Estadio Nacional 1973: los pecados olvidados en Chile
Cuando ya era el mayor centro detención y tortura de la dictadura de Pinochet, la FIFA realizó una ‘inspección’ para autorizar un partido frente a la Unión Soviética
El golpe de estado de 1973 coincidió con un episodio futbolístico inolvidable para Chile. Tras superar a Perú en tres partidos, la Roja debía enfrentar a la Unión Soviética buscando un cupo para el Mundial de Alemania. El primer avión en despegar desde Santiago tras la cruenta asonada de las Fuerzas Armadas en contra del Gobierno de Salvador Allende conducía a la selección rumbo a Moscú, con los restos de La Mon...
El golpe de estado de 1973 coincidió con un episodio futbolístico inolvidable para Chile. Tras superar a Perú en tres partidos, la Roja debía enfrentar a la Unión Soviética buscando un cupo para el Mundial de Alemania. El primer avión en despegar desde Santiago tras la cruenta asonada de las Fuerzas Armadas en contra del Gobierno de Salvador Allende conducía a la selección rumbo a Moscú, con los restos de La Moneda todavía humeando.
Tras el empate cero a cero en el Estadio Lenin -el 26 de septiembre- correspondía jugar la revancha en Santiago. En plena Guerra Fría, y con el Estadio Nacional convertido en campo de concentración y tortura, los soviéticos -a través de su ministro de deportes, Valentín Granatkin- solicitaron a la FIFA cambiar la sede del encuentro.
En octubre de 1973 había al menos 7.000 detenidos en el estadio, lo que imposibilitaba la realización de un partido definitorio por las clasificatorias a una Copa del Mundo. Aceleradamente, las autoridades de la federación chilena instaron al Ejército a desocupar el recinto antes de la realización del pleito. Les dijeron que no, pues no había otro sitio con capacidad suficiente en la capital y se desaconsejaba el traslado masivo por razones de seguridad.
Ante los reclamos de la comunidad internacional, la FIFA accedió a enviar una comisión investigadora a Santiago para inspeccionar el estadio, encabezada por el secretario general del organismo, Helmut Kaser. El suizo era un excoronel del Ejército que se había convertido en el brazo derecho de Stanley Rouss, el inglés que presidía el organismo, que alardeaba su condición de apolítico y de tener “más países afiliados que la misma ONU”.
Kaser vino acompañado de Abilio D’Almeida, un oscuro dirigente brasileño que había escalado posiciones gracias a su decisiva acción para que Garrincha jugara la final del Mundial del 62, pese a haber sido expulsado en las semifinales ante Chile. Ambos, en una laxa y elusiva visita al Estadio Nacional, recorrieron sólo el terreno de juego, evitando la zona de vestuarios, donde los militares habían hacinado a los prisioneros, entre los que se contaba un futbolista, Hugo Lepe, arquitecto socialista y fundador del Sindicato de Futbolistas, liberado más tarde gracias a los afanes del capitán del seleccionado, Francisco Chamaco Valdés, su compañero en Colo Colo.
Pocos días después de la inspección, la Unión Soviética declinó viajar a Santiago el 21 de noviembre. Mientras aún quedaban detenidos en el recinto, se jugó un partido amistoso frente al Santos de Brasil, aunque sin la presencia de Pelé (se dijo que estaba lesionado). Se convirtió un gol simbólico y Chile asistió al Mundial de Alemania. Kaser se enfrentaría luego a Joao Havelange y la dirigencia de la FIFA, porque tenía sospechas de que eran permisivos con los sobornos, como quedaría demostrado años después. Fue sucedido en el cargo por Joseph Blatter, quien se casaría con su hija, en una boda a la que Kaser no asistió, ya absolutamente enfrentado a la jerarquía del organismo.
Jamás se refirió a la laxa inspección al Estadio Nacional, que se transformó en Monumento Histórico por ser el “centro de detención más grande del país en los meses posteriores al golpe”. El camarín de la piscina, el velódromo y un sitio conocido como el Caracol Sur fueron certificados como centros de torturas y convertidos en memoriales.
A 50 años de los hechos recordados, el recinto sufre una remodelación total para los Juegos Panamericanos, aunque los lugares de memoria no pueden ser intervenidos. Un documental de Carmen Luz Parot, Estadio Nacional (2001), recoge el testimonio de decenas de detenidos. Y por estos días se estrena Gol a la memoria: historia, pasión y muerte en el Estadio Nacional, realizado por la productora 32 cascos. En 90 minutos, divididos en dos tiempos, con 11 testimonios y una banda sonora que contempla música de Inti Illimani, Illapu, Schwenke & Nilo y una interpretación de la Cueca sola, con familiares detenidos desaparecidos, se recrea una historia de horror y fútbol que la FIFA no fue capaz de ver.