Insubordinarse a la política de la ‘reducción’
Con un 52,3% de apoyo de pueblos indígenas, siendo determinante la realidad urbana de Santiago, Alihuen Antileo se transformará en la voz política de los pueblos originarios contra la exclusión, ‘castigados’ por enarbolar sus derechos en el primer proceso constituyente
Solo el pueblo mapuche pudo participar en la nueva elección a constituyentes. La exclusión de los pueblos originarios de este nuevo proceso será materia de enseñanza en la historia de las fallidas relaciones entre el Estado que se ha comprometido a construir, según la Ley Indígena de 1993, una nueva relación, basada en la interculturalidad para revertir las ausencia de derechos y relevada en el documento de Verdad Histórica y Nuevo Trato, como una historia basada en la violencia por parte del Estado en sus orígenes y desarrollo.
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Solo el pueblo mapuche pudo participar en la nueva elección a constituyentes. La exclusión de los pueblos originarios de este nuevo proceso será materia de enseñanza en la historia de las fallidas relaciones entre el Estado que se ha comprometido a construir, según la Ley Indígena de 1993, una nueva relación, basada en la interculturalidad para revertir las ausencia de derechos y relevada en el documento de Verdad Histórica y Nuevo Trato, como una historia basada en la violencia por parte del Estado en sus orígenes y desarrollo.
Responsabilizados los pueblos originarios durante el primer proceso por construir una propuesta “maximalista” y “refundacional”, esta nueva etapa logró concitar la adhesión del resto de los pueblos originarios detrás de dos candidatos a constituyentes en base a la papeleta verde: Julio Marileo y Alihuen Antileo. Ambos llevan consigo una larga trayectoria en el movimiento mapuche, el primero desde Aukin Wallmapu Ngulam (Consejo de Todas las Tierras), Hogar Mapuche y luego la Coordinadora Arauco-Malleco (la organización que forjó una nueva forma de hacer política en el movimiento mapuche, al incorporar la violencia como instrumento, con la reivindicación de la autodeterminación en los gobiernos post dictadura), de la que se alejó. Por su parte, Antileo fundador de la organización Meli Wixan Mapu clave en la politización del mundo mapuche de Santiago, como tal, integró la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM), de la cual fue vocero en una parte de su historia, de la que se separó a comienzos de los años 2000.
Las posibilidades de ser integrante de este nuevo proceso constituyente se demarcaron en los acuerdos redactados por la clase política chilena y sus expertos que fijaron límites en que la posibilidad de avanzar en reconocimiento de derechos políticos de los pueblos originarios se postergase para una nueva etapa histórica. Sin embargo, este nuevo proceso que ha permitido que dos candidatos mapuche obtuvieran 306.439 votos, fue posible no solo por el pueblo mapuche, sino por el resto de pueblos originarios que hicieron suyo el lema de ambos candidatos a escaños reservados: “+ pueblos originarios: unidos, los pueblos somos más fuertes. Con esperanza contra la exclusión”.
En efecto, los distintos pueblos originarios se sumaron a la papeleta verde, logrando el candidato Alihuen Antileo obtener más del 50% de apoyo en todas las comunas con excepción de La Araucanía donde el sufragio mayoritario fue para Julio Marileo con 56,03%. A diferencia del proceso anterior, esta segunda experiencia logró concitar un número mayor de votación que puede ser por dos razones: ser obligatorio y la experiencia del primer proceso. Importante a considerar es el número de votos nulos que alcanzó un 13,38% del electorado.
Con un 52,3% de apoyo, siendo determinante la realidad urbana de Santiago, Antileo se transformará en la voz política de los pueblos originarios contra la exclusión, castigados por enarbolar sus derechos en el primer proceso constituyente. Sin la adhesión de los pueblos aymara, rapa nui, Licarantay, q’chua, colla, diaguita, changos, kawashkar y yámana, no hubiese sido posible sortear la política de la reducción.
¿Qué es la reducción? El espacio territorial en el que se desenvolvió el pueblo mapuche luego de resistir a la expansión del Estado chileno por sus líderes y lideresas durante gran parte del siglo XIX hasta ser derrotados por la modernidad del Ejército chileno una vez concluida la ocupación de La Araucanía. Fue en su interior, donde sus sobrevivientes, enviados a vivir en reducciones territoriales, con la esperanza por la élite chilena de transformarse en ciudadanos chilenos a través de las misiones religiosas, las escuelas y el trabajo. En parte, ello no sucedió, los mapuche se regeneraron en su aspecto sociopolítico, fundando el primer ciclo del movimiento mapuche que eligió diputados en el siglo XX y otros migraron a las ciudades perpetuando su historia mapuche. Muchos de ellos en la ciudad de Santiago, bastión electoral de Alihuen Antileo que hoy se transforma no solo en la esperanza de una vía política para el desarrollo de la historia mapuche, sino también, del resto de las naciones originarias excluidas por expertos que han demarcado los límites del nuevo proceso convencional, así como sus antepasados demarcaron sobre los mapas las tierras de los mapuche que inicio la historia de la reducción de tierras y pobreza de larga duración en las últimas décadas del siglo XIX e inicios del XX.
Esa es la historia que cargará Alihuen Antileo de basta trayectoria en el movimiento mapuche y que tendrá el acompañamiento de Kinturay Melin y Julio Ñanco, quienes participaron por los cupos abiertos por el el partido Revolución Democrática, del Frente Amplio. A la fecha, el único partido que se ha mostrado proclive a ver a los pueblos originarios como sujetos de derechos políticos a diferencia de sus pares en el actual Gobierno, que han ido depurando de indígenas el Gobierno de Gabriel Boric.