Claudio Di Girolamo: “Sobre la muerte, estoy curioso por saber lo que hay allá”

El reputado artista de origen italiano, nacionalizado chileno por gracia, repasa los momentos claves de su vida tras donar sus más de 3.000 obras al Archivo de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica

Claudio Di Girolamo, escenógrafo, pintor, director y asesor cultural, en su casa en Santiago (Chile).sofia yanjari

A sus 93 años, Claudio Di Girolamo, uno de los principales gestores de la escena teatral chilena en las últimas siete décadas, está “corriendo una maratón”. No viste pantalón corto ni zapatillas deportivas, pero tiene prisa. “Todavía no tengo a quién entregarle el bastón de la posta”, lamenta en una lluviosa tarde en el salón de su casa, ubicada en el barrio alto de Santiago. Recuerda cómo los legendarios actores Alejando Flores y Américo Vargas hicieron lo propio con su generación al dejarles de herencia un público en las salas que antes no existía. Hoy no se puede porque “el teatro es solame...

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A sus 93 años, Claudio Di Girolamo, uno de los principales gestores de la escena teatral chilena en las últimas siete décadas, está “corriendo una maratón”. No viste pantalón corto ni zapatillas deportivas, pero tiene prisa. “Todavía no tengo a quién entregarle el bastón de la posta”, lamenta en una lluviosa tarde en el salón de su casa, ubicada en el barrio alto de Santiago. Recuerda cómo los legendarios actores Alejando Flores y Américo Vargas hicieron lo propio con su generación al dejarles de herencia un público en las salas que antes no existía. Hoy no se puede porque “el teatro es solamente político y lo político siempre es un panfleto”. Le achaca la responsabilidad a la dictadura de Pinochet (1973-1990) por cortar el proceso creativo y a que, desde el retorno a la democracia, “ha sido muy lenta la cosa”.

Nacido en Roma, Di Girolamo reza todas las mañanas, pero no va a misa. El veterano del arte religioso se define como católico, aunque no cree en eso de que la Virgen María sea la madre de Dios. Hace poco leyó la oración del padrenuestro en arameo y quedó fascinado con la versión, mucho más acorde a su creencia: Padre-Madre, creador del cosmos... “Es otra cosa. No contrapone la tierra con el cielo”, apunta el nonagenario con entusiasmo, haciendo gala de su intacta capacidad de asombro.

Precisamente es el cosmos el que ocupa su cabeza estos días. Lo que hay más allá. Los últimos descubrimientos. El erudito de la cultura está hipnotizado con la ciencia: “Ahora los que dicen que todo es posible no son los locos de los artistas, son los científicos”. Con su atención puesta en el espacio intergaláctico, el escenógrafo, director, dramaturgo y pintor revisó el espacio de su propia casa. Y descubrió que ya casi no quedaba; las obras de su vasta trayectoria se habían tomado el lugar. Además, a pesar de las trampas que instaló, los ratones se las estaban comiendo. Así que hace un par de semanas donó sus más de 3.000 piezas al Archivo de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica, institución con la que conserva un vínculo afectivo por ser la primera en la que trabajó cuando llegó de Italia a los 19 años.

Detrás de cada una de esas 3.000 obras se esconde una anécdota que Di Girolamo es capaz de relatar con la precisión de un historiador. María de la Luz Hurtado, investigadora y directora del programa a cargo de los archivos, trasladó excepcionalmente al encuentro en la casa del artista algunas piezas desde el centro universitario de Campus Oriente, donde están cuidadosamente guardadas.

Frente a unos delicados bocetos que dibujó para la obra La macchina infernale, durante sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Roma (1944-1948), Di Girolamo se traslada a la época de la Segunda Guerra Mundial. El nieto de un hombre que huyó de casa para unirse a la compañía de Eleonora Duse, la gran diva del teatro italiano de comienzos de siglo pasado, recuerda cómo lloró “histérico” la primera vez que escuchó un bombardeo. También las navidades con ollas comunes -una noche sin nada en la nevera, su madre puso las mesa y le hizo dibujar a él y sus hermanos lo que deseaban comer; un juego que felizmente los hizo olvidarse del hambre-, los escondites en el sótano, las mantas en las ventanas... Hasta cómo acabó por acostumbrarse a todo eso, al punto de que junto a su hermano Vittorio se sentaban en unas sillas de playa para contar cuántos aviones veían cruzar el cielo.

Bocetos de la escenografía de 'La Macchina Infernale' dibujada por Claudio Di Girolamo en la Escuela de Arte de Roma (1944-1948).sofia yanjari

Aparecen otros documentos. Unos que dibujó ya en Chile, el país al que llegó sin saber lo que era una democracia “en busca de paz y pan”. Son de la obra Los Condenados para el Teatro Ensayo de la Universidad Católica, que se presentó en el Municipal de Santiago. De esa experiencia se llevó una enseñanza. El público quedó tan impresionado por lo “bonita” de la escenografía, que terminó con un “trauma”. “La escenografía era demasiado personaje. Entendí que tenía que estar al servicio de la obra. Los protagonistas son los actores, la escenografía tiene que ayudarlos a ellos”, sostiene el hijo y padre de artistas.

En este capítulo de su vida, aprovecha de corregir un dato de conocimiento popular: él no fundó el Teatro Ictus -su siguiente paso profesional, en 1958-. Fue Mónica Echeverría y Paz Yrarrázaval, aclara. Ahí trabajó durante décadas con un grupo de alumnos que emigraron del Teatro Ensayo de la UC. Presentaron obras catalogadas de vanguardistas y llenaron las salas sábado tras sábado. “La dictadura nos hizo bien al Ictus porque nos obligó a no hacer teatro de panfleto, nos lo prohibían. La gente nos preguntaba ¿cómo lo hacen? Aprendimos a decir sin decir y a no decir diciendo”, apunta.

Los miembros de la compañía cumplieron 30, 40 y 50 sobre el escenario. Di Girolamo, según cuenta, propuso abrir una segunda pata del teatro a los jóvenes, pero no consiguió apoyos y se marchó. No fue fácil dejar la Sala La Comedia. Prueba de ello es la carta de amor que le escribió al lugar para despedirse y que leyó en una edición del Festival de Cádiz:

A través de los años, que me perdonen, me sentí haciendo historia contigo. Algunos de los que se sentaron entre los primeros en tus butacas, siguen viniendo. En ellos veo el paso del tiempo. Sus primeras canas me recuerdan cuánto te debo y cuánto me has quitado. Le has dado un lugar a mis ilusiones y mis esperanzas. Has logrado enredar mi vida contigo. Por eso te quiero. Pero también te odio, porque al retenerme me has domesticado un poco, me has obligado a quedarme, a instalarme; me has tratado de convencer que sin ti no puedo vivir. A lo mejor es cierto; pero tengo que ser franco contigo, especialmente hoy. Tendré que dejarte, tarde o temprano; o tú me dejarás. La “comedia” seguirá en otras partes para mí; para ti, aquí, con otros.

Piezas de Claudio De Girolamo: Programa de mano de la obra Martín Rivas, Teatro de Ensayo UC (1954); programa de mano de la obra de La Princesa, Ictus (1961), afiche de la obra Variaciones para muertos de percusión, Ictus (1964); y el boceto de una propuesta del afiche del X° Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (1995).sofia yanjari

Di Girolamo creó el Taller Teatro Dos en busca de savia nueva. “Yo hago teatro y tengo que estar con los tiempos para poder dialogar”, afirma. ¿Está ocurriendo ese diálogo hoy día? “Para entender una idea de teatro contemporáneo tiene que durar cierto tiempo y ahora nada dura. Estamos en una sociedad de mercado”. Esa idea de lo efímero le rumia desde hace un tiempo. No como adjetivo, sino como sujeto. La efemeridad de la que habla la ve en cada momento que revisa de su vida o de las 50 que dice tener. Se casaría con todas ellas. No está dispuesto a elegir si prefiere la de escenógrafo, director o asesor cultural –cargo que ostenta actualmente en el Gobierno de Gabriel Boric–. Se identifica como un curioso.

“Nací y me moriré siendo un curioso. Sobre la muerte, estoy curioso de saber lo que hay allá. Es definitorio de este proceso, pero no es definitivo. Y que no me digan que hablo de la vida eterna porque soy religioso. Yo sé que esto no termina, pero cambia”. ¿Por qué está tan convencido? “Porque somos tan chicos que no tenemos ojos para ver todo el resto, no tenemos alas para ver más allá”, asegura antes de adentrarse nuevamente en una reflexión sobre el universo. A su espalda cuelga un cuadro en el que quiso plasmar “lo más primigenio”. Es una marraqueta partida -”el pan… danos hoy nuestro pan de cada día”- que vuela en la profundidad y oscuridad del cosmos. Lo pintó en 1988: “Antes lo sentía, pero ahora entiendo qué significa”.

Claudio Di Girolamo en el salón de su casa en Santiago.sofia yanjari

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