, tenemos otros 30 que quieren tomar su lugar”
La experta de Fryshuset de Estocolmo, el centro juvenil de prevención del delito más grande del mundo, se reúne con el presidente Boric en el marco de su gira a Europa. Entiende la criminalidad como un síntoma del mal funcionamiento de los países
Camila Salazar Atías (Santiago de Chile, 52 años) es criminóloga graduada de la universidad John Jay College of Criminal Justice de Nueva York. En septiembre de 1973, cuando ella tenía tres años, su familia tuvo que salir de Chile al exilio y se radicaron en la ciudad de Estocolmo en Suecia, donde llegó una contundente comunidad chilena arrancando de la dictadura de Augusto Pinochet. Sus padres y su hermano volvieron al país sudamericano en los años noventa, pero ella decidió quedarse.
Mientras estudiaba en Estados Unidos fue parte de los especialistas que llevaron adelante una investigación etnográfica a la banda criminal hispana The Almighty Latin King and Queen Nation, fundada en Chicago en los años 50′ y reconocida por el tráfico de drogas y los estrictos códigos de conducta entre sus miembros. Por tres años pudo relacionarse con las mujeres que formaban parte de este grupo delictual y se dio cuenta de que el fenómeno era más complejo de lo que se mostraba en la academia y en los medios de comunicación. “Se hablaba de criminales como si fuera un grupo homogéneo. No se daban a conocer los grados de criminalidad, ni el porqué ni el cómo que faltaba en las historias. Yo, sabiendo que no las podía ayudar personalmente, entendí que, al menos, podía ser su voz en lugares que ellas no entraban y a los que ellas no entrarían, y contar sus historias simplemente. En ese entonces, muchísimos de los criminólogos que hablaban y escribían y teorizaban sobre las pandillas, nunca se habían encontrado con un pandillero. Ellas me regalaban su historia y yo las representaba para que no fuera la típica historia demonizada de la prensa”.
Fue un área que le fascinó y ya lleva más de 25 años en el estudio sobre la conformación e identidad de las pandillas y, en especial, en la búsqueda de soluciones para detener la captación de jóvenes por las bandas criminales. En Suecia, es una de las voces expertas en el área. Por su trabajo fue galardonada en 2015 con el premio internacional Anna Lindh, que se entrega cada año a una persona o institución por su “coraje en la lucha contra la indiferencia, los prejuicios, la opresión y las injusticias”. Desde 2005 trabaja en Fryshuset, una organización que se dedica a proyectos sociales enfocados en la juventud, que cuenta con ocho colegios, talleres deportivos y musicales, clases de resolución de conflictos y diferentes programas que ayudan a los jóvenes a insertarse en la sociedad y en la búsqueda de empleo. Es el centro juvenil de prevención del delito más grande del mundo.
En su gira por Europa, el presidente Gabriel Boric visitó este jueves el Centro Juvenil de Prevención del Delito de Fryshuset en Estocolmo. Junto al ministro de Justicia, Luis Cordero, de Relaciones Exteriores, Alberto van Klaveren, y de Economía, Nicolás Grau, y la delegación que los acompaña, pudieron ver de primera mano las iniciativas de esta organización en torno a la prevención de la violencia. El presidente conversó con jóvenes que participan de clubes de skate, básquetbol y de danza, e incluso se encontró con chilenos que activamente forman parte del centro. En 2016, la expresidenta Michelle Bachelet (2006-2010, 2014-2018) también recorrió las instalaciones de Fryshuset y firmó un convenio con la organización para compartir metodologías de trabajo. Tras su recorrido este jueves, el presidente Boric dice que quiere retomar esas relaciones: “Tenemos la convicción que la prevención es la mejor inversión que podemos hacer para reducir los índices de delito de nuestro país y mejorar la cohesión social (...) Queremos retomar la posibilidad de tener un convenio con Chile, porque parte importante del combate al delito se enfrenta en los primeros años”.
El ministro de Justicia, Luis Cordero, tras la visita comentó que “proyectos de reinserción exitosos como Fryshuset descansan en un aspecto que es clave: la confianza. Los desafíos de prevención y reinserción son un compromiso no solo del Estado, sino que de la sociedad en su conjunto”.
Unas horas después del encuentro con el mandatario chileno y la delegación oficial, la criminóloga conversa telemáticamente con EL PAÍS. Ella entiende la criminalidad como un síntoma del mal funcionamiento de los países: “Cuando nuestras estructuras, nuestros sistemas y nuestras maneras de ver a los niños empiezan a fallar, empezamos a ver pandillas. Entonces es un síntoma de la sociedad y, si hay criminalidad, es porque no estamos haciendo nuestro trabajo de manera correcta”.
Una vez, por ejemplo, ella le preguntó al líder de una pandilla cuál era el método que utilizaba para reclutar a las personas más jóvenes. Y él le respondió: “Yo no recluto a nadie. Los niños vienen a mí cuando ustedes no los ven y los dejan solos”. En su conversación con el presidente Boric, Camila Salazar le recomendó tomar el problema de la criminalidad que vive Chile no como algo aislado, que es propia de cierto tipo de personas o barrios, sino como un asunto que incluye a toda la sociedad.
Salazar ha visto cómo la delincuencia ha cambiado en Suecia, con niveles de violencia que antes eran impensados. Desde 2013 se ha observado un mayor uso de armas de fuego y de dinamita, un ataque más directo a la vida de las personas y un número mayor de jóvenes involucrados en los delitos. En el país nórdico muchas veces se ataca este problema desde el miedo, pero la criminóloga dice que esto es algo que hay que evitar.
“Es importante que no todas las acciones estén basadas en el miedo porque cuando empieza a pasar esto, todos nos ponemos en modo miedo y no es bueno ni para la criminalidad que nosotros actuemos con miedo ni para la misma sociedad. Tenemos que actuar de acuerdo con lo que dice la ciencia, en base al conocimiento que tenemos en la criminología y en la sociología, de cómo trabajar en prevención temprana y también en reinserción. Cuando comenzamos a trabajar solamente en lo agudo y en los síntomas, dejamos de entender la atracción de la criminalidad para los jóvenes y todo el sistema que los envuelve. Muchas veces trabajamos solo para tapar la gotera y es un parche bastante malo”. Y agrega: “Por cada chico que va a la cárcel o que muere, tenemos treinta otros que quieren tomar ese lugar. Entonces, es un ciclo que no para nunca y el resultado es que necesitamos más y más cárceles. Tenemos que trabajar antes de que eso ocurra”.
Salazar apunta que es esencial dar oportunidades laborales para cortar los ciclos de criminalidad: “Este grupo que comete hechos delictivos es muy homogéneo, pero lo que tienen en común es que quieren conseguir plata [dinero] y encontrar trabajo es difícil (...) Entonces, hay que pensar cómo preparas y cómo das posibilidades de trabajar para que los jóvenes encuentren otras formas de sobrevivir que no sean dentro de la criminalidad. Ese es un punto clave que desafortunadamente, por lo menos aquí en Suecia, no se habla mucho”.
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