Alfredo Sepúlveda: “El Frente Amplio y el Gobierno de Boric son una casualidad electoral”
El autor especializado en la historia de Chile analiza el momento político actual y la relación del país sudamericano con los símbolos nacionales en el marco de las fiestas patrias
El escritor Alfredo Sepúlveda (Santiago, 52 años) se ha dedicado a revisar la historia política chilena en sus obras, como La Unidad Popular, los mil días de Salvador Allende y la vía chilena al socialismo (Sudamericana, 2020) y Bernardo, una biografía de Bernardo O’Higgins (Sudamericana, 2007). Este fin de semana en el que Chile celebra sus fiestas patrias, el periodista considera que ...
El escritor Alfredo Sepúlveda (Santiago, 52 años) se ha dedicado a revisar la historia política chilena en sus obras, como La Unidad Popular, los mil días de Salvador Allende y la vía chilena al socialismo (Sudamericana, 2020) y Bernardo, una biografía de Bernardo O’Higgins (Sudamericana, 2007). Este fin de semana en el que Chile celebra sus fiestas patrias, el periodista considera que el patriotismo despertó durante el proceso constitucional y la bandera chilena fue una herramienta de campaña. Sobre el resultado, cree que el pueblo salió a defender “una cultura constitucional” en las urnas. La misma que ha impedido que la crisis adquiera un nivel de gravedad más profundo. “Podríamos estar en un serio momento de ausencia de poder y no lo estamos”, apunta el académico en su oficina de la Universidad Diego Portales.
Pregunta: ¿Cómo llega Chile a estas fiestas patrias?
Respuesta: Pareciera que lo hace después de un terremoto. Esta es una de las crisis políticas que Chile ha tenido en forma cíclica cada 45 a 50 años. Creo que estamos en el medio de uno de esos ciclos. Pareciera ser que vamos a un Estado social de derecho, pero con un componente más bien capitalista, a diferencia del último intento que fue el modelo desarrollista de 1932 a 1973. Ese estaba más cerca del socialismo autocrático, de crecimiento interno, de desconfianza en la globalización. Ahora vamos a salir con una matriz capitalista, eso no se va a romper, pero vamos a tener una corrección que intentará emular los Estados de bienestar europeos.
P. ¿Cómo definiría el modelo actual?
R. Ahora tenemos una cuestión muy rara que es una Constitución viciada y a la que todo el mundo le presta una especie de servidumbre reverencial. Pese a que todo el mundo da por muerta la Constitución, no tenemos a nadie de los actores políticos asaltando el Palacio de La Moneda. Podríamos estar en un serio momento de ausencia de poder y no lo estamos. Pareciera haber una cultura constitucional que se defendió el 4 de septiembre. Eso viene de la fundación de la república, reforzado por la experiencia dictatorial de que nunca más un poder del Estado le ponga la pata a los otros dos. Creo que ese fue uno de los problemas principales del proyecto constitucional, además de la cuestión identitaria, de la plurinacionalidad, que tampoco tenía sustrato social.
P. ¿Existe el patriotismo constitucional en Chile?
R. Esto se vio en la discusión de plurinacionalidad. Quien formó la nación chilena es el Estado. En la época colonial hubo un mestizaje, pero que no participaba del sistema político, y después vino la revolución de la independencia y tuvieron la obligación de formar un sistema que resultó ser una república. La trayectoria social de Chile es la conformación de una lenta clase media cada vez mayor al alero de las instituciones del Estado hasta 1973. El concepto de patria, más que constitucional, es estatal. Por eso cuando te metes con transformaciones tan radicales de instituciones estatales, como la eliminación del Senado que proponía el proyecto constituyente, es completamente extemporáneo.
P. ¿Se ha politizado el concepto de patriotismo?
R. Para la campaña del plebiscito indudablemente. La bandera chilena cobró un significado distinto del que tiene normalmente. Era como la bandera chilena en oposición a la mapuche o a la de los otros pueblos o a las banderas alternativas que salieron durante el estallido social. Fue una herramienta de campaña.
P. ¿Qué pedía la sociedad chilena en el estallido de 2019?
R. Era una demanda súper fuerte de cambios dentro del modelo capitalista. La gente salió a la calle a que se cumpliera la promesa que había hecho la Concertación: sus hijos vivirán mejor que sus padres. Eso no estaba pasando. Las tres principales demandas eran salud, pensiones y educación, no era una nueva Constitución. El 18 de octubre de 2019 fue una demanda de modernización capitalista. Igual que en 2011. Creo que eso es lo que la izquierda no ha querido o no ha podido ver.
P. En 2018 dijo que la transición acabó con los movimientos estudiantiles de 2011, ¿lo mantiene, con todo lo que ha pasado?
R. Sí, en 2011 el eje democracia-Pinochet se rompe. Ahora ha vuelto por razones de campaña, pero no percibo que sea algo de verdad.
P. José Antonio Kast, el presidenciable de la derecha que ganó la primera vuelta en 2021, tuiteó este 11 de septiembre que Chile eligió la libertad el día del golpe de Estado.
R. Pero no ganó la primera vuelta por Pinochet. Estoy seguro de eso. La ganó porque estaba fragmentado todo el sistema político y él hizo su negocio.
P. Había varias opciones de derecha en la primera vuelta y ganó la más radical
R. Él jugó mejor sus dados. Además de que el mundo en 2021 es distinto. Estás haciendo campaña para los grupos digitales que necesitan conflicto. Qué mejor que levantar a Pinochet. Pero a mí no me parece que el pinochetismo sea un modelo político a seguir. Ni Kast sostiene eso. Puede hablar de la boca para afuera y escribir ciertos simbolismos para el 12% de sus votantes que pueden ser pinochetistas. Pero no me parece una alternativa. La que sí lo era hasta 2011.
P. ¿Cuándo comienza la debacle de los partidos políticos? ¿Se vincula con el 2011?
R. Está todo mezclado. Tiene que ver con que hay una generación que con la normalización democrática deja de votar. Eso empezó a dejar generaciones fuera y los partidos comenzaron a preocuparse de los que votaban y no de los que no. Era su negocio, por qué se iban a preocupar de los abstencionistas. Ya con el voto voluntario (2012), la gente que participó activamente en los sufragios fue la mitad de la población. Ojalá que si vuelve el voto obligatorio eso cambie porque se nos están acabando las alternativas. Después de eso no sé qué pueda venir para recuperar la representatividad en la política.
P. Escribió un libro sobre “el experimento llamado Unidad Popular” del gobierno de Allende. ¿Estamos viviendo ahora un experimento?
R. No, no veo que el Gobierno tenga un proyecto político del calado de la Unidad Popular (UP). Ese era un programa de transformación absoluta y radical de la sociedad chilena. Además, era un proyecto basado en el marxismo. Yo creo que el Frente Amplio y el Gobierno actual es una casualidad electoral, con un programa que se suavizó en segunda vuelta, pero que no tiene comparación con la UP. En ese sentido, es mucho más débil en las cosas en las que cree, más fantasioso, y está basado en poco.
P. ¿Qué debiéramos ver en esta segunda etapa del Gobierno?
R. Si a Boric lo rescata su inteligencia política, como en otras ocasiones, se va a dar cuenta de lo que tiene que hacer. Que su proyecto de grandes transformaciones, como él lo llama, está acabado, y que tiene que ser un proyecto de pequeñas transformaciones y exitosas. Lo mismo que han hecho todos los presidentes de Chile los últimos 30 años.
P. Y en 2019 hubo un estallido social...
R. Es cierto, pero es una paradoja, porque el gran cambio constitucional tampoco funcionó, fue rechazado. Alguna vez hice una relación con las opciones que tenía Salvador Allende para salvarse cuando venía el golpe de Estado que era terminar con la Unidad Popular, aliarse con la Democracia Cristiana, quedarse con el Partido Comunista y seguir adelante. No quiero decir que estemos en un escenario de golpe de Estado, pero también hay que decir que ya no hay golpes de Estado. ¿Qué tenemos en vez? Quizá otro estallido social, una situación como Argentina, o crisis menores, pero constantes.
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