El dolor de una paternidad no reconocida

José Sulantay falleció a los 83 años con dos frustraciones confesas: no haber sido convocado al Mundial de 1962 y que no le permitieran continuar a cargo de la ‘Generación dorada’, que cayó en manos de Marcelo Bielsa

José Sulantay junto a la entonces presidenta Michelle Bachelet y tres jugadores de la selección sub 20 chilena, en Santiago, el 24 de julio de 2007.Santiago Llanquin (ASSOCIATED PRESS)

A José Sulantay siempre le penó no jugar el Mundial de 1962. Tras defender a la selección chilena en el Sudamericano del 58, fue actor constante del proceso previo que conducía Fernando Riera, pero no apareció en la nómina final. Le había pesado, dijo, ser provinciano y no tener la vitrina de un equipo grande.

Sulantay nació en Coquimbo en 1940, pero fue capaz de jugar y dirigir en los dos equipos rivales de la zona. Su...

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A José Sulantay siempre le penó no jugar el Mundial de 1962. Tras defender a la selección chilena en el Sudamericano del 58, fue actor constante del proceso previo que conducía Fernando Riera, pero no apareció en la nómina final. Le había pesado, dijo, ser provinciano y no tener la vitrina de un equipo grande.

Sulantay nació en Coquimbo en 1940, pero fue capaz de jugar y dirigir en los dos equipos rivales de la zona. Sus mejores campañas, de hecho, las hizo con Deportes La Serena, destacando como un extremo derecho veloz y goleador. Antes del Mundial militaba en O’Higgins de Rancagua, y después se fue a probar suerte a Honduras y Guatemala.

Su condición de provinciano siempre lo condicionó. Siendo entrenador fue campeón con Cobreloa en 1992 –superando al Colo Colo de Mirko Jozic que recién había ganado la Libertadores–, llevó a Coquimbo a la Copa Libertadores y ganó un título de la Primera B con La Serena.

Cuando Juvenal Olmos lo invitó a hacerse cargo de la selección sub 20 en el 2004, emprendió un recorrido por todo el país para seleccionar a los mejores jugadores, rompiendo el círculo de los clubes grandes de la capital. Logró así una histórica doble clasificación a las Copas del Mundo de Holanda y Canadá. En esta última, el 2007, debió enfrentarse con Nelson Acosta, quien quería llevarse a Arturo Vidal y Alexis Sánchez a la Copa América de Venezuela. El tercer lugar obtenido por la incipiente Generación dorada en aquel mundial contrastó con la eliminación plagada de polémicas e indisciplinas que cerró el círculo de Acosta en La Roja.

Fue también la indisciplina de un grupo indomable lo que impidió la llegada de Sulantay a la selección mayor. Jugando en semifinales ante la Argentina de Tocalli –que tenía al Kun Agüero, Sergio Romero y Angel Di María como figuras más notorias– sus jugadores se trenzaron en una batalla campal con la policía canadiense, quien reprimió con gases lacrimógenos y golpes de luma el intento de los juveniles chilenos por saltarse el protocolo post partido en la salida del estadio. Fue tan feroz la gresca tras la derrota que los privaba de la final del certamen que Harold Mayne-Nicholls optó por contratar a Marcelo Bielsa para domar el carácter explosivo de las futuras estrellas del fútbol chileno.

Otra vez Sulantay resintió el golpe. No sólo porque Vidal, Alexis, Gary Medel, Mauricio Isla, Carlos Carmona, Marcelo Díaz, Gonzalo Jara y José Pedro Fuenzalida habían sido parte de su trabajo, sino porque estimó que era su oportunidad para conducir un proceso con nombres privilegiados, que clasificarían a dos mundiales adultos y vencerían en dos Copas América.

El Negro, abrumado por el desaire, dirigió sin suerte a Iquique y Coquimbo para luego retirarse del fútbol. Mientras Chile sumaba éxitos en la cancha, intentó vanamente convertirse en alcalde de Coquimbo en las elecciones del 2012 representando a la UDI, un partido de la derecha tradicional. Su carácter sonriente y gentil se fue tornando más agrio y su reacción ante los éxitos de su generación cada vez más hostil.

Queda como herencia un estilo cercano para ver el fútbol, una defensa a ultranza de los técnicos chilenos para conducir procesos de selección y una visión política que traspasó a su hijo Marco Antonio, actual diputado por la región de Coquimbo. A Sulantay lo acompañaron, desde entonces, sus camisas negras, sus chaquetas de cuero y una visión áspera de lo que consideró siempre la ingratitud del medio y la falta de reconocimiento por su labor.

Porque por más que la polémica por la paternidad de la Generación dorada sea un tema inacabable de debate, el Negro José se fue pensando que no era un tema que siquiera ameritara una discusión.

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