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Miles de argentinos desafían un blindaje policial preparado para la guerra y marchan en paz contra Milei

Sindicatos, movimientos sociales y partidos de izquierda se manifiestan en una plaza blindada por la policía a una semana de una protesta que terminó en graves incidentes

Protesta de jubilados contra las políticas de ajuste del presidente Milei, en Buenos Aires, Argentina, el 19 de marzo de 2025.Foto: Reuters | Vídeo: EFE

Miles de personas han marchado este miércoles frente el Congreso en Buenos Aires en apoyo a los jubilados. A diferencia de la manifestación de hace una semana, marcada por la presencia de hinchadas de fútbol y sin una organización clara, esta vez ocuparon la plaza sindicatos estatales, movimientos sociales y partidos de extrema izquierda. Mucho más estructurados, los grupos se desplegaron en puntos específicos con la intención de evitar los incidentes del miércoles pasado, cuando un centenar de manifestantes terminó preso y hubo una decena de heridos. A siete días de aquella manifestación, el fotógrafo Pablo Grillo se debate entre la vida y la muerte tras recibir el golpe de una bomba de gas en la cabeza. Esta vez, fue totalmente diferente: cuando caía el sol en Buenos Aires, la marcha se dispersó en forma pacífica.

El Gobierno, con todo, se había preparado para la guerra. El discurso de la mano dura es el que más disfruta y mejor le sienta. Es también el que más cala en su electorado. Ya en la víspera, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, escenificó una reunión con el estratega del Gobierno, Santiago Caputo, y los jefes de los servicios de inteligencia del Estado. Por la tarde, difundió en redes las fotos de una treintena de supuestos barras bravas a los que acusó de protagonizar incidentes hace siete días. Para completar el combo, la ministra ofreció una recompensa de 10.000 dólares a aquellos que denunciasen a los violentos durante la manifestación.

El operativo de amedrentamiento comenzó bien temprano, con la intención de evitar que la gente se sumase a la manifestación. Las pantallas de todas las estaciones de tren, el medio más eficaz y rápido para entrar a la capital desde el extrarradio, mostraron desde la primera hora una advertencia en letras mayúsculas: “Protesta no es violencia. La policía va a reprimir cualquier atentado contra la República”. Por si algún pasajero iba distraído, el mensaje sonó durante todo el día por los altoparlantes de las estaciones.

Las advertencias oficiales no disuadieron a los manifestantes. Algunos sumaron cascos, gafas de natación y pañuelos para protegerse ante el posible lanzamiento de gases lacrimógenos. Otros llegaron a la plaza con miedo, pero enseguida se percataron de que el ambiente era muy distinto al de una semana atrás. Los jubilados se sintieron aliviados por la ausencia de tensión y celebraron el multitudinario acompañamiento a su reclamo por unas jubilaciones dignas. “Todos seremos jubilados”, “Su lucha de hoy es la nuestra de mañana”, podía leerse en carteles de universitarios y de trabajadores que se sumaron a la marcha. La jubilación mínima en Argentina no llega a los 300 dólares y tres de cada diez personas mayores de 65 años vive en la pobreza.

Los hinchas de fútbol volvieron a estar presentes, en especial los de Chacarita, el club que prendió la chispa con la que se masificó la protesta que un puñado de jubilados celebraba cada miércoles casi sin eco mediático. Hace 15 días, la hinchada de Chacarita convocó a movilizarse para defender a los jubilados y una semana después, los demás clubes repitieron el gesto. Los hinchas critican que el Gobierno acuse a las barras bravas, como se conoce en Argentina a los hinchas violentos, de haber protagonizado los disturbios en los alrededores del Congreso. “¿Qué podemos esperar de un Gobierno que miente en todos los sentidos? Está claro que lo que busca es criminalizar la protesta con todo tipo de estereotipos ridículos”, lamenta Hugo, uno de los hinchas de Chacarita que estuvo detrás de la convocatoria inicial.

Tránsito cortado

El Gobierno cedió además ante su obsesión por garantizar el libre tránsito y desde las nueve de la mañana impidió con vallas el acceso de coches y transporte público en 40 manzanas que rodean el Congreso. Los manifestantes debían pasar una serie de controles para atravesar el perímetro, mientras policías antidisturbios repetían con megáfonos la advertencia de que habría represión si la marcha se tornaba violenta. Milei, en tanto, siguió todo el operativo desde una Casa Rosada blindada por la policía.

El presidente tenía un doble interés. Además de seguir de cerca el operativo policial desplegado a menos de 15 calles de la sede del Gobierno, tenía su atención en la sesión de Diputados que finalmente aprobó el decreto que, con su firma, lo autoriza acordar un nuevo rescate financiero con el Fondo Monetario Internacional. La sesión fue evidencia del deterioro que padece la política argentina, con insultos, gritos y hasta una diputada del partido de Gobierno, La Libertad Avanza, increpando con un megáfono al presidente de la Cámara, que es de su misma agrupación.

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